miércoles, 28 de agosto de 2013

CVR + 10 (2)

Artículo publicado en el diario La República, domingo 25 de agosto de 2013

¿Cómo mantener vivo el “espíritu” de la Comisión de la Verdad y Reconciliación diez años después de entregado su Informe Final?

En primer lugar, hay una agenda obvia e inmediata que seguirá vigente por muchos años: la referida a las exhumaciones de los miles de sitios de entierro registrados, al enjuiciamiento y sanción de violadores de derechos humanos, a la implementación del Plan Integral de Reparaciones a las comunidades e individuos afectados por la violencia. Acá el desafío precisamente es que esta agenda no se haga eterna: qué tal si nos proponemos cerrar definitivamente todos los asuntos pendientes antes del Bicentenario de la República. Para esto se requiere de un amplio consenso político, institucional, social: ¿qué tal si el gobierno actual y el Acuerdo Nacional toman la iniciativa?

Segundo, en términos institucionales, acaso la institución más directamente vinculada a mantener vivo el legado de la CVR deberá ser el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social. Al respecto, me parece muy atinada la idea, propuesta recientemente por Sofía Macher y por Gonzalo Zegarra, desde orillas diferentes, de que este debe sin duda tomar como referencia central el trabajo de la CVR, pero que debe ir mucho más allá de esta, promoviendo actividades de investigación, reflexión y propuesta para que los hechos ocurridos no se repitan, y que profundizarán, complementarán y contradecirán a la CVR.

Tercero, podría decirse que en la agenda de recomendaciones del IF de la CVR tenemos muchas que ya están en proceso de implementación; muchas otras hoy se muestran como relevantes, pero que no aparecen en el informe (piénsese en la situación del VRAEM, en la militancia etnocacerista y otros); y luego, hay también una suerte de discurso utópico que parece postular que el mensaje de la CVR solo será “cumplido” cuando en el país no exista discriminación y racismo. Vistas las cosas con este maximalismo, es difícil lograr avances. Más sensato es plantearse metas de corto, mediano y largo plazo, que acaso empiecen con ordenanzas municipales en contra de la discriminación y muchas otras medidas concretas, como las que promueve con mucha eficiencia Wilfredo Ardito desde hace varios años.

Finalmente, mantener vivo el espíritu de la CVR implica lograr que su discurso general siga teniendo vigencia práctica. Podría decirse que aquella parte de su discurso que denuncia la situación de exclusión compite con el discurso estatal de inclusión social, que precisamente prioriza la focalización del gasto público en la población más pobre y vulnerable del país. Otra gran parte de su discurso, que hablaba de una escuela pública y de una izquierda con valores autoritarios y dogmáticos, que sirvió de caldo de cultivo y plataforma al Senderismo, en parte está siendo asumida por el Ministerio de Educación. En lo que ciertamente necesitamos avanzar mucho más es en la promoción de la tolerancia y el respeto mutuo dentro de nuestra comunidad política.

martes, 20 de agosto de 2013

CVR + 10

Artículo publicado en el diario La República, domingo 18 de agosto de 2013

La semana que comienza diversos seminarios y actividades recuerdan los diez años de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

Tres años después del informe, la excomisionada Sofía Macher realizó una evaluación del cumplimiento de sus 85 recomendaciones (Recomendaciones y realidades: avances y desafíos en el post- CVR Perú. Lima, IDL, 2007), y el panorama se mostraba matizado, a pesar de cierta “impresión pesimista” que la autora cuestionaba. De hecho, Macher presidió el Consejo de Reparaciones del Ministerio de Justicia hasta hace poco, y resaltaba que el gobierno actual había destinado importantes recursos para políticas de reparaciones individuales y colectivas.

La CVR presentó propuestas en seis grandes áreas: “Reformas institucionales necesarias para hacer real el Estado de derecho y prevenir la violencia (53); Reparaciones integrales a las víctimas (22); Plan Nacional de Sitios de Entierro (1); Mecanismos de seguimiento (1); Memoria (2); y Judicialización de las violaciones a los derechos humanos (6). En cuanto a las reformas institucionales, ellas se subdividen en propuestas de reforma del Estado, de la Defensa y del Orden Interno, de la Administración de Justicia, y de la Educación. Podría decirse que de esas seis áreas, la primera buscaría evitar que los sucesos ocurridos se repitan, mientras que todas las demás giran en torno a temas de reparación y justicia. Si tuviéramos que hacer un ejercicio de evaluación equivalente al que hizo Macher en 2007, creo que podríamos llegar a también a una conclusión matizada: avances en reformas institucionales y en el Plan de Reparaciones, relativo estancamiento en cuanto a exhumaciones en los más de 4000 sitios de entierro registrados, y en cuanto a la judicialización de casos de violaciones a los derechos humanos.

