lunes, 26 de noviembre de 2012

La revocatoria de Villarán

Artículo publicado en La República, domingo 26 de noviembre de 2012

Impresiona recordar el recorrido de Villarán: de una candidata menor y desconocida a la alcaldía a ganadora, con una votación anclada preferentemente en los sectores populares, precisamente donde ahora la desaprobación es más alta; al mismo tiempo, quienes desconfiaban de ella, en los sectores más altos, son ahora quienes están mayoritariamente en contra de la revocatoria.

El encanto inicial de Villarán estuvo en ser percibida como una carismática “luchadora social” cercana al pueblo, no como una “política tradicional”. Sin embargo, desde su triunfo electoral se pudo percibir una tendencia a sobreestimar su respaldo, sus capacidades de gestión, a politizar y leer equivocadamente las expectativas de la ciudadanía, a privilegiar un enfoque “tecnocrático” y no político de los problemas, y a subestimar el poder de sus adversarios, de lo que se ha comentado extensamente. La rápida caída en la aprobación a la gestión se ha buscado enfrentar con un ambicioso programa de inversiones en infraestructura vial así como con la reforma del transporte público, cuestiones absolutamente necesarias, pero que terminaron alejando a la alcaldesa cada vez más de la imagen con la que ganó las elecciones. Los sucesos de la Parada han acentuado esa lectura.

Analizar estas iniciativas ayuda a terminar de entender el cambio en la demografía de su desaprobación y rechazo a la revocatoria. Los sectores altos, con horizontes temporales más largos entienden los beneficios a mediano plazo de las reformas y casi no son tocados por los costos en el corto plazo; por el contrario, los sectores más bajos asumen casi enteramente los costos de las reformas. En el caso del transporte, por ejemplo, los sectores altos, en los que prevalece el uso de automóviles, se percibe rápidamente el beneficio que dará la nueva infraestructura vial, el ordenamiento de las rutas y la modernización de las unidades de transporte público. Para los sectores bajos, lo que hay es confusión respecto a las nuevas rutas y sus conexiones, y temor frente a un posible aumento en el costo del transporte y en el tiempo total de traslado; esto porque, si bien el tiempo dentro de las unidades de transporte será menor, el tiempo total puede aumentar por el cambio en las conexiones y el establecimiento de paraderos rígidos. Ojo que la caótica implementación del TranSantiago en 2007 en Chile es un referente que debe estudiarse de cerca, que llevó incluso a una crisis de gabinete durante el gobierno de Bachelet.

De aquí en adelante la alcaldesa no solo debe comunicar mejor los beneficios de la reforma del transporte y del plan de inversiones en marcha. Debe demostrar a su base electoral original qué otras iniciativas está desarrollando que les dará a los vecinos beneficios tangibles inmediatos y significativos, y recuperar la percepción de “cercanía” que perdió; cómo así, reconociendo un “mal comienzo” ha hecho un aprendizaje por el que merece una “segunda oportunidad”.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Lo andino no es lo peruano

Artículo publicado en La República, domingo 18 de noviembre de 2012

Recibí el libro hace más de un año, pero quedó debajo de una ruma de papeles, y recién lo acabo de recuperar. Un feliz y oportuno redescubrimiento en medio de los debates actuales sobre la multiculturalidad del país, los alcances que debería tener el ejercicio del derecho a consulta para los pueblos indígenas, cómo entender lo popular en el Perú, especialmente cuando en Lima la esperanza puesta en el “desborde popular” esbozado por José Matos Mar puede terminar también en sucesos como los vistos recientemente en el ex mercado mayorista de La Parada. Cuánta falta nos hace hoy la inteligencia y sensibilidad de Roberto Miró Quesada (RMQ), fallecido tempranamente en 1990. Ricardo Soto tuvo la feliz iniciativa de editar y publicar una antología de sus escritos bajo el título Lo andino no es lo peruano. Ensayos sobre la cultura peruana (Huancayo, Universidad del Centro del Perú, 2011).

