martes, 15 de diciembre de 2015

¿Quién es Ollanta Humala?

Artículo publicado en La República, domingo 13 de diciembre de 2015

Muchos asistentes en la última CADE comentaron que la presentación que hiciera el presidente Ollanta Humala fue una de las mejores que haya tenido en los últimos tiempos. Transmitió convicción, confianza, firmeza, propósito. Yo diría que transmitió contar con una identidad, hacía tiempo perdida. Y muy diferente a la que se imaginó tener al inicio de su mandato.

Humala ganó las elecciones buscando hacer la “Gran Transformación”, morigerada por la necesaria “Hoja de ruta”. Rápidamente las circunstancias lo convencieron de que el giro táctico debía convertirse en eje de una nueva identidad. Teniendo que optar entre sus convicciones primigenias, los aliados que lo habían acompañado, y los cambios que le imponía el gobernar, optó por lo segundo. Fue como decidir amputarse el brazo izquierdo, y acaso se convenció de que hacerlo era un acto de valor y responsabilidad castrense; en el convencimiento de que esto era justo y necesario Nadine Heredia cumplió un papel fundamental. Con todo, la dupla Castilla – Trivelli, estabilidad y crecimiento más política social e inclusión, que le funcionó en los dos primeros años, le daban todavía un vínculo con su antigua identidad. Pero a partir del tercer año de gobierno, después del fracaso de la apuesta por César Villanueva en el Consejo de Ministros, al presidente empezó a percibírsele como perdido, y entonces el papel de Nadine Heredia se hizo más preponderante. Y desde entonces, los errores e intromisiones de esta hicieron que dejara de cumplir un papel estabilizador, sino de debilitamiento del gobierno.

Recién en el ultimo año de gobierno, cuando el presidente crecientemente asume el perfil de un lame duck, al que prácticamente no vale la pena golpear porque deja de ser un actor relevante, cuando Humala debe pensar más bien en su futuro como expresidente, este parece haber descubierto una inesperada identidad: el presidente de las reformas tecnocráticas. De lo que se trata ahora es de mantener las políticas sociales de combate a la pobreza, la reforma magisterial, la reforma de la policía, la reforma del servicio civil, la estabilidad macroeconómica, el plan de diversificación productiva. Inesperadamente, el legado del gobierno de Ollanta Humala será un conjunto de reformas de “segunda generación”, que se ven amenazadas por lógicas efectistas y cortoplacistas. Además, esta nueva identidad le proporciona un discurso que le permite distinguirse de propuestas asociadas a la corrupción y la destrucción institucional, del populismo económico, del “piloto automático” de gobiernos anteriores. En el último CADE, por ello, todos los ministros de Estado y el propio presidente Humala generaron una excelente impresión y aparecieron mucho más en sintonía con los desafíos futuros del país que los candidatos presidenciales.

Lástima que una muy mala gestión política y el “ruido político” asociado a este hayan impedido que el humalismo pudiera construir una alternativa, que efectivamente pone en riesgo las reformas que impulsó.

CADE cómo

Artículo publicado en La República, domingo 6 de diciembre de 2015

Las instituciones, diría que fue uno de los grandes temas de la CADE que terminó el viernes pasado. Desde la reiterada constatación de la disparidad entre los logros económico-sociales y el atraso en la dimensión institucional; hasta la evidencia de que no será posible seguir creciendo en el actual contexto “post-boom” sin reformas que enfrenten la corrupcción y la inseguridad. Desde Moisés Naím, llamando la atención sobre la importancia de reformar el Poder Judicial, hasta los pequeños empresarios que señalaron a la corrupción y a la arbitrariedad de la autoridad como el principal obstáculo para su desarrollo.

La gran pregunta es el cómo. Fue también Naím quien llamó la atención sobre el asunto, y avanzó en señalar que se deben establecer prioridades; habló de la importancia del liderazgo político y de la construcción de consensos. Permítanme seguir en la reflexión sobre el cómo, en una nota premeditadamente optimista y voluntarista.

En primer lugar, ningún candidato tiene en principio alguna idea fuerte respecto al tema (prácticamente no hablaron del asunto en la CADE); por lo tanto, no tienen tampoco en principio ninguna razón para oponerse. En tanto siga siendo un tema presente en la agenda pública (para lo cual la presión de la sociedad es la clave) se verán presionados a dar algún tipo de respuesta. Segundo, esas respuestas existen, y hay un importante grado de consenso sobre ellas entre las élites sociales, expresadas en la propuesta que presentara la Asociación Civil Transparencia. Ambos factores constituyen la “ventana de oportunidad” para las reformas (resulta clave debatir esa agenda en los primeros días del próximo gobierno, antes de que la ventana se cierre). Tercero: hay dos grandes caminos de reforma institucional; una lógica de big bang integral y omnicomprensivo, que seguramente será muy difícil de lograr. Pero también ocurren grandes cambios sobre la base de la acumulación de reformas puntuales, parciales, siempre y cuando se trate de esfuerzos persistentes y complementarios, y en tanto tengan valor “estratégico”: que vayan desencadenando dinámicas que lentamente hagan crecientemente costoso desandar el camino. Esto explica los avances que hemos realizado en los últimos años en educación y políticas sociales, por ejemplo.

¿Cuáles serían algunas de esas reformas estratégicas? Lanzo algunas de las 32 que presentó Transparencia en la CADE: la consolidación de la reforma del servicio civil, y su ampliación al Congreso y los ámbitos regionales y municipales; el cambio en las funciones de la Corte Suprema de Justicia, para que deje de ser última instancia procesal, y sea más bien un agente de reformas y fiscalización; cambiar la lógica de funcionamiento del Congreso, fortaleciendo bancadas y comisiones, por encima de individuos y reparto de cuotas de poder; y una reforma electoral que transparente el financiamiento privado, que establezca mecanismos de democracia interna y permita la eliminación del voto preferencial.

Paradojas políticas

Artículo publicado en La República, domingo 29 de noviembre de 2015

Según la reciente encuesta de GFK, “Los peruanos y la política”, un 50% de los peruanos se encuentra insatisfecho con la democracia. Ya sea porque son conformistas o porque ya perdieron la esperanza, resulta que a un 56% de los peruanos no les interesa la política. Este grupo mayoritario no está satisfecho con las opciones electorales principales, pero como no sigue los acontecimientos políticos, simplemente no se entera de que existen más y acaso mejores opciones. Así, si bien se demandan y esperan opciones políticas nuevas o renovadas, los electores no dan oportunidad para que ellas emerjan. Cerca a un 25% de los electores define su voto en la semana previa a la elección, centrando su atención en los candidatos con mayor visibilidad y opción de triunfo, y se termina votando por opciones que terminan ahondando la insatisfacción con la democracia y el desinterés en la política.

A favor de los electores desconectados, habría que señalar que quienes pretenden aparecer como nuevas opciones resultan siendo relativamente negligentes en su tarea política. Hacer política en un país con más de 20 millones de electores, en donde el interés en lo político es tan escaso, en donde los electores son tan desconfiados, y en el que los ciudadanos se informan mayoritariamente a través de medios a los cuales es difícil y costoso acceder (televisión, diarios, radio) y solo marginalmente a través de medios electrónicos más accesibles, requiere iniciativas de largo plazo, de amplia convocatoria, de recursos importantes; cualquier aspirante a outsider o underdog tiene que entender y asumir eso. La experiencia del gran número de aspirantes presidenciales incapaces de pasar la barrera del 1% en esta elección ha sido muy ilustrativa. Los electores buscan opciones que no conocen, y quienes ofrecen novedades se invisibilizan. No es casualidad que los cinco candidatos que hoy aparecen como protagonistas de las próximas elecciones estén donde están.

Otra dimensión de esta paradoja es que si bien los ciudadanos manifiestan aspiraciones de cambio y renovación, también en estas elecciones manifiestan gran preocupación por los problemas de inseguridad, y un 82% de los encuestados piensa que se necesita “mano dura” para gobernar. Esa “mano dura” acaso sea considerada como necesaria no solo para enfrentar la delincuencia, sino en general como una aproximación a los complejos problemas del país. Así, Ollanta Humala en los últimos años habría concitado un importante respaldo electoral no solo por perfilarse como una alternativa de izquierda o antisistema, sino porque siendo militar encajaba con la imagen de alguien decidido a “hacer lo necesario” para enfrentar las tareas necesarias para solucionar los problemas. Por esa razón, no debería uno sorprenderse de encontrar votantes humalistas optando por Keiko Fujimori en estas elecciones sin ningún sentido de contradicción. Se necesita mano dura, o cuando menos maña o experiencia, todo lo cual limita las opciones alternativas.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

André Glucksmann y París

Artículo publicado en La República, domingo 22 de noviembre de 2015

El día 9 de este mes falleció el filósofo francés André Glucksmann (1937-2015). Su trayectoria intelectual y sus temas de interés son de lo más pertinentes, más todavía después de los atentados terroristas del 13 de noviembre pasado en la ciudad de París.