Pero el asunto ahora no es mirar las 85 recomendaciones una por una y evaluar cuánto se han cumplido, sino evaluar su pertinencia en el momento actual. Ciertamente, aquellas referidas a asuntos como reparaciones, justicia y memoria se mantienen vigentes y lo seguirán estando por muchos años. El tema es preguntarnos cómo se ubica la narrativa general de la CVR en el debate político actual. Ella llama la atención sobre asuntos que van desde la necesidad de “respetar la Constitución y el pluralismo democrático”, pasan por desterrar de la escuela pública “visiones simplistas y distorsionadas de la historia y la realidad peruana” que llevan a una “proclividad a la violencia”; y que llegan hasta la necesidad de acabar con la discriminación étnica, racial y de la mujer, la pobreza y el abandono. Moviéndose en un registro tan amplio, el discurso de la CVR hoy pierde especificidad y relevancia frente a otros. Mantener vivo el “espíritu” de la CVR implica pensar en una nueva agenda, que no es más la del propio Informe, y también desarrollar y ampliar su narrativa, de manera que sea más incluyente y no patrimonio de un pequeño círculo de activistas.

miércoles, 14 de agosto de 2013

ALACIP 2015, Lima, PUCP


Les agradecería difundir esta excelente noticia... ya es oficial, y ahora ¡nos espera mucho trabajo! Muchas gracias al Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP) por declarar a la Pontificia Universidad Católica del Perú como sede de su Octavo Congreso. Esperamos con mucha ilusión y entusiasmo a todos los colegas en Lima, en la PUCP, en 2015. Será todo un honor, un gusto, un reto, recibirlos en un evento que queremos sea memorable para todos, y la confianza depositada en nosotros significa un gran apoyo y respaldo. ¡Y nos vemos en el VII Congreso, con los amigos de la Universidad de Los Andes, en Bogotá, del 25 al 27 de setiembre!


ACTUALIZACIÓN, 17 de agosto: Cabe mencionar que la designación de la sede de ALACIP fue resultado de un concurso, cuyas bases pueden verse aquí. El concurso fue llamado en setiembre de 2012, la PUCP presentó su postulación oportunamente en diciembre. Hace unas semanas nuestra postulación fue sometida a votación ante el Comité Ejecutivo, compuesto por 25 miembros (uno de los cuales es este servidor), y fue aprobada por amplia mayoría. Nuevamente, agradecemos la confianza del CE de ALACIP, y ¡los esperamos a todos en Lima, en la PUCP, en 2015!

martes, 13 de agosto de 2013

En pos de la república

Artículo publicado en La República, domingo 11 de agosto de 2013

El año pasado comenté el libro de Hugo Neira, ¿Qué es república? Acaba de aparecer el indispensable libro de Carmen McEvoy, En pos de la República. Ensayos de historia política e intelectual (Lima, Centro de Estudios Bicentenario, Municipalidad de Lima, Asociación Antonio Raimondi, 2013). Pronto aparecerá el libro de Alberto Vergara, Ciudadanos sin República, que espero comentar más adelante. Acaso pueda decirse que, desde vertientes diversas, empieza a darse una reconsideración del ideal republicano como clave no solo para entender mejor la naturaleza de nuestros problemas históricos y actuales, también para pensar en sus soluciones.

Pero corresponde empezar estableciendo en qué consiste ese ideal republicano, y sus similitudes y diferencias con las tradiciones liberal y democrática. Es que en la democracia como régimen político, en el ideario representativo, las tres tradiciones se encuentran fundidas, aunque correspondan a orígenes y tengan contornos diferentes. Para esto resulta muy útil un texto de Guillermo O’Donnell, Accountability horizontal” (1998). Para O’Donnell, lo central en el credo liberal es la idea de que existen ciertos derechos que ningún poder puede transgredir; en el republicano, la noción de servicio público, basada en el respeto a la ley y en la consideración del bien común. Así, para el liberalismo, la vida se desarrolla más plenamente en el ámbito privado; para el republicanismo, en la esfera pública; el primero es defensivo, el segundo elitista, está a la búsqueda de una elite virtuosa. La tradición democrática, por el contrario, es esencialmente igualitaria y participativa. La democracia tiene su origen en Atenas; la república en Roma; el liberalismo en la sociedad feudal y más adelante en la Inglaterra de Locke y la Francia de Montesquieu.

