lunes, 7 de mayo de 2018

Ahí vamos…

Artículo publicado en La República, domingo 6 de mayo de 2018

Está claro que el presidente Vizcarra no cuenta con la legitimidad que tendría un gobierno resultado directamente de elecciones, ni con una bancada parlamentaria propiamente dicha, ni con el beneficio de haber armado con algún tiempo un equipo de trabajo alrededor de objetivos comunes con asentamiento cuando menos en puntos clave del territorio. Al mismo tiempo, tiene por delante más de tres años de gobierno, y como hemos dicho ya, no puede pretender llegar al 2021 simplemente haciéndose el “muertito”.

Después de la presentación del Presidente del Consejo de Ministros esta semana, y del pedido de facultades legislativas ante el Congreso, considero que el balance es positivo, dadas las restricciones existentes. En el discurso de Villanueva el énfasis estuvo puesto en la lucha contra la corrupción, en la reforma política, la reconstrucción y diferentes medidas que buscan la reactivación económica, el combate a la anemia infantil, la protección de la niñez y de las mujeres ante la violencia, entre otros. En general, se percibe un reconocimiento de las prioridades que marca el contexto. En cuanto al pedido de facultades legislativas, ellas giran alrededor de temas económicos, tributarios y financieros; del proceso de reconstrucción y de la inversión en infraestructura; medidas de lucha contra la corrupción; de la protección de personas en situación de vulnerabilidad y violencia; y modernización del Estado. Nuevamente, se percibe un buen diagnóstico de las áreas en las que corresponde acción urgente, que deberían acompañarse de diferentes iniciativas sectoriales concretas en las próximas semanas. Por el momento, los sectores de oposición parecen más preocupados por sus problemas internos que por su relación con el ejecutivo.

Ahora, el clima actual ciertamente no va a funcionar indefinidamente. Conflictos o protestas sociales importantes en algún sector, el manejo político de los efectos de investigaciones fiscales o sentencias judiciales controvertidas, iniciativas ministeriales puntuales, complicarán nuevamente el panorama. Algunos ministros podrán caer (Córdova por ejemplo cayó con muy poco), el propio Villanueva inevitablemente sufrirá el desgaste que implica el ejercicio de su cargo, pero parecería que Vizcarra será quien entregue la banda presidencial al sucesor en 2021 sin los sobresaltos de los que fue víctima el presidente Kuczynski.

Unas palabras respecto a la reforma política, tema al que nos hemos referido anteriormente. Me parece saludable que desde el gobierno se reconozca la importancia del tema; que se hayan presentado propuestas referidas al control de dinero ilegal en la política (sancionar penalmente la no declaración del financiamiento electoral; el levantamiento del secreto bancario, tributario y bursátil de los postulantes a cargos públicos ante la Unidad de Inteligencia Financiera; obligar a las organizaciones políticas a reportar operaciones sospechosas ante ésta); y que se haya propuesto que los organismos electorales supervisen obligatoriamente las elecciones internas de los partidos, y el establecimiento del principio de equidad de género en las listas de candidatos.

Pero el problema con la reforma política es que ella debe contar con un buen diagnóstico y apuntar a reformas viables que ataquen los problemas más urgentes, y no una combinación de propuestas que individualmente podrían estar bien, pero que no resolverán los problemas que se quieren resolver. El bicameralismo, por ejemplo, podría estar bien, pero sin partidos que mejoren el proceso de selección de sus candidatos, estaremos en las mismas.

Enfrentemos la violencia contra las mujeres

Artículo publicado en La República, domingo 29 de abril de 2018

Tenía planeado escribir sobre otra cosa, pero siendo padre no podría dejar de comentar algo a partir del caso de Eyvi Agreda. Muchas personas han comentado que eventos como este y como muchos otros registrados recientemente le hacen pensar a uno cómo criar hijas en nuestro país. Luego vemos que en España hay una masiva indignación por un fallo judicial que caracteriza como “abuso” a una brutal violación grupal a una joven de 18 años, porque la víctima “no habría opuesto resistencia”. Entonces provoca preguntarse si es una buena decisión traer criaturas a este mundo.