Glucksmann podría ser considerado parte de un grupo intelectual formado en la izquierda en la década de los años sesenta, pero que desde los setenta asumieron posiciones sumamente críticas con el marxismo y el socialismo real, especialmente después de conocerse la existencia de campos de concentración y de masivas violaciones a los derechos humanos en la Unión Soviética. Hasta ese momento, los brillantes intelectuales de izquierda franceses, representados por Sartre, fueron ambiguos al respecto, así que la nueva generación asumió un perfil claramente distintivo. Desde entonces, Glucksmann aparece vinculada a la causa de la defensa de los derechos humanos, agredidos tanto por gobiernos de izquierda como de derecha; pero además, desarrolló una suerte de vertiente “realista” que lo alejó del pacificismo. En los últimos años apoyó por ejemplo la intervención militar en Afganistán e Irak, o la intervención militar israelí en la franja de Gaza. En ese contexto, también llamó la atención por la escasa atención prestada a los crímenes cometidos por fundamentalistas islámicos contra población islámica o árabe. En el contexto francés, este camino lo llevó a tomar partido por Nicolas Sarkozy en las elecciones de 2007.

Esta evolución se da en el contexto de la cada vez mayor visibilidad de intelectuales de derecha en el contexto académico y en el espacio público francés, que marca una gran contraste con las imágenes de décadas atrás. Estos buscan de alguna manera recuperar la “grandeza” francesa supuestamente perdida en las últimas décadas. Para ello, correspondería dejar de subordinarse a las coordenadas del pensamiento político y cultura anglosajona, marcados por los límites de la “corrección política”. Otra amenaza a la cultura e identidad francesa sería la creciente inmigración árabe, que lleva a revalorar la supuesta “identidad tradicional” francesa, y al rechazo a los “sentimientos de culpa postcoloniales”. Sentidos comunes que han ido en paralelo con el desarrollo de una derecha crecientemente xenofóbica, antieuropeísta y conservadora.

Después de los atentados terroristas en París, crece la preocupación porque Francia pueda seguir ese camino. Una reacción primaria puede acentuar respuestas militaristas, xenofóbicas, una exaltación nacionalista, frente a respuestas que prioricen el trabajo de inteligencia, un trabajo que sepa distinguir los grupos radicales y fundamentalistas islámicos del mundo árabe y musulmán, reconocer el carácter multicultural francés. Hace unos años, con la celebración del campeonato mundial de fútbol de 1998, bajo la capitanía de Zinédine Zidane, de origen argelino, Francia parecía celebrar también su carácter multi étnico y multicultural. ¿Quedó ese espíritu detrás? Veremos.

Sociedad civil: luces y sombras

Artículo publicado en La República, domingo 15 de noviembre de 2015

En nuestro ordenamiento constitucional, se busca cierto equilibrio entre la autonomía con la que deben contar tanto los representantes electos como otras autoridades, y la participación de la sociedad civil. Parece una buena idea: los políticos, jueces y fiscales tienden a desarrollar lógicas corporativas, elitistas y excluyentes que buscan ser contrarrestadas con diferentes mecanismos de control y participación ciudadana. Así por ejemplo, creamos instituciones como el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), donde cinco de sus siete miembros provienen de la sociedad civil (colegios de abogados, otros colegios profesionales, rectores de universidades privadas y públicas).

Pero así como los políticos y corporaciones como la que componen jueces y fiscales pueden desarrollar lógicas cerradas y excluyentes, también la sociedad civil. Los espacios participativos pueden ser capturados por minorías activas, por grupos mafiosos, por élites locales. Los debates recientes sobre la aplicación de la nueva ley universitaria han puesto de manifiesto que muchos rectores de universidades públicas y privadas están muy lejos de representar los intereses ciudadanos y de velar por la defensa de los intereses generales de sociedad. En el mismo sentido, los colegios profesionales no siempre representan a los egresados y graduados de las universidades, y están muy lejos de velar por el cumplimiento de altos estándares éticos, académicos y profesionales. Es más, se percibe que algunas de esas instancias han sido capturadas por minorías bien organizadas que buscan llegar al CNM porque la perciben como fuente de enriquecimiento mediante prácticas corruptas. Afortunadamente, es también la presión de otras instancias de la sociedad civil la que ha permitido contener algunas de sus muestras más escandalosas.

Pero más allá de pedir la renuncia de los actuales miembros del CNM, acaso corresponda repensar la manera en que se les elige. Y no parece ser suficiente pedir elecciones directas, universales y secretas de los representantes de los colegios profesionales. Si los colegios no funcionan bien, ¿tiene sentido insistir en su protagonismo? ¿Y en el de los rectores de las universidades?

Recientemente, la Asociación Civil Transparencia, de la que formo parte, ha sometido al debate una reforma del CNM, basada en la idea de que su conformación debería basarse en instituciones que han demostrado mejores estándares de desempeño: así, se propone una conformación donde se mantiene la presencia de un miembro designado por la Corte Suprema, pero los otros serían designados por el Tribunal Constitucional, por la Defensoría del Pueblo, por el Banco Central de Reserva, y tres miembros seleccionados en concurso público organizado por el JNE con el soporte organizativo de la Autoridad Nacional del Servicio Civil. Por supuesto que es una propuesta perfectible, lo importante es abrir un debate más sustantivo sobre las reformas necesarias para mejorar el acceso a la justicia en el país.

Medios y opinión pública

Artículo publicado en La República, domingo 8 de noviembre de 2015

Desde estas páginas, mi colega y amigo Eduardo Dargent está impulsando una necesaria discusión sobre los medios de comunicación y sus políticas informativas.

Como dice Dargent, para empezar habría que distinguir el mundo de Lima de aquel del conjunto del país, en donde los medios locales resultan más influyentes y muestran otro tipo de orientaciones. En cuanto a Lima, habría que registrar algunos cambios significativos; en la radio se han multiplicado emisoras y espacios de conversación y debate sobre temas políticos, conducidos además muchas veces por periodistas que también tienen espacios en la televisión. Se extraña eso sí mucho más pluralismo. En la prensa escrita, está el debate sobre la concentración de la propiedad de los medios; acaso en parte para contrarrestar los cuestionamientos, Perú 21 se esfuerza por desarrollar una línea informativa más transparente, y ha establecido la figura del Defensor del Lector. En El Comercio se ha buscado fortalecer y profesionalizar las direcciones periodísticas, distanciándolas de los intereses de los propietarios. De otro lado está este diario, de cuya conducta juzgarán los lectores, y otros medios con tendencias muy diversas y tirajes menores, en donde acaso la menor lectoría parece eximirlos de presentar líneas periodísticas más formales.

Como dice Dargent, el gran déficit parece estar en la televisión, sobre cuya influencia no es necesario argumentar. Aquí no solo está la limitación de programas de discusión y el escaso tiempo dado a la información política dentro de los espacios noticiosos. El autosometimiento a la dictadura de la sintonía hace además que en ellos prime cada vez más la truculencia y el morbo antes que la información propiamente dicha. Los que pueden escapan al cable o la televisión por internet, quedando el gran público sin oportunidades. El canal del Estado podría ser un contrapeso, pero sufre hasta ahora de su excesiva dependencia del gobierno de turno. Al final los televidentes también resienten estos problemas, que se expresan en la desconfianza que muestran los ciudadanos respecto a la información que les llega de este medio.

Este círculo vicioso se expresa también en el escaso pluralismo televisivo en cuanto a sus orientaciones informativas. El conservadurismo de la sociedad limeña limita la cobertura de visiones que desafíen sus sentidos comunes, lo que termina reforzando el conservadurismo. Esto solo podría enfrentarse con un periodismo televisivo más profesional, que se imponga el deber de informar con un mínimo de objetividad y equidad las visiones y versiones de todas las partes relevantes. La presencia de Clara Elvira Ospina en América Televisión y de Augusto Alvarez en Frecuencia Latina en principio buscan ese propósito, pero estamos muy lejos de donde deberíamos. Urge mucho mayor discusión sobre cómo evitar que los medios terminen contribuyendo involuntariamente al empobrecimiento del espacio público. Los periodistas más concientes tendrían para empezar mucho que decir.

¿Una nueva etapa en América Latina?

Artículo publicado en La República, domingo 1 de noviembre de 2015

Se comenta mucho en todo América Latina del final del ciclo 2003-2012, marcado por precios altos de nuestros productos primarios de exportación y altas tasas de crecimiento, y nos preguntamos sobre sus consecuencias económicas y sociales. Cabe preguntarse también sobre las consecuencias políticas.

Este ciclo que termina se dio después de una grave crisis entre 1999 y 2002, que a su vez puso fin a una década de crecimiento económico, asociado a la aplicación de políticas neoliberales de ajuste y reforma estructural. Yendo más atrás, el crecimiento de la década de los noventa puso fin a la crisis de la “década perdida”, la de los años ochenta. Así, los años noventa fueron los años del descrédito del populismo económico, y de la hegemonía neoliberal; la crisis 1999-2002 del descrédito neoliberal y la búsqueda de alternativas, que dieron lugar al llamado “giro a la izquierda” en toda la región. Así, del fracaso en los intentos de implementar políticas neoliberales emergieron Hugo Chávez y Rafael Correa, y de la crisis de la políticas neoliberales efectivamente aplicadas emergieron el Kirchnerismo y Evo Morales. En otros países, como Uruguay, Chile y Brasil, de maneras menos dramáticas se dieron desplazamientos hacia posiciones de izquierda con mayor énfasis redistributivo, aunque sin retóricas antisistema. En otros países la continuidad de políticas orientadas al mercado se mantuvo, pero las izquierdas y movimientos contestatarios ganaron mayor presencia (México, Colombia), e incluso llegaron a la presidencia, aunque sin consecuencias (Perú con Humala).

