Contar con una idea integral de la reciente crisis argentina, que aparece (hasta ahora) como un “parte aguas” en el proyecto kirchnerista, exige, por lo menos de mi parte, un mayor conocimiento de la realidad sociopolítica de este país. Hace unas semanas escribí un esbozo de análisis para La República, pero al igual que el oficialismo, sobrestimé las posibilidades reales del gobierno para mantener su política impositiva, o mejor dicho, la capacidad de reacción del sector agroexportador para doblegar una de las medidas más controversiales adoptada por el gobierno recientemente (re)electo. De hecho, llegar al inicio de una coyuntura política picante (mediados de marzo), con una sociedad sumamente polarizada, con un intenso nivel de movilización y debate, todo esto sumado a los naturales estímulos que implica comenzar a vivir como estudiantes en el extranjero, nos deja una serie de impresiones, imágenes e ideas que aún seguimos procesando.
Sin embargo, hay algunas cosas que creo podemos comentar en tono preliminar. Una de ellas es el debate político sobre la crisis. Frente al análisis predominante, que ubica el eje de la disputa en la lucha por el excedente entre una oligarquía agroexportadora y el gobierno “populista-reformista” de los Kirchner, existe una “tercera lectura” levantada por pequeños partidos de izquierda y algunos intelectuales críticos al gobierno, que definen el conflicto como la pugna de poderes entre dos fracciones del capitalismo “local” enfrentados por la dirección del modelo económico. Por un lado estarían los intereses de un sector de la burguesía industrial, vinculada al gobierno kirchnerista, dispuesta a arrebatarle el control de la política económica a la derecha tradicional; en abierta confrontación con lo que se ha venido a denominar, paradójicamente, la “nueva derecha campestre.
Así visto, el conflicto nacido de las retenciones no tendría por fin – como ha planteado el gobierno – impulsar una política social redistributiva y garantizar la seguridad alimentaria del país; amenazada por una coalición de agrobusinnes globales, organizaciones de pequeños y medianos productores, de un sector de la izquierda política (Coalición Cívica) y el respaldo de sectores urbanos altos y medios, claramente antiperonistas y con un marcado apego por el autoritarismo militar. Esta lucha en el seno de la gran burguesía apuntaría, como señaló Atilio Borón en un reciente conversatorio, a financiar un importe significativo de deuda externa y mantener el tipo de cambio 3-1 favorable a los sectores industriales, además de quebrar, claro está, el poder de dirección de la política económica argentina tradicionalmente en manos de la oligarquía agrícola. Una suerte de contraofensiva neoliberal luego de las (para algunos) tímidas reformas emprendidas por los Kirchner. Me faltan elementos para calibrar la consistencia de esta lectura.
Pero por lo visto y escuchado estos meses, parece ser que por el lado de la oposición existe un fuerte interés por neutralizar políticamente al gobierno, no sólo en materia económica (la superación de esta crisis era vital para lo que pueda hacer en adelante el gobierno), sino sobre todo en el campo de los derechos humanos, una de las principales banderas políticas del periodo kirchnerista (la otra sería la reforma de la Ley de Radiodifusión, vigente de la época de Videla). Por momentos, aún cuando es otro el timing político del gobierno de Cristina Fernández y el contexto regional resulta distinto al de finales de los 80, la crisis actual argentina me trae un vago recuerdo al primer gobierno aprista y su intento de estatización de la banca: una medida radical de un gobierno “populista” que pretende controlar un sector importante de la economía local; enfrentado a una coalición de partidos, clases altas y medias que cierran filas con el gran empresariado, aventurándose a constituir un importante movimiento de oposición político-social de naturaleza liberal. Esto, claro, “recién comienza”, como dicen por acá, lo cual me exige ser más cauto con eventuales comparaciones.
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Dos discursos y una referencia simbólica: un proyecto político que, si bien no asigna un rol empresarial, reclama un papel clave del Estado en la regulación de la economía a favor de la Patria Grande; otro, que ensalza las libertades económicas como motor de la expansión agrícola e hito fundante de la historia argentina. Y una Argentina que se vuelve cada vez más multicultural.
