martes, 30 de diciembre de 2014

¿Año largo?

Artículo publicado en La República, domingo 28 de diciembre de 2014

Esta es la última columna del año, momento propicio para contrastar lo que nos imaginábamos que pasaría al inicio con lo que efectivamente ocurrió, y especular un poco con el 2015. En mi última columna de 2013 decía respecto al año que empezaba que “la experiencia previa de los gobiernos de Toledo y García sugiere que el tercer año de gobierno se caracteriza por la detención de una tendencia declinante, y una estabilización en un nivel bajo. Pienso que lo más probable es que esa tendencia se repita. Después de julio la dinámica estará muy marcada por las elecciones regionales y municipales de octubre, con lo cual podría decirse que terminará el año que empezó en octubre pasado (2013) [con el nombramiento de César Villanueva como Presidente del Consejo de Ministros].

En efecto, la evolución de la aprobación a la gestión del presidente siguió el curso previsto: tuvo un 26% en promedio a lo largo del año, y detuvo la tendencia declinante del 2013. Sin embargo, lo que me parece importante resaltar es que el gobierno parecería haber terminado muy prematuramente en cuanto a sus aspiraciones reformistas en octubre del año pasado, a poco más de la mitad del periodo, con la salida de Juan Jiménez de la PCM. Como se recordará, el nombramiento de Villanueva generó expectativas, más todavía considerando la realización de elecciones regionales y municipales este año, pero terminó muy mal; su reemplazante, René Cornejo, entre febrero y julio de este año, fue una salida de emergencia que tuvo oxígeno hasta apenas julio. Desde entonces tenemos a la eficiente Ana Jara, pero es claro que, si bien es una excelente operadora política y es muy buena administrando, no destaca precisamente por su visión en cuanto a alguna agenda de reformas.

En este vacío, son las iniciativas individuales de los ministros los que ocupan la agenda: Urresti en Interior, Segura en Economía, Ghezzi en Producción, Saavedra en Educación, Pulgar en Ambiente, principalmente, saben lo que quieren y avanzan todo lo que pueden. Unos avanzan más en silencio como Saavedra o Pulgar, otros con estridencia, como Urresti, otros sufren porque sus agendas no cuentan con una plataforma política que las respalden, como Segura o Ghezzi. En cuanto al Presidente, ha sido más factor de inestabilidad que un conductor, con recurrentes confrontaciones sin mayor sentido estratégico o su mal manejo del caso Belaunde Lossio.

Este 2015 nos parecerá muy largo, me parece. Como el gobierno como colectivo no tiene mayor ímpetu reformista, no habrá grandes temas empujados desde este (más allá de iniciativas sectoriales); tampoco habrá mucho de regiones y municipios que apenas empiezan sus gestiones; y la campaña del 2016 probablemente tardará en calentar, así que podríamos sentir una suerte de vacío político, un año largo, lento, atrapados entre un gobierno que no termina de irse y otro que no termina de aparecer. Y acaso percibamos también que el que se va no parecerá tan malo comparado con los que se anuncian…

lunes, 22 de diciembre de 2014

Empleo y política

Artículo publicado en La República, domingo 21 de diciembre de 2014

Esta semana ha estado marcada por el debate que generó la aprobación de la ley de empleo juvenil. Las reacciones ilustran muy bien las complejas relaciones entre el mundo de los expertos, el político, el del activismo social, y el de la sociedad en general.