Así como el crecimiento de los últimos años legitimó a los gobernantes en el poder (tanto de izquierda como de derecha), lo que se tradujo en altos niveles de popularidad y cierta continuidad oficialista (no en el Perú, por supuesto), la desaceleración empieza a complicarla. Pero no está claro que la complicación lleve al recambio, así como desaceleración no es igual a crisis. En el campo de la izquierda los liderazgos de Morales y Correa se ven firmes, pero también hay situaciones problemáticas en Venezuela, Brasil, Argentina y Chile, aunque las razones para esos problemas son muy diferentes en cada caso. Más que sufrir las consecuencias de la desaceleración, pagan el precio de problemas de autoritarismo, un ejercicio desprolijo del poder, o escándalos de corrupción de diferente tipo. Algo similar podría decirse de gobiernos que siguen una orientación más a la derecha.

De este modo, no podría afirmarse, al menos no todavía, que estemos ante una tendencia firme de cambio en un sentido definido; a diferencia del pasado, en el que el descrédito del populismo económico llevó al neoliberalismo, y el descrédito de éste al “giro a la izquierda”. La desaceleración afecta a gobiernos de diferente orientación, pero más que por ésta la ciudadanía está molesta por problemas de inseguridad, corrupción, arbitrariedad en el poder. Y ese descontento puede canalizarse por muchas vías, no necesariamente ideológicas.

Candidatos (2)

Artículo publicado en La República, domingo 25 de octubre de 2015

La década de los años ochenta es la del intento fracasado de construcción de un sistema de partidos, y la de los noventa es la de la antipolítica, como decía Carlos Iván Degregori; desde 2000, hemos vivido una suerte de enfrentamiento entre alguna figura que representa la continuidad de un embrionario nuevo sistema político y otra que lo desafía. En 2000, Fujimori frente a un emergente Toledo, aunque el cuestionamiento de éste era institucional frente a un gobierno autoritario, no involucrando al modelo económico. En 2001 este liderazgo emergente frente a la vuelta de liderazgos consolidados como los de García y Flores. En 2006, Humala expresó nítidamente el cuestionamiento frontal al sistema, especialmente en lo económico, frente a García y Flores. En 2011 nuevamente Humala, frente a K. Fujimori. Desde entonces se empezó a percibir que para ganar Humala necesitó moderar su discurso. En ese momento, después de años de crecimiento, parecía que el país “integrado” resultaba mayoritario frente al “excluído”. ¿Estamos viendo eso ahora? Los cinco candidatos con mayor opción de voto representan diversas formas de continuidad institucional y económica, de allí que sus discursos se parezcan tanto y que se distingan más bien por calidades o trayectorias personales. Acaso la importancia que se le asigna al tema de la inseguridad ciudadana haya también desdibujado el clivaje sistema – antisistema. Por supuesto que eso puede cambiar, la pregunta es si ese cambio se dará de aquí a abril. Esa sería la novedad de esta elección.

¿Emergerá desde el mundo del 1 ó 2% algún candidato que pueda ser protagonista de la elección presidencial del próximo año? Para ello se necesita contar con un mínimo de reconocimiento y de credibilidad, y casi ninguno lo tiene. Es muy tarde para hacerse conocidos ante una ciudadanía sin entusiasmo y desatenta y muy temprano para intentar compensar esa carencia con una gran inversión publicitaria. Desde la izquierda, además, la dispersión conspira contra las opciones de cada uno de los contendores. ¿Y el partido de gobierno? Contando con el apoyo discreto de la maquinaria gubernamental, podría en principio aspirar a pasar la valla electoral del 5%. ¿Logrará Von Hesse evitar la historia de Jeannete Enmanuel y Rafael Belaunde como candidatos de Perú Posible en 2006 y de Mercedes Aráoz como candidata del APRA en 2011? El problema es que el perfil de su candidatura rompe del todo con lo que queda de las bases y los orígenes del Partido Nacionalista. Pierde el carácter izquierdoso y provinciano que todavía le queda, desaprovecha la oportunidad de ocupar un espacio de centro-izquierda todavía vacío, queda muy cerca a la imagen de Kuczynski (tecnócrata sensible), aparece como sacado de la manga por la poderosa Secretaria General del Partido. Hace cinco años Mercedes Aráoz tampoco logró entusiasmar al aparato partidario, y su candidatura terminó colapsando. Aunque esta vez el apoyo desde arriba parece más decidido.

Candidatos

Artículo publicado en La República, domingo 18 de octubre de 2015

Los periodistas entrevistan a lo precandidatos presidenciales, y les preguntan por cuáles les parecen los principales problemas del país, poniéndo énfasis en la desaceleración del crecimiento económico y la creciente inseguridad ciudadana, y qué harían para solucionarlos en su eventual gobierno. Los candidatos entonces, si están más hacia la derecha, hablarán de promover la inversión, para lo cual se requiere liderazgo y eliminar las trabas burocráticas, y si están más a la izquierda, de la necesidad de diversificar nuestra economía y no depender solo de las exportaciones de minerales. En cuanto a la seguridad, más a la derecha se hablará de usar a las Fuerzas Armadas para complementar el trabajo policial y endurecer las penas, y más a la izquierda se hablará de hacer trabajo de prevención y de coordinar mejor la acción de los actores involucrados en el combate al crimen. Todos hablarán después de la importancia de mejorar la calidad de la educación, del acceso a la salud, de erradicar la pobreza, de cubrir los défictis de infraestructura, con énfasis en la competitividad global desde la derecha o en la integración social desde la izquierda. Esperemos que conforme avance la campaña haya más precisiones (sobre todo: ¿qué piensan hacer mejor o diferente a lo que el gobierno actual está intentando hacer?), pero no me parece que quepa esperar demasiado. Esta relativa monotonía no es del todo mala: por fin no tenemos actores significativos que planteen acabar con todo y empezar desde cero, por fin podremos plantearnos políticas de Estado y continuidad, con correcciones, en el rumbo de las políticas públicas.

Por este relativo monocromatismo, y también por la devaluación de los discursos, es que buena parte del electorado juzga a los candidatos desde un punto de vista más centrado en persona, por así decirlo. Al margen de lo que digan, algunas figuras despiertan confianza, simpatía, adhesión, expectativa. Ya sea porque tienen o representan la experiencia o las mañas necesarias para hacer lo que se tenga que hacer, demostradas a lo largo de su trayectoria (K. Fujimori, Kuczynski, García), o porque puedo identificarme con ellos por compartir similares orígenes sociales o culturales (Toledo, Acuña). Pero toda estrategia impone también riesgos, porque la experiencia y mañosería también se convierten en corrupción y falta de escrúpulos, y la identificación social también se despinta por la falta de credibilidad. En este cuadro, se extraña una figura que se presente como quien será capaz de hacer lo que hay que hacer porque no temerá enfrentarse a las mafias, intereses y poderes que imponen el actual estado de cosas: ese es el espacio que ocupó Humala en 2006 y 2011, que intentó ocupar Urresti en algún momento, y que aparece todavía sin representar. Ese espacio lo podría ocupar alguna candidatura de izquierda, si es que deja de manejar un discurso tan ideológico, lo traduce en iniciativas concretas para las personas, y lo expresa en alguna figura creíble.

Perú en el mundo

Artículo publicado en La República, domingo 11 de octubre de 2015

Hoy termina la Junta Anual de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), con delegaciones de 188 países, celebrada en Lima. Esta reunión solo se ha realizado tres veces en América Latina, en 1952 en ciudad de México, en 1967 en Río de Janeiro, y ahora en Lima. La selección de Perú como sede no es casual, es un reconocimiento al buen desempeño económico peruano de los últimos años.

Si bien es exagerado hablar de un “milagro” peruano, no se puede negar que nuestro desempeño reciente en cuanto a crecimiento ha sido notable, comparado con nuestro propio pasado inmediato y a la luz del contexto regional y mundial. Crecimos mucho más que antes, y más que los demás. Esas tasas de crecimiento además explican una importante caída en los niveles de pobreza, y una ligera disminución en nuestros niveles de desigualdad global (aunque en algunas dimensiones pueda haberse exacerbado). Aún ahora, con la desaceleración del crecimiento en todo el mundo, y mayores niveles de incertidumbre por el futuro de la economía China y el cambio en la política monetaria de los Estados Unidos, seguimos creciendo a tasas mayores que los demás. El problema es que con esos menores niveles, no será posible continuar con la reducción de la pobreza. Como dijo la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, citando a Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

¿Qué hacer? ¿Cuál es la agenda para los próximos años? En la Junta de Gobernadores se habló de impulsar el crecimiento pero atendiendo también la desigualdad social (incluso, que mejoras en la equidad resultan beneficiosas para el crecimiento); de la necesidad de diversificar la actividad económica, para reducir la vulnerabilidad frente a los mercados internacionales; de hacer que las actividades extractivas respeten la cultura y dignidad de las comunidades afectadas por ellas; de fortalecer la institucionalidad estatal, entre otros temas. Llama poderosamente la atención lo lejanas que resultan las percepciones y las agendas domésticas respecto a cómo se mira al Perú y los temas que se discuten en el mundo.

