sábado, 16 de febrero de 2019

¿Cambia algo en regiones y municipios?



Artículo publicado en El Comercio, sábado 16 de febrero de 2019

Las elecciones subnacionales de octubre del año pasado parecen marcar algunas pautas de cambio que merecen ser evaluadas en su consistencia. En términos generales, podría decirse que en el ámbito subnacional los movimientos regionales siguen predominando por sobre los partidos nacionales, pero en una menor medida que en las elecciones anteriores. En 2018 los partidos presentaron más candidatos en el ámbito regional, menos en el municipal, pero obtuvieron más votos, tanto en el ámbito regional como en el municipal. Al mismo tiempo, los partidos lograron elegir más Gobernadores Regionales que antes, pero menos alcaldes. Dentro de los partidos nacionales, cabe destacar el buen desempeño (comparativamente hablando) de Alianza para el Progreso y de Acción Popular, y el desplome tanto del APRA como de Fuerza Popular.

¿Por qué este resultados? En estas elecciones no participaron las organizaciones políticas locales y se impidió la reelección de autoridades subnacionales; en el nuevo contexto, los políticos que se desempeñaban en ámbitos distritales y provinciales parecieron optar preferentemente por postular bajo las banderas de los movimientos regionales, pero también de los partidos nacionales. Vista la política desde lo local, más atractivo parece el logo regional que el partidario; con todo, existe una gran variedad de partidos dispuestos a prestar su inscripción para elecciones subnacionales, lo que ayudaría a entender que hayan sacado más votos a pesar de haber obtenido menos cargos. En el mismo sentido, al analizar el nivel regional, tenemos que la imposibilidad de reelección abrió un poco más la competencia política, y en ese marco la gran disponibilidad de partidos “franquicia” hizo que muchos políticos regionales optaran por participar bajo esas banderas. Así, si miramos el porcentaje de votos obtenidos por los partidos principales en las últimas elecciones regionales no encontraremos grandes cambios (más allá de las señaladas en el párrafo anterior), pero sí al mirar la votación obtenida por partidos nacionales pequeños, agrupados en el rubro “otros”: pasó de 3 a 4% entre 2010 y 2014, pero saltó a 12.9% en 2018.

Para ponerlo en una frase, podría decirse que tuvimos algo menos de movimientos regionales, y algo más de partidos nacionales, pero funcionando todos básicamente como franquicias. Es muy probable que para adelante APP y AP sigan en camino ascendente, pero la fragilidad de los movimientos y partidos franquicia hará que los políticos sigan saltando de grupo en grupo para continuar con sus carreras. Si es que no pone un remedio a esta situación, por supuesto.

Pensando en la gestión pública, los pequeños cambios en la superficie política no se traducen en cambios sustantivos, es más, esos cambios pueden haber empeorado la situación en las regiones y municipios. La prohibición de la reelección ha condenado a todas las unidades subnacionales a un cambio administrativo que complica aún más la gestión de autoridades que llegan al poder sin equipos propiamente dichos. Las nuevas autoridades llegaron el 1 de enero, y rápidamente muchas de ellas, algunas en ámbitos muy precarios, tuvieron que enfrentar graves emergencias, como las asociadas a la temporada de lluvias. A errores y problemas del pasado se suma la inexperiencia de muchos de los recién llegados. La solución, junto al impulso de una reforma política, es hacer avanzar la reforma del Estado y del servicio civil a las regiones y municipios. Sin ellas año a año seguiremos quejándonos de lo poco que se avanza en materia de prevención de desastres.

PPK



Artículo publicado en El Comercio, sábado 9 de febrero de 2019 

El 4 de febrero pasado, el expresidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) presentó su renuncia irrevocable a la presidencia de su partido, Peruanos por el Kambio (PpK). Que él mismo lo haya tenido que hacer recién ante el Comité Ejecutivo Nacional del partido cuyo nombre corresponde a sus siglas personales dice mucho de las formas de hacer política que se han extendido en los últimos años. Las controversias que se han desatado en los últimos días a propósito de la relación entre gobierno y bancada de gobierno también son ilustrativas: ¿es el gobierno de Vizcarra el mismo gobierno que ganó las elecciones de 2016? Por supuesto que sí, en tanto Vizcarra es presidente en tanto miembro de la lista presidencial que encabezó Kuczynski. Sin embargo, Vizcarra no es militante del partido PpK; el Presidente del Consejo de Ministros es parlamentario de Alianza para el Progreso; y el Ministro de Justicia pertenece a la bancada liberal. ¿Gobierno de coalición? De otro lado, la bancada de PpK (el partido) se debate entre estrechar sus vínculos con el gobierno, independizarse del mismo, e incluso pasar a la oposición.