Como muchos otros, rechazaba una propuesta de mestizaje conservador, basada en una jerarquía en la cual lo “occidental criollo” ocupa una posición superior a la andina y a otras tradiciones culturales, fundamento de diferentes formas de discriminación. Pero a diferencia de otros, no pensaba en una suerte de “vuelta de tortilla” como alternativa, haciendo de lo andino el centro de la peruanidad, que podría llevar a nuevas exclusiones de otras tradiciones, como la africana, amazónica, y las resultantes del incesante flujo de migrantes a nuestro país.

RMQ buscó evitar una visión condenatoria de lo occidental y laudatoria de lo andino. Llamó a ser crítico con las tradiciones andinas, que veía como fuertemente permeadas por herencias feudales españolas, de allí que tuvieran mucho de conservador y anacrónico; en eso se coincidía con el conservadurismo de nuestras elites supuestamente globalizadas, de allí que viera las bases de la discriminación en patrones autoritarios tradicionales compartidos tanto por los de arriba como por los de abajo.

La salida estaba en entender la identidad peruana afincada en el mundo popular, pero no entendiendo este como una concesión sin más a las preferencias mayoritarias, ni como aceptación de los patrones predominantes. RMQ entendía la cultura como un campo fundamentalmente político, expresión de hegemonías, proyectos, correlaciones de fuerza, imposiciones, resistencias y resultados inesperados; de allí que postulara entender lo peruano y popular entendido como una construcción política pendiente, orientada hacia el futuro, democrática, integradora, respetuosa de las diferencias, construida sobre la base de nuestras diversas tradiciones, pero al mismo tiempo distinta de cada una de ellas. Llamaba a reivindicar la modernidad occidental, base de la ciudadanía y de la democracia, a la cultura popular masiva cada vez más presente en nuestras urbes, y a nuestras “tradiciones” históricas, y veía en ese encuentro conflictivo, caótico y difícil el germen de la peruanidad.

VER TAMBIÉN:

Roberto Miró Quesada: "Innovaciones en políticas culturales y transformaciones en el campo cultural: el caso de Perú". En: José Joaquín Brunner et. al., ¿Hacia un nuevo orden estatal en América Latina? Innovación cultural y actores socio-culturales. Buenos Aires, CLACSO, 1989, p. 241-289.


lunes, 12 de noviembre de 2012

La voz del soldado desconocido

Artículo publicado en La República, domingo 11 de noviembre de 2012

Trabajo en el Instituto de Estudios Peruanos, así que me he impuesto reseñar solo excepcionalmente alguna de las muchas y muy buenas publicaciones de nuestro sello editorial. Esta es una de esas ocasiones, dada la importancia del libro Memorias de un soldado desconocido. Autobiografía y antropología de la violencia, de Lurgio Gavilán, con prólogo de Carlos Iván Degregori y con la colaboración de Yerko Castro (Lima, IEP - Universidad Iberoamericana, 2012). En el libro el autor, de 39 años, cuenta parte de su alucinante biografía: es prácticamente un niño campesino analfabeto que se integra al senderismo, ascendió de militante miembro de la “fuerza principal” a “camarada”, casi muere en un enfrentamiento con el ejército, un teniente lo salva y lo integra al ejército. De adulto se convierte en instructor militar y participa en acciones contrasubversivas. Luego se vuelve aspirante, novicio y misionero para convertirse en sacerdote franciscano. No termina ese camino, luego estudia y se gradúa como antropólogo de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. En la actualidad es estudiante de doctorado en la Universidad Iberoamericana en México, becado por la Fundación Ford.

Si bien podría decirse que nada de lo que el autor relata no ha sido analizado ya en alguna parte de los nueve volúmenes del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el gran mérito del libro es que aborda esa temática en primera persona, dando cuenta de la cotidianeidad tanto de la vida senderista como de la vida del ejército en misiones contrasubversivas. Así, resulta estremecedora en la descripción de Gavilán entrever la humanidad de quienes perpetran crímenes espantosos. El autor es testigo y partícipe de acciones senderistas de gran crueldad que tienen como víctimas a miembros del ejército, de comunidades campesinas, y del propio senderismo (los mandos senderistas asesinan a adolescentes que se quedan dormidos haciendo guardias nocturnas, por ejemplo). Observa también cómo en medio del conflicto comuneros y comunidades se enfrentan y se matan entre sí. En el ejército observa asesinatos de detenidos, la detención de mujeres luego forzadas a prostituirse y luego asesinadas. En medio de esto, está la vida cotidiana de seres humanos con miedos, sueños, rencores, de personas que en el fondo no decidieron estar allí, en un mundo sin ley ni derechos, donde la vida prácticamente no vale nada, donde cayeron por no tener mejores oportunidades.