En cuanto a la mayoría de medios de comunicación, pareciera que estas discusiones se vieran como “distracciones” respecto a los “verdaderos” (¿?) temas de interés, de nuestra pequeñita agenda local. Desde sectores de izquierda, se critica la reunión de la Junta de Gobernadores, sin reparar que allí se están planteando cosas que podrían fundamentar sus críticas al modelo de desarrollo vigente; desde sectores de derecha, se persiste en la idea de insistir en la gran inversión minera como única salida y en mirar a las protestas sociales como fruto de complot. Y en cuanto a nuestros políticos y aspirantes a candidatos a la presidencia, parecen no haberse enterado de la reunión. ¿Cuáles son sus propuestas para lograr mayores tasas de crecimiento económico y seguir reduciendo la pobreza en el nuevo contexto global? ¿Qué hay en cuanto a propuestas de construcción de capacidades institucionales?

lunes, 5 de octubre de 2015

Reforma política de Transparencia


Hace unas semanas comenté que en la Asociación Civil Transparencia, institución de la que soy parte, preparamos una propuesta de reforma política. Ella puede ser leída aquí.

Una más sobre Keiko en Harvard

Artículo publicado en La República, domingo 4 de octubre de 2015

Hasta ahora, Keiko Fujimori carece de un perfil propio, más allá de ser proyectada como una imagen más amable del rostro de su padre. Fue primera dama desde 1994, a los 19 años, y al inicio era solo la acompañante de su padre. Intentó marcar alguna distancia de Vladimiro Montesinos hacia el final del fujimorismo, pero Keiko no tenía entonces mayor peso político. Fue la congresista más votada en 2006, pero bajo la candidatura presidencial de Martha Chávez; y como líder de bancada, no marcó tampoco diferencias. Acaso no había necesidad, porque el gobierno de García asumió y legitimó gran parte de los sentidos comunes del fujimorismo. En 2011 Keiko F. como candidata obtuvo el 23.6% de los votos, quizá no a pesar, sino precisamente por, la candidatura de su padre al senado japonés en 2007 y su extradición y condena a 25 de prisión en 2009. Además, al enfrentarse a Humala en segunda vuelta, Keiko F. quedó muy naturalmente alineada con los sectores conservadores con lo cual tampoco tenía cómo destacar un perfil distintivo. En esa campaña pudo registrarse una lucha faccional de baja intensidad entre “albertistas” y “keikistas” que ha continuado hasta ahora, pero es claro que en esa elección el primero tuvo un peso decisivo.

Desde entonces Keiko F. ha estado muy activa haciendo una campaña de bajo perfil construyendo la candidatura de 2016. La inercia del apoyo del fujimorismo como identidad política difusa la pone encabezando cómodamente las encuestas de intención de voto, sin necesidad de desarrollar grandes iniciativas. Desde esta perspectiva, acaso lo que más le convendría sería seguir dejándose llevar, y solo encender motores cuando quede claro con quién se enfrentaría en segunda vuelta. En otras palabras, no habría ninguna “necesidad” de aceptar una riesgosa invitación a hacer una presentación pública en la Universidad de Harvard. Acaso la necesidad se ubique a un nivel psicológico, por fin mostrar independencia frente al entorno que la rodea; y responda a la necesidad de Keiko F. de imponer términos más propios en la lucha al interior del fujimorismo, en un momento en el cual se empieza a negociar la lista de candidatos a las vicepresidencias y al Congreso. Definir cuál sería la ubicación de alguien como Julio Rosas, por así decirlo, que terminó con su salida. El objetivo sería ganar espacio en la interna, a pesar de correr riesgos en lo electoral. La ventaja que lleva le da margen para ello, aunque ciertamente resulta evidente que el fujimorismo no estaba para nada preparado para el cambio en la orientación discursiva.

La movida es riesgosa, por lo que habría que reconocerle algún mérito. Mover el barco para asumir una identidad de derecha más moderna y liberal hace crujir estructuras más afines a la “democracia delegativa kenjista” y la complica frente a su elector típico que, como muestra la última encuesta de GFK, está en un 78% de acuerdo con la campaña “chapa tu choro” y en un 60% no está interesado en estas sutilezas político-ideológicas.

Latinobarómetro 2015

Artículo publicado en La República, domingo 27 de setiembre de 2015

El último informe del Latinobarómetro, que cumple veinte años, viene con datos recogidos en los meses de enero y febrero de este año en 18 países de América Latina. Volvemos a constatar los muy bajos niveles de legitimidad de nuestras instituciones políticas, lo que pone nuevamente sobre la mesa la necesidad de una reforma política en serio; de otro lado, llama la atención la caída de opciones socialdemócratas como las ensayadas en Brasil y Chile, y la expectativa que despiertan todavía los gobiernos de izquierda en medio de la desaceleración económica regional.

Aparecemos como suele ser habitual como uno de los países con menor satisfacción con el funcionamiento de la democracia, junto a Paraguay, Brasil y México; Ollanta Humala resulta el presidente peor evaluado de toda la región, por debajo de Nicolás Maduro y de Dilma Rousseff, confirmando un patrón también registrado en los anteriores gobiernos, pese a haber tenido uno de los mejores desempeños económicos en los últimos años. Consideramos a nuestro gobierno muy poco transparente, junto a los brasileños, colombianos y guatemaltecos. Tenemos un Congreso en el sótano de la región, con apenas un 8% de ciudadanos que se sienten representados por este, cuando el promedio latinoamericano es de 23%. Consideramos a la delincuencia como el problema más grave del país, junto a los salvadoreños, que tienen una de las tasas de homicidio más altas del mundo, y dentro de los que consideran a la corrupción como el problema más grave, estamos segundos después de los brasileños. Al final, somos los ciudadanos más insatisfechos con nuestras vidas, con 59% de ciudadanos satisfechos, cuando el promedio es 77%.

De otro lado, llama la atención que los países con mayores niveles de satisfacción con la democracia tengan gobiernos de izquierda, como Uruguay, Ecuador y Argentina. Los presidentes con más aprobación son Danilo Medina de República Dominicana, José Mujica de Uruguay y Evo Morales en Bolivia, nuevamente de centro o izquierda. El apoyo a la democracia como régimen es más alto en Venezuela, Uruguay, Ecuador y Argentina. Se considera que se gobierna para el bien de todo el pueblo en mayor propoción en Ecuador, Uruguay, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, mientras que países como Brasil, Costa Rica y Chile aparecen con los porcentajes más bajos; Brasil y Chile tienen además los niveles más bajos de cercanía hacia los partidos políticos. En el mismo sentido, se tiene una percepción más justa de la distribución de la riqueza en Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y la más injusta en Chile y Brasil.

Hasta hace pocos años, Chile y Brasil parecían haber encontrado la fórmula mágica: democracia liberal representativa, economía de mercado y crecimiento, políticas sociales eficaces… de ese grupo, solo Uruguay se mantiene firme. De otro lado, gobiernos de izquierda mantienen legitimidad, a pesar de su irrespeto a principios liberales – representativos. En medio de la desaceleración, la redistribución se valora especialmente.

Celo fiscalizador: ¿hasta dónde?

Artículo publicado en La República, domingo 20 de setiembre de 2015

Según la Constitución, el Presidente “personifica a la nación”; pero también es el Jefe de Estado y dirige la política general del gobierno. Así que, de un lado, se le debe respeto y debe ser hasta cierto punto “intocable” (de allí que goce de inmunidad y que solo pueda ser acusado por causas muy específicas durante su mandato), pero del otro resulta estando en el centro de la contienda y pasiones políticas. En el juego gobierno – oposición puede haber una confrontación muy enconada, pero debe hallar su límite cuando pone en riesgo la estabilidad del régimen. Parecemos acercanos peligrosamente a esa orilla.

Juan Linz decía que en las democracias existían oposiciones leales, semileales y desleales, según su grado de adhesión al régimen político; hoy que el riesgo de un golpe de Estado se ha minimizado, Aníbal Pérez-Liñán señala que lo que está en juego es el enjuiciamiento político y la destitución de los presidentes por parte del Congreso. Podría decirse que hoy la deslealtad no busca un golpe sino la destitución del presidente sin bases sólidas, privilegiando ganancias de corto plazo; y la semilealtad, la más peligrosa según Linz, es la que le sigue el juego irresponsable y oportunistamente. En este escenario, intervienen varios actores: periodistas y medios de comunicación que levantan denuncias y crean escándalos asociados a casos de corrupción; fiscales y jueces que se hacen cargo de la investigación y sanción de las mismas; las mareas de la opinión pública y la capacidad de movilización callejera; y las correlaciones de fuerza en el Congreso. Cada uno con intereses propios, más allá de los estrictamente políticos: ganar notoriedad o prestigio, sintonía, popularidad.