Se ha señalado hasta la saciedad que en los últimos años la política se ha poblado de partidos y movimientos personalistas, con débiles perfiles identitarios. En este contexto, si bien PpK no es la excepción, tampoco es que sea una construcción puramente oportunista. Kuczynski es un personaje político de larga trayectoria, de un perfil que podría caracterizarse como de centro derecha, que a lo largo del tiempo tejió una amplia red de contactos, y ya había tentado la presidencia en 2011 con buenos resultados, quedando en tercer lugar con el 18.5% de los votos. En esa ocasión encabezó la “Alianza por el Gran Cambio”; en realidad, esa alianza tenía como socios principales al PPPC y a APP, lo que debe haber persuadido a Kuczynski de la necesidad de contar con un partido propio para las elecciones de 2016. El gran desafío era pasar de un liderazgo capaz de ganar votos en Lima, a ganarlos a nivel nacional.

Pese a los esfuerzos realizados por PPK como candidato y como partido, los resultados en 2016 fueron muy mediocres. Inesperadamente, Kuczynski pasó a la segunda vuelta con apenas el 21% de los votos, después de una serie de accidentes, pero con una votación concentrada en Lima y Arequipa, y obtuvo apenas 18 parlamentarios, con el 16.5% de la votación congresal. El temor y la desconfianza que despertó el fujimorismo, también de manera inesperada, llevaron a la presidencia a Kuczynski. Pero el fujimorismo tuvo un muy buen desempeño en todo el territorio nacional, lo que le permitió, con el 36.3% de los votos parlamentarios, obtener la mayoría absoluta de los escaños. En la carta de renuncia a la que hacíamos alusión más arriba Kuczynski atribuye esta configuración a la cifra repartidora y al voto preferencial, lo que demuestra que, pese al periodo de reflexión por el que debió haber pasado en los últimos meses, todavía no diagnostica bien los eventos que condujeron a su renuncia.

Tampoco es cierto que ese desenlace se explique por “un complot urdido en la entonces arrolladora oposición parlamentaria”. Esa oposición no tenía los votos suficientes para vacarlo. Su caída se explica por su creciente aislamiento, primero respecto a la oposición, después frente a sus propios aliados, producto de una conducta errática e incoherente. Uno esperaría una mejor comprensión de lo ocurrido después de estos meses de introspección.

Partidos y bancadas



Artículo publicado en El Comercio, sábado 3 de febrero de 2019

La proliferación de nuevas bancadas en el Congreso no es más que el síntoma final de una enfermedad que genera una larga cadena de problemas. En nuestro país, en los últimos años, tenemos una situación en la que en un extremo tenemos partidos sin políticos y en el otro políticos sin partido. Los primeros no tienen candidatos suficientes para la elección de Congreso, y los segundos quieren desarrollar sus carreras llegando al Congreso, pero no tienen partido con el cual llegar. Se establecen así diversas negociaciones. Por supuesto, no todos los partidos son iguales: algunos tienen algún perfil ideológico y ciertas redes construidas a lo largo de los años (el APRA, AP, las izquierdas; APP desde la experiencia regional y municipal, por ejemplo), con lo que arman listas con un perfil mínimamente distinguible; otros son puro cascarón y sobreviven a pesar de no ganar asientos en el parlamento. Algunos partidos son más atractivos que otros para los candidatos, según sus posibilidades de ganar votos según las encuentas; para los partidos, algunos candidatos son más atractivos, según sus posibilidades de ganar votos, basados en sus trayectorias previas, y según la magnitud de los aportes que puedan hacer a la campaña nacional. En estas condiciones, la coherencia y disciplina de los partidos resulta extremadamente baja.

Una vez que los congresistas son electos, es difícil lograr que se mantengan juntos. Las bancadas partidarias de origen, conforme el gobierno y el Congreso pierden aprobación ciudadana, dejan de ser un vehículo atractivo para la elección siguiente. Las tendencias centrífugas tienden a hacerse más grandes. Viendo los últimos Congresos, tenemos que en 2001 iniciaron cinco grupos, pero terminaron siendo ocho al final, produciéndose 27 deserciones; en 2006 iniciaron cinco, pero terminaron nueve, con 46 deserciones; en 2011 iniciaron seis, y terminaron nueve, con 47 deserciones; en 2016 iniciaron seis, y ya vamos por diez, con 37 deserciones.