Los casos son escalofriantes, pero un científico social debe mirar más allá de los casos particulares, y buscar patrones. Ciertamente estamos muy mal, somos uno de los países con más víctimas de feminicidio en América Latina, después de Honduras, Argentina, Guatemala, República Dominicana y El Salvador (datos de 2014). Los victimarios son principalmente sus parejas o exparejas (en un 87.3% de los casos, según datos de 2016). En 2016 un 68.2% de las mujeres peruanas que han tenido relación de pareja declaran haber sido alguna vez víctimas de violencia por parte de ellas; un 31.7% han sido víctimas de violencia física. Ese porcentaje supera el 40% en Apurímac, Puno y Junín, seguidos de cerca por Cusco y Ayacucho. Y un 72.8% de las víctimas no buscaron ayuda en ninguna institución pública. La gran mayoría de víctimas reportadas por denuncias de violencia sexual son menores de edad (72.6% en promedio entre 2011 y 2016).

Con todo, tenemos un terreno desde el cual plantear cambios. Hay un ligera disminución en el número de víctimas de feminicidio entre 2011 y 2015; el número de denuncias por violencia familiar ha ido en aumento entre 2009 y 2016; el número de personas atendidas por el Programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual del Ministerio de la Mujer ha ido en aumento entre 2012 y 2016. Hay también un aumento en el número de personas con sentencias condenatorias entre 2014 y 2016 y un aumento en el tamaño de la población penitenciaria condenada por ese delito entre 2012 y 2015. Los índices de violencia psicológica, física, y sexual tienden a disminuir ligeramente entre 2009 y 2016. Y si bien en 2016 un 72.8% de las mujeres no buscaron ayuda en ninguna institución pública, eso es mejor que en 2000, donde el 80.6% no buscó ayuda.

Estamos muy mal, pero parece haber más conciencia y menos tolerancia con el problema: hay más denuncias e indignación con los casos reportados, y algo más de atención por parte del Estado. No es que antes estuviéramos mejor: antes la violencia contra las mujeres estaba “normalizada” y escondida. Y cada vez más las mujeres se ganan a pulso espacios de autonomía y libertad. La violencia machista parece últimamente fuera de control precisamente como la reacción de un sentido patriarcal ante la pérdida de control y privilegios.

Las mujeres están haciendo su parte. Los hombres debemos hacer la nuestra y reconocernos como parte del problema y de su solución. Pero sobre todo el Estado: uno esperaría del Ministerio de Justicia, de la Mujer, del Interior, de Educación, junto al Ministerio Público, el Poder Judicial y el Congreso (por lo menos) el lanzamiento de un paquete integral de medidas con carácter de urgencia para enfrentar el problema. A esto se deberían sumar campañas de los medios de comunicación, aportes desde el conocimiento de las universidades, centros de investigación. Una iniciativa que podría plantear el nuevo Consejo de Ministros cuando se presente ante el Congreso. Medidas concretas con su respectivo presupuesto.

Vizcarra – Villanueva (2)

Artículo publicado en La República, domingo 22 de abril de 2018

Retomo el comentario sobre el nuevo presidente y su flamante Consejo de Ministros. Para no caer en la pura especulación, puede ser útil remitirse a experiencias cercanas de los últimos años.

Mirando el vecindario, encontramos una gran diversidad de situaciones. De un lado, tenemos vicepresidentes que asumieron el poder y no hicieron sino prolongar las crisis que los llevaron al poder. Recordemos a Ecuador con la crisis iniciada con la elección de Abdalá Bucaram en agosto de 1996, que solo terminaría con la elección de Rafael Correa diez años después, a finales de 2006. Caído Bucaram a los seis meses de gestión, el Congreso pasó por encima de la vicepresidenta Arteaga y nombró presidente al congresista Fabián Alarcón, quien gobernó solo un año y seis meses. En las nuevas elecciones ganó Jamil Mahuad, quien apenas gobernó un año y cinco meses, entre agosto de 1998 y enero de 2000; completó su periodo el vicepresidente Gustavo Noboa. En las elecciones de finales de 2002 ganó Lucio Gutiérrez, quien gobernó dos años y tres meses; terminó el periodo Alfredo Palacio, durante un año y ocho meses. Todo esto en medio de una grave crisis económica, altos niveles de confrontación política, y de protesta social.

Otro ejemplo de sucesión caótica es el que tuvo Bolivia con la renuncia de Sánchez de Lozada en octubre de 2003, apenas a un año y dos meses de haber asumido el cargo; sustituido por el vicepresidente Carlos Mesa, quien solo pudo gobernar un año y siete meses; ante su renuncia habrían tenido que asumir la presidencia el presidente del senado y de la cámara de diputados, quienes también renunciaron, por lo que asumió el poder el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez, quien básicamente cumplió con la obligación de realizar nuevas elecciones en los siete meses en los que estuvo a cargo. Digamos que la crisis iniciada con Sánchez de Lozada solo se resolvió tres años y cuatro meses después, con la llegada de Evo Morales a inicios de 2006.