Trazar la línea entre el imprescindible celo fiscalizador y el control a las autoridades y la denuncia escandalosa sin fundamento no siempre es fácil de hacer. Pero cuando se trata de la legitimidad y estabilidad del régimen en su conjunto, se impone la prudencia y la responsabilidad. Hablar de que se dispone de denuncias que “harían caer al gobierno”, “comparables a los vladivideos” y no ser capaz de mostrarlos resulta un exceso; deslizar sin mayor evidencia que la Presidencia de la República estaría involucrada en un homicidio porque pretende encubrir la comisión de otros delitos, por ejemplo, es cruzar una línea que expresa elocuentemente los excesos en los que se puede caer en busca de una “primicia” y la inmadurez y primitivismo de la acción de la oposición.

Será acaso por las dudas que dejan las denuncias que presentan periodistas y políticos, la escasez de evidencia contundente, lo difícil que resulta distinguir una denuncia relevante de otra sin fundamento, es que si bien existe una amplia desconfianza y malestar ciudadano, este no se expresa en una movilización social con demandas claras. Y en el Congreso, si bien la oposición se envalentona y la bancada gubernamental se fracciona, afortunadamente el escenario de una interrupción de mandato se ve lejano.

Reformas políticas urgentes

Artículo publicado en La República, domingo 13 de setiembre de 2015

La Asociación Civil Transparencia, de la que tengo el honor de ser parte, acaba de aprobar un conjunto de propuestas de reforma institucional para el fortalecimiento democrático, que serán presentadas al país próximamente.

Se trata de un propuesta que busca ser ambiciosa e integral, en el sentido de que aspira a cambios que, implementados en conjunto, podrían marcar el inicio de un cambio de dinámica en el funcionamiento del sistema político. Pero al mismo tiempo, que parte de un realismo elemental: se trata de reformas capaces de generar consenso y que tengan un mínimo de viabilidad. En esta línea, recoge y se apoya en iniciativas presentadas anteriormente por diversas instituciones y analistas políticos, dentro de las cuales destaca la importante propuesta de reforma política presentada por el JNE, la ONPE y el RENIEC, actualmente en debate en el Congreso. Como sabemos, esta se ha centrado en establecer la democracia interna en los partidos, la eliminación del voto preferencial, la implementación del financiamiento público a los partidos y la exclusión de candidatos que hayan sido sentenciados por la comisión de delitos dolosos.

En el corto plazo, Transparencia propone tres medidas que complementan las mencionadas: la primera es cambiar la fecha de elección del Congreso, para que coincida con la segunda vuelta de la elección presidencial. Esta reforma busca que los electores elijan el Congreso sabiendo la distribución de las preferencias presidenciales de primera vuelta, para permitir a quienes así lo deseen hacer un uso “estratégico” de su voto: esto podría tener cierto efecto reductor de la dispersión del voto en el Congreso, lo que ayudaría un poco a mejorar su funcionamiento.

Pero esta medida por sí sola no funcionaría, porque la experiencia muestra que las bancadas congresales se fraccionan rápidamente; en gran medida, como consecuencia de que muchas listas congresales transportan partidos que están buscando superar la valla electoral del 5%. Por ello la segunda propuesta es elevar la valla para las alianzas, con 2.5 puntos porcentuales por cada partido adicional miembro de la misma. Así limitaríamos la existencia de partidos sin verdadera representación. Más adelante, esto debería complementarse con una reforma que fortalezca el funcionamiento de las bancadas dentro del Congreso.

Finalmente, urge regular el uso del dinero en la próxima campaña electoral, para limitar la acción de mafias y la acción indebida de grupos de interés. Por ello, proponemos ser mucho más exigentes con el control de gastos de campaña, especialmente los realizados en televisión y radio, que son los más significativos. Si los partidos no son capaces de rendir cuentas por los gastos realizados efectivamente, deberían tener sanciones drásticas, que deberían llegar hasta la pérdida de registro.

No creemos que estas medidas vayan a solucionar todos nuestros problemas, sí que pueden marcar un punto de inflexión respecto a la situación actual. Estamos a tiempo.

Con la palabra desarmada

Artículo publicado en La República, domingo 6 de setiembre de 2015

No debería pasar desapercibida la publicación de Con la palabra desarmada. Ensayos sobre el (pos)conflicto, de Alberto Gálvez Olaechea (Lima, Fauno eds., 2015). El libro aparece coincidiendo con su salida de prisión, después de 27 años de encierro, a los 62 años, condenado por delito de terrorismo, al ser miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Fue detenido en 1987, a los 33 años; fue parte de la fuga del penal Castro Castro a través de un túnel a inicios de julio de 1990, y fue recapturado en mayo de 1991. En enero de 1992 renunció al MRTA, tras el asesinato de Andrés Sosa, resultado de disputas internas.

El libro compila cuatro ensayos escritos por el autor en torno al trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación; dos componen la mayor parte del mismo. El primero, de abril de 2003, fue presentado como balance personal de la actuación del MRTA ante la CVR; el segundo, de marzo de 2004, es un comentario al Informe Final.

Gálvez se convierte en interlocutor al señalar que “al renunciar al MRTA hace más de veinte años lo hice también a toda forma de acción que no fuera mi palabra desarmada” (p. 14). A lo largo de sus páginas uno puede discrepar de las evaluaciones del autor, pero no podría negar un esfuerzo honesto por dar cuenta de su trayectoria y la del MRTA, cuestión necesaria para que los sucesos de violencia que vivimos no se repitan. Podría decirse que el texto muestra ambigüedades propia de alguien que afirma que “no niego la gravedad de mi actos ni la magnitud de mis errores, pero tampoco reniego de las opciones esenciales de mi vida. No pretendo aquí defender, minimizar, justificar o negar nada; solo trato de comprender y explicar” (p. 14). Así por ejemplo, el autor se esfuerza en resaltar las diferencias entre el MRTA y Sendero Luminoso, y reclama parentesco con otros grupos guerrilleros que luego se incorporaron exitosamente al juego democrático, como el Frente Amplio uruguayo, el sandinismo nicaragüense o el Farabundo Martí de El Salvador; sin embargo, a mi juicio tiende a minimizar la gravedad de acciones terroristas, la práctica de secuestros, toma de rehenes y asesinatos selectivos perpetrados por la organización que dirigía.

Con todo, resultan muy aleccionadoras para el país las conclusiones a las que llega Gálvez: “exacerbar los conflictos sociales a través (…) de la violencia (…) abre el camino de procesos impredecibles, a veces perversos y contradictorios con el ideal enarbolado” (p. 93-94); “que el voluntarismo vanguardista –la formación de grupos autoproclamados dirigentes o portadores de (…) ‘la línea correcta’- es no solo falaz sino peligroso cuando estos grupos se alzan en armas”; y que “en todas las circunstancias debemos estar del lado de los oprimidos, pero sin perder de vista que están hechos del mismo barro que los opresores (…) esas gentes de carne y hueso tienen que hacer y vivir su propia historia, y nadie hacerlo en su nombre” (p. 94).

lunes, 31 de agosto de 2015

Ideas e intereses

Artículo publicado en La República, domingo 30 de agosto de 2015

Uno de los defectos más arraigados en la discusión pública en nuestro país, a mi juicio, es explicar la conducta de los personajes públicos desde sus intereses crematísticos. Es decir, si alguien apoya o está en contra de alguna causa, su conducta sería consecuencia de algún interés material. En los últimos días y semanas he leído o escuchado decir que si Rosana Cueva presenta el reportaje de las supuestas agendas de Nadine Heredia, es porque es asalariada del prófugo Ernesto Schutz; que si Rosa María Palacios cuestiona la veracidad de las mismas es porque es una asalariada del gobierno. En otros ámbitos, si Gonzalo Portocarrero cuestiona los plagios del Cardenal Cirpriani en El Comercio, lo hace para defender el salario que recibe de la universidad en la que trabaja. Más allá, si el Ministro de Economía promueve políticas favorables a la inversión privada, es porque la CONFIEP y los grandes empresarios “dictan” la política económica y busca una recompensa futura, gracias a la “puerta giratoria” que va del sector público al privado. En la otra orilla, si activistas u ONGs cuestionan proyectos mineros o denuncian violaciones a los derechos humanos, es porque han hecho de esas causas un medio de vida, una forma de enriquecimiento fácil. Cada uno puede pensar en más y más ejemplos de este tipo.

Por supuesto, en muchas ocasiones es cierto que las personas se mueven en función al puro interés, al cálculo crematístico. Y es cierto que en el mundo político y público hay extorsión, soborno, presión, de formas abiertas o sutiles y preocupaciones por la estabilidad laboral y los ingresos. Pero en general se subestima enormemente la importancia de lo que a mi juicio debería ser puesto por delante, que son las ideas. Por lo general, las personas actúan motivadas por lo que les parece correcto, conveniente, justo. El problema más bien es que en nuestro precario espacio público estamos tan divididos, existe tan poca comunicación, intercambio, conocimiento mutuo, que priman los estereotipos, los prejuicios, las incomprensiones. El otro nos resulta tan lejano y sus motivaciones tan incomprensibles, que su conducta solo puede explicarse por el más burdo interés. Pensar distinto a uno resulta así no solo incomprensible, sino inaceptable. Esto ayuda a entender el nivel de acrimonia y polarización que se encuentra en nuestro espacio público, cuando no existen grandes controversias o desacuerdos de fondo sobre el rumbo que debería seguir el país, a diferencia de lo que ocurre en otros países cercanos.