No soy experto en temas de empleo, pero precisamente el 17 de setiembre pasado se realizó en la Universidad del Pacífico un conversatorio entre algunos de los expertos más importantes en el tema en el país. El “estado de la cuestión” en estos temas parece aceptar que tenemos un problema con unas regulaciones laborales demasiado rígidas, hablando comparativamente. Según el Reporte Global de Competitividad, las regulaciones laborales serían un problema para los negocios, junto a la burocracia y la corrupción, y por encima de las carencias de infraestructura, la baja educación de la PEA y los niveles de criminalidad. Según Gustavo Yamada, el crecimiento económico de los últimos años habría propiciado el crecimiento del empleo formal, pero la rigidez laboral habría casi contrarrestado ese efecto. Parte del consenso sería también que esa rigidez es consecuencia de una legislación que parece tener como modelo a la “gran empresa”, estándar nada realista en nuestro país. Por lo tanto, correspondería distinguir entre grandes, medianas y pequeñas empresas (mucho más allá de lo establecido por la ley de MYPES), entre lo urbano y rural, y entre adultos y jóvenes. La filosofía sería lograr más flexibilidad para la contratación y el despido, pero más protección durante el periodo laboral y en el tránsito entre trabajos.

Así, este “consenso” parece considerar que la ley está básicamente bien orientada. Pero es evidente que el sentido común está muy lejos de ese consenso; la experiencia cotidiana sugiere que el empleo juvenil está marcado por el abuso y la explotación, y que las metas de la ley (más empleo con beneficios mínimos) no se cumplirán; más todavía considerando las precarias capacidades de control y sanción de instituciones como la Superintendencia de Fiscalización Laboral. Digamos que los expertos no son suficientemente sensibles a los problemas de implementación, que son los que la gente percibe cotidianamente.

Luego está el tema político: la ley se aprueba en el Congreso y se promulga por el ejecutivo sin que haya una política de explicación y persuasión, sin voceros capaces de argumentar a favor de la misma. Un gobierno desgastado, acosado por múltiples escándalos, percibido como inconsecuente con sus promesas electorales, generó la oportunidad y motivación para la movilización de un sector importante de activistas, que expresa más la escasa credibilidad del gobierno que los problemas de la ley.

Al final, el problema de fondo es que esta ley probablemente no cumpla con sus objetivos, al no ser parte de un conjunto de medidas más amplio que busquen mejorar la productividad del trabajo, las capacidades de fiscalización y control, entre otras cosas, pagándose así un costo político innecesario.

VER TAMBIÉN:

El empleo juvenil en el Perú: diagnóstico y políticas (2012)
Juan Chacaltana y Claudia Ruiz

Empleo
Gustavo Yamada y José Bacigalupo (2012)

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Argumentos, sobre elecciones regionales y locales



Acaba de salir publicado el último número de nuestra revista Argumentos (año 8, n° 5, noviembre 2014), dedicado a las elecciones regionales y municipales. Incluye también un homenaje a nuestro querido amigo Bruno Revesz. Encontrarán un artículo que escribimos con Paolo Sosa, con una evaluación política preliminar de la gestión de Susana Villarán en la alcaldía de Lima Metropolitana.

En este número...

ELECCIONES LOCALES Y REGIONALES 2014

¿Por qué, Susana, por qué?
Martín Tanaka y Paolo Sosa

La reelección de autoridades regionales y municipales en el Perú, 2006-2014
Jorge Aragón y José Luis Incio

Elecciones en Ayacucho
Jaime Urrutia

Mujeres y política en las elecciones regionales y municipales, 2002-2014
Yamilé Guibert y Paula Muñoz

Los persistentes políticos de la última frontera
Paulo César Vilca

Todo se transforma: la articulación de la oferta política en el Perú subnacional Mauricio Zavaleta

Arequipa: entre la transición y el desencanto
Jorge A. Zegarra

Los nuevos presidentes regionales y alcaldes, el clima político y el mundo sintético
Mariel García

Nuevos y viejos zorros: el movimiento regional Autogobierno Ayllu
Paloma Bellatín

¿La democracia interna impide el éxito electoral? Una mirada al caso del Partido Popular Cristiano (PPC)
Félix Puémape

CRÍTICA Y RESEÑAS

En homenaje a Bruno Revesz
Francisco Muguiro,
Maria Luisa Burneo y Alejandro Diez

La rehistorización de las ciencias sociales
Rolando Rojas

Perfiles globales de la “revolución gay” en el mundo
Juan Fonseca

¿Cambios en la cultura política?