Pero también hay casos exitosos, aún en contextos de crisis muy graves. En Brasil, escándalos de corrupción llevaron a la destitución de Fernando Collor a finales de 1992, después de un año y nueve meses de gestión. El vicepresidente Itamar Franco asumió la presidencia, en medio no solo de una grave crisis política, sino también económica. El éxito en estabilizar la economía, con la gestión del ministro de hacienda Fernando Henrique Cardoso, permitió que Franco tuviera una gestión exitosa, que Cardoso fuera elegido y reelegido presidente, que gobernara entre 1995 y 2002, y que iniciara el periodo que hasta no mucho era percibido como el del “milagro brasileño”, que como sabemos se desbarrancó años más tarde.

Vizcarra llega al poder después de un año y ocho meses de gestión de Kuczynski, y los tres años y cuatro meses que tiene por delante son un periodo muy largo como para solo hacerse el muertito y dejarse llevar por la corriente. A favor cuenta con un buen entorno económico, y cierta buena voluntad de los actores políticos, interesados en llegar al 2021 en las condiciones más favorables. Pero también es cierto que al fujimorismo le sigue preocupando el escenario judicial y la izquierda sigue siendo crítica con el modelo económico como durante Kuczynski, por lo que puede terminar igual de atenazado. Por ello debería intentar ganar espacio y legitimidad ante la opinión pública con iniciativas anticorrupción, con la reconstrucción y la recuperación económica, con el combate a la inseguridad, recuperando iniciativas de reforma en educación y salud. ¿Le alcanzará con el equipo que tiene?

Corrupción y Lula

Artículo publicado en La República, domingo 15 de abril de 2018

He intentado leer todo lo que he podido sobre el encarcelamiento del expresidente Lula, buscando las fuentes más confiables y las opiniones de colegas brasileños que más respeto, tratando de ser lo más comprensivo. Necesario para hacerse una opinión en medio de la polarización existente y no quedarse en los clichés de cada sector.

Empecemos por la negación del hábeas corpus presentado ante el Supremo Tribunal Federal (STF) por la defensa de Lula: en medio de las complejidades legales, me parece claro que lo reñido de la votación (seis votos contra cinco) refleja lo controversial del asunto; que no es que los magistrados conservadores hayan votado en contra de Lula, o que los moderados lo hayan hecho a favor; y que el encarcelamiento del presidente expresa un activismo judicial (por contraposición a posiciones más tradicionales “garantistas”) consecuencia de una creciente autonomía y fortalecimiento de las instituciones del sistema anticorrupción en Brasil, que se gestó, desde los años de la presidencia de Lula. Por supuesto que se pueden cometer excesos y errores, pero de allí a decir que las sentencias son arbitrarias y sin sustento hay un gran trecho.

Amigos de izquierda suelen repetir que “no existen pruebas” contra Lula, que su sentencia condenatoria en primera y segunda instancia, y la negación del hábeas corpus es resultado de una maniobra política de la derecha. Desde el Perú podríamos decirles que con un garantismo extremo no podríamos haber encarcelado ni a Abimael Guzmán ni a Alberto Fujimori, salvando las distancias entre los casos. El famoso triplex en São Paulo no está a nombre de Lula en los registros públicos; pero por testimonios, información indirecta y contextual se puede inferir que era parte de un soborno. Por supuesto, se puede discutir la validez de la inferencia, pero no la legitimidad de la argumentación. Y el hecho de que la sentencia de Lula haya sido ratificada y ampliada en segunda instancia por unanimidad, no debería ser pasado por alto.

Se señala también que la justicia sería selectiva y sesgada, drástica y rápida con Lula, pero ineficiente con por ejemplo el presidente Temer, sobre quien penden también graves acusaciones (argumento que en nuestro país usan los fujimoristas para criticar al fiscal José Domingo Pérez, por cierto). Puede ser, pero no puede obviarse que Lula como candidato presidencial hubiera tenido muchas maneras de obstruir la acción de la justicia; que uno de los impulsores de la destitución de Dilma Rousseff, el expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, dirigente del PMDB, está en prisión condenado a quince años; que la mayoría de procesos judiciales relevantes todavía tienen para largo; y que si Temer no es procesado es porque cuenta con la protección constitucional del “fuero privilegiado”, amparado por el Congreso.