Deberíamos más bien esforzarnos en entender cómo se forman los sentidos comunes y las ideas de las personas que piensan distinto a uno. Algunos parámetros: del lado derecho, pesa mucho un “aprendizaje por trauma” formado a finales de la década de los ochenta e inicios de la de los noventa, que exagera el temor al Estado y las virtudes del mercado; del lado izquierdo, la vigencia de una arraigada “tradición radical”, explorada por José Luis Rénique.

sábado, 29 de agosto de 2015

A ocho meses de las elecciones

Artículo publicado en La República, domingo 23 de agosto de 2015

En la última encuesta de IPSOS, la gestión del presidente Humala es aprobada por el 17% de los ciudadanos. En agosto de 2010, la aprobación del presidente García llegaba al 31% (llegó a 42% en julio de 2011, al final de su mandato). En julio pasado, según IPSOS, Keiko Fujimori lideraba la intención de voto de cara a las elecciones del próximo año (con 36%), seguida por Pedro Pablo Kuczynski (17%) y Alan García (12%). Se registra además una suerte de empate triple en el tercer lugar, entre Alejandro Toledo (8%), César Acuña (6%) y Daniel Urresti (4%). La suma de las categorías “otro”, “blanco o viciado” y “no precisa”, llegaba al 16%. En julio de 2010, el primer lugar de la encuesta de intención de voto se veía empatado entre Keiko Fujimori y Luis Castañeda (22 y 20%, respectivamente), y por debajo de ellos había otro empate en el tercer lugar entre Alejandro Toledo y Ollanta Humala (14 y 12%, respectivamente). Por debajo de ellos, con porcentajes mínimos, aparecían Mercedes Araoz, Jaime Bayly (ambos con 4%) y Pedro Pablo Kuczynski (con 2%). La suma de las categorías “otro”, “blanco o viciado” y “no precisa”, llegaba al 18%. Recordemos que al final ganó Humala con el 28%, seguido por Fujimori con el 21%; en tercer lugar quedó Kuczynski, con el 16%, en cuarto Toledo con 13%, quinto Castañeda con 9%, mientras que los demás candidatos sacaron porcentajes menores al 0.3% de los votos emitidos. Y que en la elección de 2006 la votación también se concentró en cinco candidatos, que lograron sacar más del 5% de los votos (Humala con 26%, García y Flores con 20%, Martha Chávez con 6% y Valentín Paniagua con 5% de los votos emitidos).

Si estos antecedentes resultan relevantes, podría afirmarse entonces que los protagonistas de las elecciones del próximo año ya deberían estar definidos a estas alturas; algunos se elevarán, otros se desinflarán y otros desaparecerán. Como señaló bien Alfredo Torres hace unas semanas en el diario El Comercio (“Definiendo al próximo presidente”), entre agosto y diciembre estamos jugando algo así como los cuartos de final del campeonato, donde la verdadera disputa es quedar dentro de los cuatro o cinco primeros lugares, para desde allí intentar ya sea entrar a la segunda vuelta, o por lo menos evitar la desaparición política. Concuerdo con Torres en que los tres primeros parecen ya definidos, y el verdadero interés de acá a final de año será la definición del cuarto o quinto lugar. Asumiendo que Toledo y Acuña muy probablemente serán candidatos, no parece haber mucho lugar para las sorpresas. El oficialismo deberá definirse entre Daniel Urresti o Ana Jara, y la izquierda, con suerte, podría perfilar una candidatura, y evitar el desastre de 2006 (Susana Villarán, Javier Diez Canseco y Alberto Moreno apenas obtuvieron poco más del 1% sumando sus votos).

El problema para estos candidatos es que se están quedando sin tiempo. Y necesitan recursos para hacerse llamativos en las pocas semanas que quedan de acá a inicios de diciembre.

La apuesta de Matos

Artículo publicado en La República, domingo 16 de agosto de 2015

Nos dejó José Matos Mar a los 93 años de vida. Con una trayectoria tan larga y fructífera, hay mucho que comentar: su relación con la generación de Tello y Valcárcel, su relación con San Marcos, su papel en la fundación de la antropología como disciplina en el Perú, su relación con Arguedas, el núcleo político-intelectual que fundó el Movimiento Social Progresista y luego el Instituto de Estudios Peruanos, su manera de concebir y desarrollar esa institución, su alejamiento y estancia en México en el Instituto Indigenista, su terca insistencia en los temas que podríamos llamar de antropología urbana, su optimismo respecto a la “hazaña” protagonizada por la población andina migrante, clave de la democratización del país.

Pero me pregunto aquí por el futuro de la apuesta de Matos. Hace unos años reseñé aquí uno de sus últimos libros, Estado desbordado y sociedad nacional emergente. Historia corta del proceso peruano (2012). En él Matos cuenta una epopeya cuya primera etapa arranca en década de los años cuarenta del siglo pasado, en la que los pobladores migrantes andinos se convierten de “migrantes a ciudadanos”; en la segunda, que empezaría en la década de los noventa, se consolidaría la posibilidad de construir una verdadera “sociedad nacional” sobre esa base. La noción de que la población “chola” sería la base de una sociedad “verdaderamente” nacional había sido anunciada por Aníbal Quijano en la década de los sesenta, pero fue Matos quien se mantuvo fiel a esa apuesta política hasta el final. Ese optimismo se basaba en la idea de que los ciudadanos de origen migrante andino llevarían consigo antiguas prácticas culturales, formas de socialidad basadas en el trabajo colectivo, en la reciprocidad y el intercambio, que llevaban a Matos a plantear la posibilidad de un “neosocialismo andino”. Estaríamos hoy en la víspera de una etapa en la que la ciudadanía chola se expresará también en lo político, con lo que lograríamos finalmente una representación más auténtica del país, una institucionalidad reconciliada con la “sociedad nacional emergente y pluricultural”.

Podría decirse que hoy compiten dos imágenes contrapuestas de esa “sociedad emergente”: junto a la optimista que encarnó Matos, hay otra que advierte que en esa misma sociedad lo que prima en realidad es informalidad, vínculos con actividades ilegales, individualismo y pragmatismo exacerbado, resistencia a la autoridad, identidades corporativas. Hugo Neira ha insistido en caracterizar este mundo como anómico.

Podría decirse, sin pretender ser conciliador, que el magma social que tanto entusiasmó a Matos puede tener diferentes maneras de canalizarse, que ninguna está de antemano predefinida, y que el desenlace dependerá de lo que los actores y el Estado hagan en el presente y futuro. Y acaso no quepa como antes apostar por grandes actores colectivos, del sujeto de la revolución o de la historia. Acaso antes que en los sujetos, habría que apostar por las instituciones.

El Perú y la caverna platónica

Artículo publicado en La República, domingo 9 de agosto de 2015

En las últimas dos semanas los peruanos hemos asistido al espectáculo de la representación del poder político: el discurso del Presidente de la República, la elección del Presidente del Congreso, la instalación de su mesa directiva, la asignación de las presidencias de la comisiones, etc.

Sin embargo, como pocas veces antes, este ceremonial ha despertado escaso interés. Y no solo por la escasa legitimidad de nuestras instituciones y la baja popularidad de los líderes que las encarnan. También porque percibimos que el poder real pasa cada vez menos por quienes lo ejercen formalmente. Precisamente, mientras el Congreso y sus comisiones concentran la atención, el ejecutivo está haciendo uso de facultades delegadas para legislar en diversas materias.

Una antigua metáfora puede ser útil para ilustrar esto: la caverna platónica. Mientras los medios nos hacen ver un espectáculo de sombras y apariencias proyectadas en la pantalla, en realidad las decisiones que afectan la vida de todos los peruanos, se están tomando en otro lugar, fuera del escrutinio público, por encima o al lado de los mecanismos de representación formales. En ese mundo los políticos intervienen solo marginalmente: deciden los ministros que no son políticos, sus asesores, los estudios de abogados, y otros grupos de interés. También organismos multilaterales, redes nacionales e internacionales de expertos y tecnócratas; ONGs y universidades, en alguna medida. Cada vez es más claro que la toma de las decisiones más importantes respecto a lo que ocurre en el país no pasa por la política: los políticos están mayormente encerrados en jugadas de muy corto plazo y alcance, asociadas a maximizar sus escasas oportunidades para desarrollar carreras políticas exitosas.

Esta manera de funcionar la política peruana tiene efectos mixtos y ambiguos: de un lado, ayuda a entender la extraordinaria continuidad de las políticas orientadas al mercado y de ciertas políticas de Estado, que han permitido el crecimiento económico y la reducción de la pobreza; pero también ayudan a explicar la escasa legitimidad de las instituciones representativas, vaciadas de contenido. Esto explica la estabilidad de los últimos años, pero también la creciente dificultad para emprender reformas más ambiciosas; la continuidad, pero también la vulnerabilidad de lo avanzado.

Esto no significa tampoco que los políticos sean absolutamente irrelevantes; mantienen un importante poder de veto, que busca evitar una mayor censura pública y que usan para negociar alguna parcela de poder. Y en tanto representación no funciona, tampoco la sociedad logra ser parte del juego político formal: esto tampoco significa que sea irrelevante, porque también mantiene cierto poder de veto a través de la movilización directa y la protesta callejera.