Artículo publicado en La República, domingo 14 de diciembre de 2014

Durante la década de los años ochenta y buena parte de la de los noventa, la crisis económica, la falta de empleo, aparecían como las preocupaciones principales en un país en el que la pobreza era mayoritaria. A finales de los años noventa surgió una importante preocupación por el problema de la corrupción (y el respeto a las libertades democráticas, aunque efímero). En 2006 fue explícita la preocupación por la exclusión social, una manera de frasear el problema de la persistencia de la pobreza en un contexto de crecimiento. En los últimos años, tanto como consecuencia del crecimiento económico como de la expansión y diversificación de actividades ilícitas en toda la región, la seguridad ciudadana ocupa un papel cade vez más importante. De hecho, fue un factor para que Ollanta Humala y Keiko Fujimori disputaran la segunda vuelta en 2011.

De aquí al 2016, ¿qué peso tendrá la preocupación por estos asuntos? En un contexto de desaceleración del crecimiento, la inquietud por lo económico seguirá, aunque quizá ya no tan asociada a la temática tradicional de la pobreza. Con certeza el reclamo ante la inseguridad ciudadana será un asunto central. Sin embargo, parece que la percepción de la corrupción como problema ha cambiado de manera imporante. En la elección municipal de 2010 en Lima Lourdes Flores lanzó el lema de que “la decencia derrotaría a la corrupción” en su enfrentamiento con Alex Kouri, discurso que también fue utilizado por la alcaldesa Villarán en el marco de la revocatoria de marzo de 2013, relativamente exitoso. Pero este tipo de retórica en la elección de octubre pasado fue infructuosa para cuestionar el voto por Luis Castañeda. Terminó ganando el candidato que “robará pero hará más obras” (aunque también era percibido como el más trabajador y el que trabajará por los más pobres, según la encuesta de DATUM de setiembre).

Esto se confirma mirando los resultados finales de las elecciones regionales. Santos electo estando en prisión tiene explicaciones más políticas, pero los casos de Otzuka en Madre de Dios, o Ríos en Ancash; Chui en Lima provincias, Cerrón en Junín, Rodríguez en Moquegua, Oscorima en Ayacucho, Moreno en Callao, Acuña en Lambayeque, por mencionar algunos; la participación en segundas vueltas de candidatos como Aduviri en Puno, ¿qué nos dicen? Más allá de hablar de una “crisis moral”, corresponde buscar explicaciones y explorar las implicancias de esto. En unos casos se expresaría la creciente importancia de actividades informales o ilegales en regiones del país; en otras, una mayor importancia de mecanismos clientelares de acción política; en otras, la extensión del sentido común del “roba pero hace obras”. A esto hay que sumar la reducción a la animadversión de marcar la estrella aprista así como los inéditos triunfos del fujimorismo en tres regiones. Parece perfilarse un reclamo por seguridad y eficacia, que podría confundirse con efectismo, en donde la percepción de la corrupción como problema parece relajarse.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El último Quehacer

Artículo publicado en La República, domingo 7 de diciembre de 2014

Acaba de salir publicado el número 195 de la revista Quehacer, y se nos informa que será el último. La revista de DESCO, fundada en 1979 por Henry Pease, es cerrada por Abelardo Sánchez León, su director durante los últimos 16 años, 35 años después. Otros directores, de DESCO y de la revista, fueron Federico Velarde, Marcial Rubio (entrevistado en el último número) y Luis Peirano, respaldados por el “eterno editor” Juan Larco.