Como se ve, no es un fenómeno nuevo ni esta vez es la que ha tenido más “cambios de camiseta” (hasta el momento). En 2001, las deserciones en Perú Posible (pasó de 47 a 32 miembros) hicieron que el gobierno de Toledo perdiera la mayoría, la presidencia del Congreso y limitaron mucho la capacidad de aprobar leyes; en 2006, el gobierno del APRA no sufrió tanto, porque la fragmentación afectó sobre todo al principal grupo opositor, Unión del Perú, que pasó de 42 a quedarse con solo 7 miembros. En 2011, el Partido Nacionalista perdió la mayoría, al pasar de tener 47 congresistas a solo 26, y también la presidencia del Congreso, limitándose nuevamente su posibilidad de aprobar leyes. En el Congreso actual, es muy probable que Fuerza Popular también pierda la presidencia a partir de julio.

¿El eventual cambio en la presidencia del Congreso (y en las presidencias y composición de comisiones) cambiará mucho las cosas? La capacidad de vetar leyes por parte de FP ha disminuído, pero no desaparecido; esta vez necesita construir puentes con otros sectores, no le basta la fuerza propia, y lo puede hacer. Y la capacidad de aprobar leyes del parte del ejecutivo mejora por el lado del debilitamiento de un eventual veto de FP, pero se ha hecho más trabajoso armar mayoría, al haber ahora más grupos que antes con lo cuales negociar. Las cosas han cambiado, pero no tanto en realidad. Sigue quedando pendiente el reto de fortalecer los partidos y la representación política.

Petkoff y la Venezuela actual



Artículo publicado en El Comercio, sábado 26 de enero de 2019

Hace unos meses, el 31 de octubre del año pasado, falleció Teodoro Petkoff, a los 86 años, después de una larga enfermedad. Para las nuevas generaciones, Petkoff era el director de un combativo periódico venezolano de oposición al chavismo, Tal Cual, que terminó sus días siendo objetivo de varias denuncias por parte del gobierno; Diosdaro Cabello demandó por difamación e injuria no solo a un articulista del diario, también a su director y sus accionistas. Así, Petkoff tuvo una injusta orden de impedimento de salida del país, que no solo le impidió viajar a Madrid a recibir el premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística en 2015, sino que lo obligaba a presentarse semanalmente a los juzgados a los 83 años.

Pero Petkoff no solo fue uno de los más duros críticos al autoritarismo de los presidentes Chávez y Maduro. Fue y es también una figura emblemática para la izquierda latinoamericana. Cuando estudiante, participó en acciones de protesta contra la dictadura de Pérez Jiménez (1953-1958). En 1962, bajo la influencia de la revolución cubana, y como parte del Partido Comunista de Venezuela, integró el grupo guerrillero Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN); fue apresado tres veces entre 1963 y 1969, fugándose de prisión en las primeras oportunidades. En la tercera fue amnistiado por el presidente Caldera. En 1968 lideró un giro muy profundo a favor de la democracia.

Diversos académicos peruanos se han referido a la “generación del 68” para explicar la influencia de las ideas de izquierda revolucionaria entre los jóvenes universitarios peruanos, refiréndose a los sucesos de mayo en Francia y al golpe de Estado del General Velasco, entre otros. Para Petkoff, 1968 remite a otro acontecimiento: la “primavera de Praga” y la invasión soviética de la antigua Checoslovaquia. Es decir, la toma de conciencia de la importancia de las libertades democráticas, del rechazo al autoritarismo y a las lógicas que justifican prácticas opresivas en nombre de nobles intenciones revolucionarias, que en realidad encubren la corrupción y el afán de poder de las cúpulas gubernamentales. Esto dio lugar a la publicación de su libro Checoslovaquia: el socialismo como problema, de 1969, un hito fundamental en la historia de las izquierdas en la región, y el primer paso de su conversión democrática.

Acorde a esta nueva orientación, en 1971, fundó el Movimiento al Socialismo, pionero en tener una orientación socialista democrática. Gabriel García Márquez ganó en 1972 el premio Rómulo Gallegos por Cien años de soledad, y donó el dinero del premio al MAS, para apoyar su participación en las elecciones de 1973, en las que Petkoff fue electo diputado. Más adelante fue ministro en el segundo mandato del presidente Caldera (1994 -1999). En las elecciones de 1998 el MAS se integró a la alianza liderada por el Movimiento Quinta República y apoyó la candidatura de Hugo Chávez; Petkoff decidió renunciar al MAS, es decir, desde muy temprano advirtió los riesgos implícitos en la elección de Chávez.

Desde entonces, Petkoff se dedicó al periodismo, con una fuerte línea de oposición al chavismo, que caracterizó como “personalista, con fuertes rasgos de militarismo, mesianismo, caudillismo y autoritarismo”. Criticó a la izquierda “borbónica, conservadora y no democrática” que todavía se encandilaba con sus discursos, animada por su supuesta “resistencia frente al imperialismo”. Nos hace falta Don Teodoro, para darle forma a una línea de rechazo a Maduro y también de “construcción de un destino común frente a la hegemonía norteamericana”.