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Otro aspecto que nos llamó la atención fue el nivel de movilización de la sociedad porteña. No tanto por parte del gobierno (algo previsible teniendo en cuenta el respaldo tradicional al peronismo, el apoyo de la CGT, de un importante sector de organizaciones sociales, ONGs, políticas y del movimiento de derechos humanos, así como el “apoyo crítico” de más de 1,500 personalidades del arte y humanidades al gobierno); sino por la capacidad de convocatoria de los “piquetes de la abundancia”, como fueron calificados por la prensa oficialista. A diferencia del primer grupo, claramente popular y con un denso tejido organizativo (según sus críticos, solventado por el clientelismo del gobierno), la gran masa que congregó la oposición estuvo conformada por sectores de clase media y media-altas en la capital, ensalzados por un discurso televisivo monocorde a favor de los intereses del “campo”. En los cuatro meses que llevamos acá contabilizamos hasta 6 concentraciones masivas, tres por cada lado. En este lapso las rutas (carreteras de acceso a las ciudades) fueron cortadas intermitentemente; amén de “espontáneos cacerolazos” en las zonas “chetas” (pitucas) de la capital y escaramuzas dispersas de simpatizantes en el centro histórico. Aún así, y a pesar de la intensa polarización de las últimas semanas, el conflicto se realizó en condiciones bastante pacíficas: durante semanas la Plaza del Congreso estuvo copada por una decena de carpas instaladas por ambos bandos, separadas por metros, donde una afluencia nutrida de militantes y curiosos participó de una viva actividad política-cultural (video, teatro, conferencias) y fue objeto de cobertura permanente de los medios (imagínate, salvando las distancias, la Cumbre Social de los Pueblos acampando y compartiendo la Plaza Bolívar con stands de la Sociedad Nacional de Minería, la CONFIEP y Canal N, custodiados por una docena de policía barrigones). El clímax de la movilización se dio el día previo a la votación en el Senado, con dos grandes mítines que movilizaron a más de 350 mil personas (225 mil los del “campo” y 125 mil los del gobierno) en pleno corazón de Buenos Aires. De estos días les mandamos algunas fotos y videos que dan una idea de la forma que toman las movilizaciones que tienen tanto de batucada como de barra brava.
Libres del Sur
http://www.youtube.com/watch?v=oreM6VEkhiQ
Canto peronista por los derechos humanos
http://www.youtube.com/watch?v=wA3puMgSE20
Batucada Plaza del Congreso
http://www.youtube.com/watch?v=Du8IcYvw_CI
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Algo sobre lo que siempre nos preguntamos, y sobre lo que tenemos sólo impresiones, es por el nivel de activismo, movilización y respuesta política de (valgan verdades, un sector de) la sociedad argentina. Un ejemplo de ello son las concentraciones por los derechos humanos. Con excepción de la conmemoración por el treinta aniversario del Mundial del 78, cuando 20 mil personas apenas sombrearon un Monumental (pensado para 80 mil personas) un domingo de invierno porteño, el resto de convocatorias han sido nutridas, con resonancia en medios. Es cierto que existe un apoyo explícito del gobierno en la reivindicación de la memoria de los desaparecidos (hay quienes ven en el proyecto kirchnerista una suerte de revanchismo frente a la dictadura militar), pero también es cierto que para muchos argentinos el valor de la vida (y la memoria política) tienen un valor diferente que en nuestro país. Veo desde acá el entierro de los estudiantes de la Cantuta y no puedo evitar contrastar la reacción de una sociedad donde se calcula la mitad de víctimas (30 mil) de la violencia política (1976-81) y la forma como plantean la lucha contra la impunidad. Asistir a la conmemoración del día por la Verdad y la Justicia provocó esta reflexión escrita con la cabeza “caliente” y movido por la euforia del momento (http://aeperu.blogspot.com/2008/03/el-da-que-argentina-dijo-nunca-ms_3020.html).
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Visto en perspectiva, nos tocó arribar en un momento crítico que no pocos han vinculado con las movilizaciones políticas del 2001 y la “lucha de clases” (Eduardo Gruner) surgida del periodo de crisis. Hace unos días vimos Diario argentina, coproducción española-argentina en donde la directora Lupe Pérez García, joven cineasta con fuertes convicciones políticas y una dislexia congénita, hace una suerte de interpelación autobiografía (y entendemos, colectiva) a la luz de la historia reciente argentina. El filme comienza con un viaje relámpago de la cineasta a Buenos Aires para culminar un trámite burocrático, tres años después de su salida apurada al extranjero (con esposo e hijos) tras el desastre del “corralito”. En si, Diario argentino transmite el dilema de Lupe (y cuántos más) de si regresar o no a una Argentina con sus crisis y particularidades, dilema que puede interpretarse, también, si dejar o no atrás un proyecto profesional y familiar iniciado en Barcelona, donde las oportunidades para proyectarse a futuro parecen más solidas.