Tuve el orgullo de publicar allí seis artículos entre 2002 y 2008, y de ser entrevistado en una ocasión en 2011; orgullo porque para mí, y creo que para toda mi generación, Quehacer fue lectura obligatoria desde nuestros años universitarios en la década de los años ochenta. Las editoriales de Henry Pease, los artículos sobre Sendero Luminoso de Raúl González, las crónicas de José María Salcedo, las secciones cultural e internacional eran siempre esperadas. En esa década Quehacer era un referente de los debates políticos e intelectuales en el campo de la izquierda, en su versión más moderada; después la revista perdió intensidad y centralidad, pero siempre se mantuvo como un espacio para la reflexión y el debate de lo mejor de las ciencias sociales peruanas.

Recuerdo con especial admiración, por citar un ejemplo, el número 42 de la revista, de agosto-setiembre de 1986, donde uno podía encontrar una crítica de Javier Iguíñiz a la política económica de Alan García; una crítica de Carlos Franco a las críticas a García desde la izquierda; notas de Raúl González “para entender a Sendero”, con entrevistas a Luis Guillermo Lumbreras y Henri Favre; una sección “para entender al Perú” con notas de una tremenda lucidez de Jorge Nieto, Juan Abugattás y Guillermo Rochabrún; además de una entrevista a Günther Grass polemizando con Mario Vargas Llosa sobre cuestiones políticas e ideológicas; y para terminar, un poema de Domingo de Ramos y un análisis de Alfredo Bryce sobre la poesía de Abelardo Sánchez León. Impresionante.

Todo empezó a cambiar desde la década de los años noventa. El muro se cayó, la izquierda se dividió (y con ella parte del equipo de Quehacer y de DESCO), el fujimorismo barrió con mucho de lo que la revista simbolizaba y el proyecto al que aspiraba. Más adelante pasó de bimensual a trimestral, y enfrentó cada vez más dificultades económicas y de lectoría. Quehacer era parte de un combo de lecturas que incluía revistas como Debate, El Zorro de Abajo o Márgenes, y eso sin contar otras revistas semanales y quincenales (Caretas, Oiga, , junto a Amauta, Cambio, 30 días, Monos y Monadas, entre otras). Caretas es la única sobreviviente.

¿Se lee hoy menos que antes? No necesariamente: con la llegada de internet, hay hoy muchísimo más material de lectura disponible, y las publicaciones impresas deben adaptarse a los nuevos hábitos de lectura. Sin embargo, no puedo dejar de sentir que nos estamos perdiendo de algo: basta mirar los kioskos y librerías de países vecinos para darnos cuenta de que algo anda mal.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Perú, nación, Pedro y Gastón (2)

Artículo publicado en La República, domingo 30 de noviembre de 2014

La semana pasada comentaba dos artículos, uno de Pedro Suárez-Vértiz (PSV) y otro de Gastón Acurio (GA), referidos a las trabas y posibilidades de nuestro desarrollo, que me parecen expresivos de sentidos comunes que flotan en las cabezas de muchos peruanos.

Decía que PSV tiene una versión más pesimista: “somos una cultura truncada por otra”, consecuencia del “viejo colonialismo occidental”. Este no hizo sino “interrumpir nuestro trayecto”, por lo que desde el siglo XVI viviríamos ininterrumpidamente con una “herida abierta”. Por el contrario, los países noroccidentales “germinaron y evolucionaron por siglos entre semejantes”.