El relato de Gavilán sugiere que la militancia senderista en el campo fue una opción que buscaba alguna forma de integración, que responde a una búsqueda de sentido (que se politiza por una prédica que proviene de la escuela pública, que difunde una narrativa histórica de pura opresión, primero de españoles, luego de chilenos, al final de de todos los gobiernos). De allí que para el autor no haya sido tan extraño el pasaje del senderismo al ejército y a la iglesia.

VER TAMBIÉN:

Memorias de un soldado desconocido. Autobiografía y antropología de la violenciaLurgio Gavilán, con prólogo de Carlos Iván Degregori y con la colaboración de Yerko Castro (Lima, IEP - Universidad Iberoamericana, 2012).

domingo, 4 de noviembre de 2012

Rousseau y Hobbes en Perú

Artículo publicado en La República, domingo 4 de noviembre de 2012

El 25 de octubre, mientras en La Parada se intentaba hacer cumplir la resolución municipal que declaró “zona rígida” a sus calles aledañas, se presentó el libro ¿Qué es república? de Hugo Neira (Lima, Universidad de San Martín de Porres, 2012), útil manual de teoría política que empieza por los clásicos griegos y romanos, pasa por el pensamiento medieval y moderno, llega a la revolución francesa y termina con la revolución estadounidense y latinoamericana. ¿Es una ilustración de la distancia que separa a las preocupaciones de la filosofía política de la realidad pedestre? Todo lo contrario. Lo que preocupa a Neira es la debilidad de los fundamentos que construyen la noción de república en nuestro país, que podrían resumirse en la búsqueda del bien común basada en el respeto a la ley, en la existencia de una comunidad política de ciudadanos, en un balance entre derechos y responsabilidades, en un equilibrio en el ejercicio del poder. Según Neira escasea la virtud republicana, que ponga por delante la razón de Estado, el bienestar colectivo, que vaya más allá de los intereses particularistas, del adormecido sentido común. Todo esto sonaba de una particular actualidad el 25 de octubre.

Ahora bien, me atrevo a sostener que se pueden distinguir dos grandes vertientes en la tradición de pensamiento republicana, representadas por pensadores como Rousseau y Hobbes. El libro de Neira podría leerse poniendo del lado de Rousseau a San Agustín y a los revolucionarios franceses, y del lado de Hobbes a Maquiavelo y los revolucionarios americanos que escribieron El Federalista. Los primeros tienden a considerar que los ciudadanos pueden definir una “voluntad general”, resultado de sus tendencias a la cooperación y de su igualdad básica. Los segundos ven la vida social como signada por la diferencia de intereses y por el conflicto, por lo que el interés general solo resulta de poner la ley por encima de los intereses particulares, y como un producto indirecto del equilibrio resultante de las búsquedas individualistas de todos. Vicios privados, virtudes públicas, como decía Bernard de Mandeville.

No hay manera de resolver esta controversia en el plano filosófico u ontológico, sí en el plano empírico: no se trata de debatir sobre la naturaleza humana, sino de evaluar qué supuestos nos permiten entender mejor la realidad concreta. En el Perú actual, marcado por la desconfianza interpersonal, el descrédito de las instituciones y de los proyectos colectivos, por la crisis de la representación, me inclino por el bando hobbesiano. El problema es que ni en la cultura política en general ni en el análisis político en particular estamos acostumbrados a pensar en esos términos. Neira cita a Ortega y Gasset y se refiere a “esa bobería del hombre santo para gobernar aunque sea nulo”… no pedía políticos intachables sino “capaces de gobernar con tino ante las circunstancias”. Nuevamente, el 25 de octubre sonaba de gran actualidad.