Finalmente, argumentos del tipo de que Lula es muy popular, que es el favorito para ganar las elecciones de este año, que la derecha más reaccionaria pretende volver al poder, que no hay que caer en la ingenuidad del honestismo, etc., me parece que no hacen más que ilustrar cuánto ha perdido la brújula nuestra izquierda continental y cuánto se parece a los adversarios que dice combatir. ¿Desde cuándo la izquierda normalizó tanto la corrupción y la justificó en nombre del realismo político? El primer paso para salir del hoyo debe ser reconocer que los esquemas de corrupción que asolaron Brasil y a muchos países de la región se gestaron durante los más de quince años de gobiernos del PT, y particularmente, durante los años de Lula. Y que ello es inaceptable.

El gobierno Vizcarra – Villanueva

Artículo publicado en La República, domingo 8 de abril de 2018

Hace unas semanas comentábamos que los diferentes sectores que pensaban que la caída de Kuczynski era preferible, imaginaban cada uno un Vizcarra a la medida. Una vez juramentado el nuevo presidente, estas expectativas se expresaron en la desaforada lista de nombres, trascendidos, consultas, que despertaban indignación o entusiasmo, según quien mirase. Ciertamente, era imposible que el nuevo gabinete satisfaciera a todos; lo importante era que el presidente y el presidente del Consejo de Ministros pudieran ensamblar uno que les permitiera gobernar.

Que la cabeza sea Villanueva resulta una opción lógica: existe una relación personal con el Presidente, tiende un puente al Congreso, abre una puerta a las regiones. Villanueva es un prototípico político regional, que alcanzó dimensión nacional, al igual que Vizcarra: presidente de la región San Martín, reelecto con una gestión exitosa (2006-2010, 2011-2014), Presidente de la Asamblea de Presidentes Regionales en dos ocasiones (2008-2009, 2012-13, expresiva del ascendiente que despertaba entre sus pares). Pero atención que el salto desde San Martín o Moquegua a la implacable Lima no es nada sencillo, y Villanueva lo sufrió en su breve paso por la Presidencia del Consejo de Ministros (octubre 2013 – febrero 2014). Desde su elección al Congreso, por su región y con Alianza para el Progreso (APP), esperamos haya aprendido las artes necesarias para sobrevivir en la capciosa y traicionera Lima.

Dicho sea de paso, creo que no puede deducirse del liderazgo de Villanueva un mayor poder de APP, ni ninguna influencia partidaria de la presencia de alguno de los ministros. Hace tiempo que nuestra política vive de políticos sin partido, o que usan diferentes políticos para desarrollar sus propias carreras políticas. Villanueva empezó postulando en 1980 a diputado por la UDP de Carlos Malpica, luego postuló en 2001 al Congreso por Somos Perú – Causa Democrática. Consolidó su carrera con su movimiento regional Nueva Amazonía (NM), para terminar en APP. En el camino, NM tuvo relación, en las elecciones de 2006, tanto con Unidad Nacional como con el partido de Susana Villarán, y en 2011 con Perú Posible. No es una crítica, así se hace política en nuestros tiempos.

¿Qué decir del Consejo de Ministros? Algunos están allí por la cercanía con el presidente, como Trujillo en Transportes; está el político Heresi, puente con el Congreso, PPK (el partido) y el fujimorismo en un sector clave; luego están los ministros “a la derecha”, guardianes del modelo (Tuesta en el MEF, Córdova en Producción, Ismodes en Energía); contrapesados por el “ala izquierda”, en ámbitos “sociales” (Balbuena en Cultura, Sánchez en Trabajo, La Rosa en MIDIS; los demás llegan porque han sido viceministros, directores generales o tienen cierto reconocimiento en su sector.

Vistas las cosas en perspectiva, se trata de un Consejo que sigue el patrón que vemos sin interrupciones desde 2001: un ala ortodoxa que maneja la economía, en ocasiones complementada con un ala progresista en algunas áreas, últimamente las sociales. Balance que se inclina ligeramente en un sentido u otro según las coyunturas (Toledo y Humala más a la izquierda; García a la derecha; Zavala a la izquierda, Aráoz a la derecha; Villanueva otra vez a la izquierda), pero donde pesa más en los nombramientos la influencia del expertise técnico y de sus redes locales e internacionales antes que presiones partidarias. Tan fuerte es esta inercia que, como se ha señalado, cambia todo pero el dólar no se mueve y la bolsa sube.

¿Cómo le irá a la dupla V-V? Seguimos la próxima semana.