Creo que este pesimismo se funda en varias idealizaciones. De un lado, no es tan cierto aquello de que los países noroccidentales “evolucionaran entre semejantes”. Si bien no puede hablarse de conflictos entre “nativos” y “colonizadores”, la historia europea es una de graves conflictos entre diferentes comunidades, grupos étnicos y nacionalidades. Y los Estados construyeron comunidades nacionales sobre la base de esa diversidad, con más o menos éxito. Cometemos un error al pensar que el “Estado-nación homogéneo con tradición de siglos” es el único modelo de Estado; Francia sería el ejemplo de este ideal, que ciertamente más parece la excepción que la regla, y también es resultado de una voluntad política premeditada. Alemania o Italia tienen Estados nacionales construídos recién en el siglo XIX, y aún ahora muestran profundos clivajes o divisiones sociales. De otro lado, la diversidad nacional no impide Estados razonablemente fuertes, como en los casos de Estados Unidos, Canadá, Bélgica, España o Suiza, por ejemplo. La clave no es imponer la homegeneidad o lamentarse por su ausencia, sino construir sobre la diversidad, para lo cual la capacidad de negociación es clave. Y bien vistas las cosas, lo que caracterizó lo que podríamos llamar el “Perú antiguo” no fue la homogeneidad, sino la negociación constante entre diferentes poderes locales. El Tawantinsuyu no sería así la expresión máxima de un proceso de unificación, sino una compleja red de muchos y cambiantes núcleos.

GA parece más afín a esta visión de las cosas. Para este las diferencias del país (geográficas, históricas, culturales) serían fuente de nuestro ingenio y creatividad; un potencial que para ser activado contó con una “comunidad gastronómica a la altura de su tiempo”, capaz de unificarse detrás del proyecto de “compartir (no competir) para crecer todos juntos”. El problema con el diagnóstico de GA es que esa unidad parece más fácil de construir de lo que es: como que bastara la buena voluntad (“dejar atrás miedos, desconfianzas, vanidades, egoísmos y miradas pequeñas y cortoplacistas”). En realidad, de lo que se trata, más allá de la voluntad, es de negociar intereses diversos y contradictorios. Esa ha sido la clave de la estabilidad y el desarrollo político en contextos de países diversos como el nuestro, para lo cual la acción política resulta clave.

VER TAMBIÉN:

"The Rise of 'State-Nations' "
Alfred Stepan, Juan J. Linz y Yogendra Yadav
Journal of Democracy, vol. 21, n° 3, julio 2010

¿Qué es nación? y
¿Qué es nación? (2)

Perú, nación, Pedro y Gastón

Artículo publicado en La República, domingo 23 de noviembre de 2014

La última edición de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) se propuso “la exploración de los temas prioritarios a resolver para convertirnos en un país del primer mundo”. En nuestra cultura política coexistirían dos grandes actitudes frente a este tipo de desafío: una optimista, que consideraría esa meta alcanzable en un plazo razonable, y otra pesimista, que más bien diría que arrastramos tal cantidad de problemas históricos irresueltos, que tal invitación resulta excesiva. Más allá de los debates entre expertos y académicos, creo encontrar dos maneras de frasear estos talantes, expresados en dos artículos, uno del compositor y cantante Pedro Suárez-Vértiz (PSV), y otro del cocinero y empresario Gastón Acurio (GA). Dada la popularidad e influencia de ambos personajes, y en tanto sintetizan sentidos comunes que flotan en las cabezas de muchos peruanos, resulta pertinente examinar sus opiniones.

El 15 de noviembre pasado, en la revista Somos, PSV decía que nuestro gran problema es la persistencia del “viejo colonialismo occidental”: “somos una cultura truncada por otra”. De esa fractura surgirían el resentimiento y la envidia como patrones típicos de interacción entre los peruanos, lo que impediría nuestro desarrollo. La solución estaría en la educación, que debería ayudarnos a superar el trauma. En el otro extremo, GA, desde Perú 21 (30 de octubre) explora las razones que hicieron florecer a la cocina peruana en condiciones adversas: “compartir para crecer todos juntos”. Para GA, nuestra larga historia y nuestras diferencias son un activo, no una carga, la fuente de nuestro ingenio y creatividad. Y ese activo fue utilizado por una “comunidad gastronómica a la altura de su tiempo”. Es decir, el liderazgo también es clave. Para GA, estas claves se podría utilizar para el desarrollo del país en general, serían las bases de “un gran sueño que venza esa desconfianza mutua que nos paraliza como nación”. Es decir AG reconoce el problema señalado por PSV, pero lo ve solucionable.