Nunca más oportuna esta película que, filmada en formato semi-documental, nos deja la sensación de estar en una sociedad que busca respuestas que les es difícil descifrar. Un clima social donde confluyen, por un lado, sensaciones de optimismo y esperanza sobre lo que pueda hacer este gobierno calificados por muchos como “progresista” (lo cual explica el intenso apoyo popular que recibe, más allá del “aura religiosa” que enmarca la militancia peronista); frente a sensaciones de frustración, desaliento y franco encono que despierta en algunos sectores el gobierno de Cristina Fernández y Néstor Kirchner (y el peronismo, en general) y que dan cuenta, también en parte, de por qué cada vez más argentinos ven en la migración una alternativa posible (como ha señalado recientemente una antropóloga argentina). Un país (como otros en la región) que atraviesa por un periodo de crecimiento y acumulación económica importante y que, por lo mismo, ofrece una serie de “oportunidades” (en particular para muchos peruanos que andan por acá) y que, al mismo tiempo, arrastra serias contradicciones y traumas (el más reciente, no el único, del 2001) que hincan directamente la autoestima de la población argentina y obstaculizan, en mayor o menor medida, el proceso de construcción democrática que empuja un sector de la sociedad. Estas, entre otras, son algunas impresiones que nos dejan estos cuatro meses en Argentina.
Saludos,
Quique Fernández-Maldonado (con apuntes de Manuela Tapia)
ACTUALIZACIÓN, 31 de julio
Este post es reseñado en Página 12:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-34272-2008-07-28.html
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1 comentario:
Adjunto los comentarios que me envió Flavio Guberman, sociólogo, hincha acérrimo de Racing y companero en la UBA, acerca de mis impresiones sobre la crisis argentina reciente. Conversando personalmente me indicó, además, que la Coalición Cívica no representa, en si, una posición de "izquierda política" como puse en el texto, mostrando más bien una postura bastante más liberal que un partido, digamos, de centro izquierda.
saludos,
Creo que existen una serie de hechos que habría que indagar.
a) Cómo fue que el gobierno, en 6 meses, no pudo impedir que se conformara un arco opositor con capacidad de limitar sus acciones al punto de desestructurar las mayorías parlamentarias y al propio vicepresidente.
b) Que rol jugaron los medios de comunicación?
c) El eje de la confrontación, que se dio bajo el argumento de los "pequeños propietarios rurales"… cuan real es?. El eje implicito parece ser qué tipo de relaciones se establecen entre los empresarios y el Estado. Y en ese sentido, el disciplinamiento "de los políticos" fue un objetivo general. Los tibios apoyos de los "empresarios industriales" dan cuenta de eso, sobre todo por que la integración horizontal entre ramas de actividad en los Grupos Económicos es el secreto de su éxito.
d) Dice Zizek, que la contradicción ideológica ha cambiado. Ya no es: "No saben lo que hacen, pero lo hacen". Sino, "Aún sabiendo lo que hacen, ¿Por qué continúan haciéndolo?". El caso del absolutamente insignificante (en términos de cantidad de población, capacidad productiva y tamaño de capital y centralidad en el proceso productivo) "pequeño propietario – productivo rural" será el peón de esta negociación que ahora se trasladará a los Ministerios, donde los grandes tienen más poder que los pequeños. Los pequeños, serán el pato de la boda, y hoy las condiciones para que los dejen macerar en naranja son mejores, aunque hayan sido el caballo de batalla del conflicto.
e) Los medios, de ahora en más no apoyarán en nada al gobierno. Todo lo que haga estará mal. De esa manera, el principal partido de oposición son los capitanes de las comunicaciones. Los partidos de oposición están fragmentados y ninguno tiene – por ahora – capacidad de conducir al resto. La forma que asume el conflicto (entidades patronales y medios de comunicación como conducción del conflicto) dan cuenta de la inexistencia de partidos formales de oposición electoral o extra parlamentaria de peso.
f) Sobre el tema de lo discursivo. Bueno, quizás sea el "agro" quienes tengan un capital simbólico más eficaz, ya que el Kirchnerismo se ha apartado sistemáticamente de la construcción de una fuerza social de masas, de bases de apoyo movilizadas; ha optado por sostenerse en la estructura tradicional del PJ, y eso lo lleva a tener que ceder permanentemente.
g) Releyéndolo, la descripción es muy buena. Mis observaciones van en el sentido de avanzar en el conocimiento de que es lo que está en juego. Entenderlo como peronismo y ante peronismo, o como industriales y agrarios, etc aporta matices que dan cuenta de una parte, pero intuyo ocultan más de lo que muestran.
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