El renovado interés por la tradición republicana sería consecuencia, como sugiere O’Donnell, del hecho de que los desafios políticos que enfrentan nuestros países provengan tanto de un criterio democratista mayoritario, de raigambre populista, que impone una dinámica confrontacional y autoritaria, así como de un neoliberalismo que en nombre del mercado ha debilitado las instituciones y empobrecido la esfera pública.

El libro de McEvoy cubre el periodo que va desde la fundación de la república hasta las primeras décadas del siglo XX, a través del seguimiento de personajes que simbolizan y encarnan la búsqueda de los ideales republicanos (Bernardo de Monteagudo, Juan Espinoza, José Arnaldo Márquez, Juan Bustamante, Pardo, Antonio Raimondi, Francisco García Calderón y Abraham Valdelomar). Aun en un contexto adverso, tienen algunos logros: el convencionalismo liberal de 1955, que llevó a la abolición de la esclavitud y del tributo indígena, y la “república práctica” de Manuel Pardo (1872-1876). Para McEvoy, son referentes que deben ser rescatados y ladrillos necesarios para “formular un proyecto nacional de cara al siglo XXI”. Seguiré con el tema.

lunes, 5 de agosto de 2013

Sobre la “falta de rumbo”

Artículo publicado en La República, domingo 4 de agosto de 2013

Varios analistas políticos han llamado correctamente la atención sobre la “falta de rumbo”, la “falta de liderazgo” y sobre el “aislamiento” del gobierno. Falta también, me parece, intentar explicarlos, más allá de señalar las limitaciones del presidente, la no existencia de su partido, etc.

A mí me parece que estos problemas son consecuencia de que el presidente no está gobernando por ninguna de las rutas por las que se imaginó que discurriría su gobierno, y ha terminado en una en la que no se reconoce en absoluto. Asumir eso le está costando tiempo. Me explico. Ollanta Humala hizo campaña y ganó las elecciones con un esquema de gobierno de centro-izquierda, en el que la idea central era negociar nuevos términos de relación con el capital privado, impulsar el desarrollo de algunas “industrias estratégicas”, intentar una reorientación del modelo de crecimiento. En este esquema, eran claves Salomón Lerner, Kurt Burneo (Producción), Ricardo Giesecke (Ambiente), y Carlos Herrera (Energía). Por razones conocidas, ese camino fue descartado antes de llegar a los cinco meses, y se optó por otro de centro-derecha, en el que más bien la promoción de la inversión privada, nacional y extranjera era el motor de un crecimiento que generaría ingresos tributarios que permitirían la implementación de programas sociales que harían realidad la promesa de la inclusión; el desafío allí era contener la protesta social, con lo cual los ministros clave pasaron a ser Valdés, Castilla y Trivelli. Ese esquema duró poco también (siete meses), y se recompuso ligeramente con Juan Jiménez, quien mantuvo como piezas claves a Castilla y Trivelli, y optó por un camino de diálogo y concertación.

Estamos asistiendo al agotamiento de este modelo. La economía se enfría, los programas sociales focalizados no pueden construir legitimidad política por sí mismos, el gobierno acusa señales de cansancio, lo que lleva a conflictos innecesarios, a contradicciones cada vez mayores. ¿Qué hacer? No es que el gobierno no tenga opciones, ocurre que el presidente no sabe cómo tomarlas. Lo que ocurre es que, como consecuencia de la acción de bajo perfil de ministros y de tecnócratas en diferentes áreas del Estado, resulta que las iniciativas principales del gobierno son la ley del servicio civil, la reforma de la educación (carrera pública y reforma curricular), de la salud (actualmente en gestación) y otras en diferentes sectores. Es decir, el gobierno se perfila como el de la reforma estructural del Estado. El problema es que el presidente jamás se imaginó que las cosas serían así, y no termina de asumir que esa será la clave para sostener su tercer año de gobierno, con lo que no respalda suficientemente las reformas en curso ni las utiliza para construir un nuevo discurso, ni para articular nuevas alianzas políticas.

Paradójicamente, el presidente que temíamos debilitaría las instituciones del Estado ahora su cifra su sobrevivencia política en fortalecerlas.