Acaso la principal diferencia entre ambos sea la concepción de Estado y de nación que manejan, y también cómo enfrentar lo que los politólogos llamamos clivajes (líneas de división) sociales. El pesimismo de PSV proviene a mi juicio de tener en mente un modelo de Estado-nacional relativamente homogéneo, del que surge una doble idealización: la de los Estados Unidos y los países europeos (“germinaron y evolucionaron por siglos entre semejantes”) y la de lo que podríamos llamar el Perú prehispánico (“acá vivíamos haciendo artesanía, adorando al sol… hasta que llegaron unos extraterrestres en caballo y carabelas a interrumpir nuestro trayecto y desde ahí lo único que evolucionó fue una herida abierta”).

Desmontar el pesimismo de PSV requeriría cuestionar sus supuestos, entender que los Estados y las naciones son construcciones históricas, no simplemente herencias del pasado, y que los clivajes sociales pueden ahondarse o adormecerse con el tiempo. Seguiré la próxima semana.

CADE, empresarios y política

Artículo publicado en La República, domingo 16 de noviembre de 2014

A propósito de la 52ª edición de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) resulta pertinente preguntarse por la relación entre empresariado y política en nuestro país.

Sería interesantísimo contar con un estudio sobre los cambios en la relación entre empresarios y política desde 1961 hasta la actualidad, tomando como referencia a las CADE. Podríamos registrar los cambios en intereses temáticos, reivindicaciones gremiales, momentos de conflicto, tensión, colaboración y “enamoramiento” entre los empresarios y los gobiernos de turno. Grandes cambios han ocurrido en estos años: desde la promoción a la sustitución de importaciones a las reformas del velasquismo, la preocupación por el crecimiento de las izquierdas, la pasión y posterior confrontación con el primer Alanismo, el impacto de las reformas neoliberales y la reconfiguración del poder empresarial, las ambiguas relaciones con el fujimorismo, el divorcio entre la economía que “va bien”, la dinámica social y la institucionalidad política que van mal, los acomodos ocurridos en el postfujimorismo.

También podríamos registrar lo que la CADE y otras iniciativas y gremios empresariales han significado para el propio empresariado. El IPAE (Instituto Peruano de Administración de Empresas, hoy de Acción Empresarial), organizador de la CADE fue fundado en 1959, la CONFIEP (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas) en 1984; estos y otros gremios han servido como vehículos representativos o de expresión de los intereses empresariales a lo largo del tiempo, pero también de sus conflictos, pugnas, diferencias y matices internos.

¿Qué podría decirse de las CADEs de los últimos años? En el pasado las CADEs más parecían plataformas para plantear preocupaciones o reivindicaciones gremiales, mientras que más recientemente se ven como un espacio para reflexionar sobre los problemas que limitan el crecimiento económico del país, una oportunidad para mirar el mediano y plazo plazo. Esto ciertamente expresa el hecho de que el “modelo” ha dejado de estar en discusión en el país; inclusión social, educación, seguridad ciudadana, emergen como asuntos de interés. La pregunta es qué tan representativas son esas preocupaciones del conjunto del empresariado. ¿Son los organizadores de la CADE la elite de una nueva manera de entender la “responsabilidad social empresarial”, o una isla dentro de un mar de empresarios cortoplacistas? De otro lado, ¿hasta qué punto el gran poder empresarial se expresa en estos espacios? Es decir, en el Perú de los últimos años el capital transnacional ocupa un papel central en nuestra economía, desplazando relativamente a los capitales nacionales. ¿Cómo se ubica el gran capital transnacional frente a sus socios locales y frente a los grandes temas del desarrollo nacional?

Finalmente, se extrañan otros espacios de debate equivalentes en el país, donde el eje no sean las preocupaciones empresariales, sino la de los trabajadores y otros sectores. Signo de los tiempos.