Entender la política en el Perú requiere dejar de ver el fondo de la caverna, y buscar la verdad allá afuera.

PS. La próxima semana comentaré sobre la partida de José Matos Mar.

martes, 11 de agosto de 2015

Sistemas de partidos en América Latina


Acaba de salir publicado un libro que me parece interesante, que contiene un capítulo de este servidor: Mariano Torcal, coord.: Sistemas de partidos en América Latina. Causas y consecuencias de su equilibrio inestable. Barcelona, Anthropos editorial, 2015, 335 p.

ÍNDICE DE CONTENIDOS

Capítulo 1. Introducción: Institucionalización de sistemas de partidos. Concepto, medición, y consecuencias de su equilibrio inestable (Mariano Torcal)
1.1 Institucionalización de sistema de partidos. Concepto y medición.
1.2 Los procesos explicativos.
1.3 Consecuencias de la falta de institucionalización de los sistemas de partidos.
1.4 Contenido del libro.

Capítulo 2. Institucionalización de sistemas de partidos: ¿por qué es necesario un nuevo concepto? (Juan Pablo Luna)
2.1. Estructura conceptual aditiva y unidimensional: ¿qué problema presenta la medición de la ISP en el espacio y el tiempo?
2.2. Relación entre la estabilidad electoral y el arraigo programático: un modelo alternativo para los casos latinoamericanos.
2.3. Relación empírica entre estabilidad y arraigo (programático): pruebas disponibles y nuevas.
2.4. Factores explicativos institucionales, estructurales y de largo y corto plazo entre la volatilidad electoral y la estructura programática.
2.5. Conclusiones.
Anexo 2.1. Medición de las conexiones programáticas

Capítulo 3. Comparación de distintos indicadores de consolidación de sistemas de partidos. (Brian F. Crisp - Santiago Olivella - Joshua D. Potter)
3.1 Indicadores de la consolidación de sistemas de partidos.
3.1.1 Indicadores no basados en resultados electorales.
3.1.2 Resultados electorales que siguen patrones previsibles.
3.2. Relaciones entre los distintos indicadores electorales de consolidación de los sistemas de partidos en América Latina.
3.3. Una medida compacta de la consolidación de sistema de partidos.
3.4. Conclusiones.

Capítulo 4. Volatilidad endógena y exógena: una nueva medida de institucionalización. (Mariano Torcal e Ignacio Lago)
4.1 El argumento teórico: volatilidad endógena y exógena.
4.2 Operacionalización de la volatilidad endógena y exógena y sus distintos escenarios
4.3 Volatilidad endógena y exógena del sistema de partidos en 43 países: una evidencia empírica.
4.4 Volatilidad exógena y gobernabilidad
4.5 Conclusiones.

Capítulo 5. Estabilidad sin raíces: Institucionalización de sistemas de partidos en Brasil. (Cesar Zucco)
5.1 Institucionalización de sistemas de partidos.
5.1.1. Estabilidad en los patrones de competencia electoral.
5.1.2. Legitimidad.
5.1.3. Organización de los partidos.
5.1.4. Raíces en la sociedad: fisiología de los partidos "hidropónicos".
5.2. La funcionalidad del sistema de partidos.
5.2.1. Rechazo de candidatos externos al sistema.
5.2.2. Gobernabilidad.
5.2.3. Responsabilidad y representación.
5.3. Estabilidad no institucionalizada

Capítulo 6. Retornar a las reglas. El efecto de las instituciones: partidos y parlamentos en Brasil, Chile y Uruguay. (Daniel Chasquetti)
6.1. La consolidación del enfoque sobre la institucionalización.
6.1.1 Retornar a las reglas.
6.2. Institucionalización de los sistemas de partidos y carreras legislativas.
6.3. La institucionalización de los congresos: los casos de Brasil, Chile y Uruguay.
6.4. Institucionalización del sistema de partidos: una explicación integrada.
6.4.1. Un enfoque integrado para explicar institucionalización de sistemas de partidos.

Capítulo 7. Partidos y carreras políticas en Colombia y Chile: algunas de las consecuencias de la falta de institucionalización de los componentes del sistema de partidos. (Felipe Botero)
7.1. Reelección y duración de carreras políticas.
7.2. Reelección y éxito electoral.
7.2.1. Datos y variables.
7.2.2. Resultados de la estimación de los modelos.
7.3. Conclusiones.

Capítulo 8. El cambio político en el Cono Sur: institucionalización partidaria y alternancia en Argentina, Chile y Uruguay. (Daniel Buquet)
8.1. Democracia y sistemas partidarios en América Latina.
8.2. Sistemas de partidos en el Cono Sur.
8.2.1. Sistema de partidos argentino.
8.2.2. Sistema de partidos chileno.
8.2.3. Sistema de partidos uruguayo.
8.3. Estabilidad política y sistemas de partidos en el Cono Sur.
8.4. Conclusiones.

Capítulo 9. Agencia y estructura, y el colapso de los sistemas de partidos en los países andinos. (Martín Tanaka)
9.1. Estructura, instituciones y agencia en los colapsos de los sistemas de partidos.
9.2. Bolivia y Perú: similitudes estructurales, diferencias políticas.
9.3. Venezuela y Ecuador: conductas "suicidas" y la construcción de una legitimación plebiscitaria.
9.4. Colombia: el ejemplo del no colapso.
9.5. Conclusiones.

Capítulo 10. Nacionalización e institucionalización de partidos en la Argentina del siglo XX. (Noam Lupu)
10.1 Marco conceptual.
10.1.1 El concepto de nacionalización.
10.1.2 Nacionalización e institucionalización de partido.
10.2 Datos y métodos.
10.3 Patrones generales de nacionalización.
10.4 Explicaciones de la institucionalización de partido en Argentina.
10.5. Institucionalización de partidos e institucionalización de sistemas de partidos. 10.6. Conclusiones.

Capítulo 11. ¿Partidos hidropónicos en un sistema de partidos muy institucionalizado? El caso de Chile. (David Altman y Juan Pablo Luna)
11.1. Volatilidad electoral sistema de partidos.
11.2. Las raíces de los partidos en la sociedad.
11.3. Las organizaciones de los partidos.
11.4. Legitimidad de los partidos políticos.
11.5. Conclusiones.

Capítulo 12. Nivel de institucionalización del sistema de partidos y personalización de la política en américa latina (1990-2008). (José Enrique Molina Vega)
12.1. Nuevos liderazgos personales.
12.2. Sistema de partidos y resurgimiento del personalismo.
12.3. Volatilidad como indicador de la institucionalización.
12.4. Volatilidad, personalización e institucionalización en América Latina.
12.5. Conclusiones: consecuencias de la personalización radical de la política .

Capítulo 13. ¿Es importante la institucionalización de los sistemas de partidos? Ataques especulativos y receptividad democrática en Latinoamérica. (Daniela Campello)
13.1. Ataques especulativos y cambios en las políticas económicas.
13.2. Instituciones políticas y responsabilidad democrática.
13.3. Diseño de la investigación y análisis de datos.
13.3.1. Variable dependiente "cambio".
13.3.2. Variables independientes.
13.3.3. Resultados.
13.4. Conclusiones.

Capítulo 14. Institucionalización del sistema de partidos, anclaje electoral y desacuerdo con intermediarios políticos: España, México y Uruguay en perspectiva comparada (Gerardo Maldonado Hernández)
14.1. Marco teórico y argumento
14.2. Selección de casos: España, México y Uruguay en perspectiva comparada
14.3. Datos, operacionalizaciones y modelo
14.3.1. Los datos
14.3.2. La variable dependiente
14.3.3. Operacionalización del anclaje de los votantes
14.3.4. La operacionalización de la intermediación política
14.3.5. Otras variables independientes de control
14.3.6. Especificación del modelo
14.4. Resultados
14.5. Conclusiones

Capítulo 15. Conclusiones tentativas y una futura agenda de investigación. (Mariano Torcal)
15.1 Multidimensionalidad y medida
15.2 Antecedentes de la institucionalización
15.3 Consecuencias de la institucionalización

martes, 4 de agosto de 2015

Provocaciones patrióticas

Artículo publicado en La República, domingo 2 de agosto de 2015

En estas fechas suelen proliferar ciertos tópicos o lugares comunes según los cuales el Perú tendría problemas “de origen” porque empezamos la vida republicana heredando una sociedad dividida, excluyente, por lo que la independencia no habría interesado a las elites criollas limeñas, por lo que nuestra libertad habría sido impuesta por fuerzas militares extranjeras. Así, desde entonces arrastraríamos problemas de serias divisiones entre la élite criolla y la mayoría indígena, que se expresarían hasta hoy en la persistencia del racismo y en la no existencia de una nación: no habría nada que unifique a todos los peruanos.

Creo que es muy cuestionable la base central de ese discurso, que entiende a la nación como una comunidad homogénea y unida, que debe existir desde el inicio de la vida de los Estados, y que constituiría algo así como su “alma”. En realidad, las naciones son narrativas desarrolladas por los Estados para crear una unidad donde existe diversidad, y lo que hay son narrativas más o menos exitosas, como ha insistido Hugo Neira en varios libros recientes. Ciertamente el discurso nacional criollo que apela a la unidad detrás de las banderas del mestizaje no es el más convincente. También es útil mirar más allá de nuestras fronteras. Veríamos entonces que la nación es siempre un proceso inacabado.

Así, veríamos que en toda América se discute la ambigüedad de las elites criollas respecto a la conveniencia de la independencia (incluyendo Argentina, por ejemplo). Entenderíamos que en su momento no era evidente la conveniencia de una ruptura total con el orden colonial; pensemos por ejemplo en Brasil, en donde un orden monárquico de origen colonial se extendió hasta 1889, lo que le permitió una transición más ordenada y evitar lo que el historiador argentino Tulio Halperín llamó “el largo hiato”, el periodo de guerras civiles, inestabilidad y desórdenes institucionales que se dieron en el conjunto de América desde las guerras independentistas, que recién se resuelve hacia la década de 1870. Desde entonces, en todos nuestros países se establecieron órdenes oligárquicos fuertemente excluyentes (también en Chile, por ejemplo), en los que se combinaron concepciones racistas y discriminadoras, de allí que en el siglo XX se diera en toda la región el populismo como práctica política, con precisamente la promesa de la integración de los excluidos. Nuestro problema es que esa integración se dio tardía y desordenadamente con el velasquismo, mucho después que en otros países.

Finalmente, deberíamos repensar nuestro ideal de nación: no aspirar a la homogeneidad, sino igualarnos en el respeto y valoración de nuestras diferencias. El ideal de un Perú de “todas las sangres” al que aspiraba Argüedas es quizá lo que más se acerque a esta idea. En otros países, la búsqueda de la unidad entre lo diverso ha llevado a apelar a la noción de patria antes que de nación. Quizá deberíamos en el futuro aspirar a ser más patriotas antes que nacionalistas.

VER TAMBIÉN:

Gonzalo Portocarrero: "El Perú todavía no es una nación"

lunes, 27 de julio de 2015

¿Qué implica hacer ciencia política desde el sur y desde el norte?




Indice

Introducción
Eduardo Dargent y Martín Tanaka

Primera parte
Hacer investigación desde el sur y desde el norte

El estudio de las políticas de reforma del Estado en América Latina en perspectiva comparada con los países anglosajones, 1990-2014
Jessica Bensa

La medición de la volatilidad electoral en sistemas de partidos escasamente institucionalizados. Análisis del caso peruano
Jorge Aragón y José Luis Incio

Conocimiento denso y política comparada: un aporte desde el sur
Eduardo Dargent y Paula Muñoz

Segunda parte
Las condiciones del trabajo académico en el sur

Producción e impacto de la ciencia política en América Latina
Daniel Buquet

Who Sets the Intellectual Agenda? Foreign Funding and Social Science in Peru
Kelly Bay, Cecilia Perla y Richard Snyder

Tercera parte
El quehacer politológico en el norte y en el sur

The Present Opportunities for Latin American Political Science
Kurt Weyland

Migraciones intelectuales de sur a norte y de norte a sur
Ana María Bejarano

En off-side. Notas sobre la ciencia política contemporánea en América Latina
Juan Pablo Luna

Cuarta parte
La democracia y la ciencia política desde el sur y desde el norte

Olas y tornados: apuntes sobre el uso de la historia en el estudio de la democratización en América Latina
Alberto Vergara

De la crítica política a la ciencia política: notas hacia un balance
Martín Tanaka

Bicentenarios

Artículo publicado en La República, domingo 26 de julio de 2015

Cerca de un nuevo aniversario patrio, y entrando a la carrera que termina en las elecciones generales del próximo año, conviene preguntarse por la relación entre la próxima presidencia y la celebración del bicentenario de vida republicana en 2021.

El Bicentenario debería ser ocasión de celebración, pero también de reflexión sobre nuestra identidad, pasado, presente y futuro. Ocasión para fijarnos grandes metas colectivas que dejen atrás taras del pasado, y así cumplir “la promesa de la vida peruana” de la que habló Jorge Basadre. Los Estados en general, los gobiernos en particular, son los principales llamados a articular los esfuerzos a hacerse en esa dirección. Pero no siempre los hacen.

De hecho, la mayoría de los bicentenarios ya pasó en nuestros países, las celebraciones se concentraron en 2010. No necesariamente porque esos países se hayan “independizado mucho antes”, sino porque toman como referencia del inicio de sus vidas republicanas los primeros “gritos” de independencia, a diferencia del Perú. En esas celebraciones vimos un panorama muy variado. De un lado, hubo países en los que los gobiernos no tenían mayor interés en el asunto; por ejemplo, Alvaro Uribe en Colombia se presentaba a sí mismo como un “refundador” del país, que rechazaba a los partidos y a las instituciones “tradicionales”, por lo que no tenía ninguna narrativa histórica que proponer. Otros países sí tenían gobiernos con fuertes narrativas históricas e identitarias, pero en las que la constitución de la república no aparece como relevantes, como en la Bolivia de Evo Morales. La vida republicana aparece como parte de una historia de opresión de 500 años, por lo que no era motivo de celebración.

En otros países sí había e interés de utilizar el bicentenario para plantear un nuevo relato nacional, como en el México con Felipe Calderón, alternativo al relato tradicional del nacionalismo revolucionario priísta. Sin embargo, problemas de gestión, la crisis de inseguridad ciudadana desatada por la guerra del Estado contra el narcotráfico hicieron que las preocupaciones y urgencias del presente inmediato eclipsaran las provenientes del pasado. Donde sí hubo gran interés en celebrar el bicentenario, como un hito dentro de una historia de liberación y emancipación, que llevaba a una relectura del pasado y de las narrativas historiográficas más académicas, fue en Argentina, con Cristina Fernández. La hegemonía presente del peronismo buscó extenderse también hacia el pasado.

¿Y en nuestro país? Para hablar de los que aparecen hoy como candidatos principales, no parece que Keiko Fujimori tenga mayor interés en el bicentenario. Recordemos que su padre dijo en alguna ocasión que no admiraba a ningún personaje de nuestra historia. ¿Pedro Pablo Kuczynski? No parece. Quizá sí Alan García, quien maneja muchas ideas y nociones históricas, expresadas en libros y artículos, aunque no gozan de la simpatía del gremio historiográfico y científico en general, y que augura posible conflictos.

domingo, 19 de julio de 2015

Dos patas conversan

Artículo publicado en La República, domingo 19 de julio de 2015

Ambos nacidos alrededor de 1975, cuando caía el gobierno de Velasco y alcanzaba el poder Morales Bermúdez. El padre de uno era dirigente sindical de izquierda; el padre del otro, Ministro del Interior, cara visible del ala más dura y represiva de la dictadura. El primero participó en las protestas del paro nacional de 1977; el segundo implementó la ley que despidió a todos los líderes sindicales involucrados. La familia del primero quedó condenada a la pobreza, la del segundo era parte del círculo de poder más alto del país.

A inicios de la década de los años ochenta, los padres del primero ingresaron a Sendero Luminoso. El padre del segundo fue nombrado Ministro de Guerra del gobierno de Belaunde. Mientras los primeros eran parte de un movimiento que embosca y asesina policías y militares, el segundo dirige operaciones contrasubversivas (en una de ellas, cabe abatida la líder senderista Edith Lagos). Los primeros son parte de un movimiento que quiere inducir un genocidio, propiciando el involucramiento de las Fuerzas Armadas; el segundo piensa que los militares son “profesionales de la guerra preparados para matar”. El padre del primero es detenido y asesinado extrajudicialmente en el Frontón durante el gobierno de García; el padre del segundo aplaude la represión. La madre del primero es secuestrada y asesinada extrajudicialmente durante el gobierno de Fujimori; el padre del segundo, respecto a casos como este, comentaría, “bien muertos, mal matados”.

El primero de estos patas, de niño, ve pasar por su casa a senderistas, documentos clandestinos, hasta cartuchos de dinamita. El segundo torturadores y asesinos del ejército argentino. Ambos crecen con el temor de que los otros asesinen a sus padres, a sus familias, a ellos mismos; ambos ven a sus padres encarnando retorcidas ideas de integridad y justicia. Van creciendo, y se van distanciando de sus padres: el primero deviene en historiador, activista de derechos humanos. El segundo parece distanciarse más por razones generacionales que políticas, y deviene en periodista y escritor. Con el tiempo, ambos necesitan revisar sus historias, con honestidad brutal, con valentía, con sus inevitables limitaciones. El primero es José Carlos Agüero, su libro es Los rendidos. Sobre el don de perdonar (Lima, IEP, 2015), que ya comenté en esta columna. El otro es Renato Cisneros, quien escribió La distancia que nos separa (Lima, Planeta, 2015).


Hace unas semanas el primero fue entrevistado por el segundo, a propósito de la publicación del libro de aquél. De ese día Cisneros escribió que allí estaban “los hijos de hombres que fueron enemigos declarados, que desearon la muerte del otro sin conocerlo (…) tratando de urdir una conversación que a la generación anterior sencillamente le fue imposible tener”. No sé cuán concientes eran los dos de lo significativo de ese encuentro. Hablaron del libro, apenas de quiénes eran ellos. Pero ese tipo de conversación, abierta, honesta, es la que necesitamos como país.

Foto tomada de Letras en el Tiempo.