lunes, 23 de junio de 2014

Elección en Lima

Artículo publicado en La República, domingo 22 de junio de 2014

Si analizamos las precandidaturas a la alcaldía provincial de Lima, encontraremos indicios interesantes de cómo se hace política en el Perú en estos tiempos.

En un extremo, tenemos a los sobrevivientes del pasado, los candidatos de partidos: Enrique Cornejo del APRA y Edmundo del Aguila, de Acción Popular; un poco Nora Bonifaz de Somos Perú, aunque ella se formó en la izquierda. Cornejo tiene visibilidad por su larga trayectoria, mientras que en Del Aguila y Bonifaz pesa más el partido que la imagen del candidato. Luego tenemos partidos con candidatos adoptados, donde el partido suma fuerzas con personajes con capital político propio: Fuerza Popular, nuevo membrete del fujimorismo, presenta a Alberto Sánchez-Aizcorbe, alcalde de La Victoria electo (2006) y reelecto (2010) por Unidad Nacional (UN). Es intesante anotar que este era militante de Solidaridad Nacional (SN), miembro de UN, pero antes de Perú Posible, donde llegó a ser jefe de personeros en las elecciones de 2000, y que surgió a la vida pública en la década de los años noventa dentro de Somos Perú. Otro caso es Jaime Zea, candidato del PPC: fue candidato sin éxito a una segunda reelección como alcalde de Villa el Salvador en 2010 por UN, pero en 2006 había sido reelegido por Restauración Nacional, el partido de Humberto Lay, y había sido elegido en 2002 por UN. Más atrás, encontramos que Zea fue regidor en la década de los años noventa como parte de Somos Perú, y en la de los ochenta como parte de Izquierda Unida.

Luego tenemos candidatos con partidos personalistas propios: el favorito según las encuestas, el exalcalde Luis Castañeda con SN, y Felipe Castillo, alcalde de Los Olivos desde 1996 y reelecto cuatro veces desde entonces. Cabe recordar que Castillo fue electo en 1996 como candidato de Cambio 90 – Nueva Mayoría, reelecto en 1998 con Vamos Vecino, y desde 2002 con su propio partido, Siempre Unidos. Luego tenemos los personajes que postulan con partidos personalistas ajenos: el exalcalde de Lima Ricardo Belmont, líder del extinto Movimiento “Obras”, con el Partido Humanista (el partido de Yehude Simon); el ex Jefe de la Policía Guillermo Arteta como candidato de Alianza para el Progreso, el partido de César Acuña; el alcalde de San Miguel desde 2003, Salvador Heresi, cuyos orígenes están en el PPC, hoy Secretario General del Partido Perú Más, el partido de Pedro Pablo Kuczynski, todavía sin inscripción, con “Perú Patria Segura”, el partido creado por Andrés Reggiardo, ex Cambio 90; el ex congresista fujimorista Fernán Altuve con “Vamos Perú”, partido del alcalde del Callao Juan Sotomayor, disidente del movimiento Chim Pum Callao, por el cual fue elegido regidor del Callao en 1995, alcalde de Bellavista en 1998, 2002 y 2006, y alcalde del Callao en 2010.

Finalmente, está el caso de la alcaldesa Susana Villarán, quien podría postular con el movimiento Diálogo Vecinal, un “emprendimiento” local que inscribió un movimiento para luego negociar la marca con algún candidato sin partido.

lunes, 16 de junio de 2014

Fútbol

Artículo publicado en La República, domingo 15 de junio de 2014

Tampoco pude resistirme y fui contagiado por la fiebre mundialista.

- ¿Por qué el fútbol genera tanto interés y pasión en todo el mundo? Acaso porque como deporte logró la mezcla perfecta entre talento individual y esfuerzo colectivo; entre previsibilidad e incertidumbre (se puede decir simultáneamente que “la historia cuenta” y que “cualquier cosa puede pasar”); un deporte en el que el chico puede a veces ganarle al grande; porque es un negocio multimillonario para corporaciones transnacionales, pero también mecanismo de ascenso social para algunos que surgen desde muy abajo; porque se asienta en atávicas identidades tribales, y es el espectáculo global por excelencia; porque puede ser cruel y despiadado, pero también es cierto que “siempre da revanchas”; porque en muchos sentido, constituye una metáfora de la vida misma.

- Jugar el mundial es la punta de un iceberg que se asienta en muchos niveles; es cierto que tiene una base estructural: el éxito en la cúspide puede tener en la base cierto nivel de desarrollo y prosperidad, que permita contar con jóvenes con las condiciones físicas necesarias para el deporte. Al mismo tiempo, se requiere tradición y cultura futbolística: esa misma población debe practicar y amar el fútbol; y contar con cierta red de respaldo social, el barrio, la familia, que apoye la profesionalización y disciplina que requiere la alta competencia. Pero nada de esto es suficiente: se necesitan instituciones públicas que promuevan la práctica del deporte y recluten talentos, y clubes privados que formen y profesionalicen a los jugadores desde muy temprano, y les impongan estándares internacionales de alta competencia. Si las cosas se dan bien en todos los niveles, sostenidamente en el tiempo, el crecimiento se empieza a evidenciar en categorías menores y en clubes, y termina en el mundial. Por el contrario, alguna falla en algún nivel hace que países con tradición decaigan.

- Perú empezó su historia futbolística, en otras épocas, basado en el arraigo popular de su práctica. Pero su precaria institucionalización e internacionalización lo hizo, aún en su mejor momento, un equipo mediano. Después vino la debacle económica, la descomposición social, la quiebra del Estado y de los clubes. Se fortalecieron las identidades futbolísticas, pero dentro de prácticas clientelísticas y entornos violentos y delincuenciales. Cierta mejora en el trabajo formativo en Alianza Lima permitió la aparición reciente de figuras como Claudio Pizarro, Jefferson Farfán y Paolo Guerrero, pero la última clasificatoria hizo evidente que es muy poco para pretender llegar al mundial.

- Lamentablemente, estamos muy lejos de pretender volver a los mundiales; en el mejor de los casos, niños o muy jóvenes de hoy podrían ser la base de una selección competitiva en el futuro. La esperanza es que la quiebra de Alianza y Universitario, la constatación de ser prácticamente los últimos de sudamérica, el haber tocado fondo, pueda ser el inicio de una nueva etapa.

Notas sobre la corrupción

Artículo publicado en La República, domingo 8 de junio de 2014

La amenaza de la corrupción es universal. Podría decirse que ella es frenada allí donde, del lado estatal, hay instituciones más fuertes, reglas más claras, transparencia; funcionarios profesionales; y controles y sanciones efectivas; del lado político, un cuidado en el gobierno por mantener buena reputación y desarrollar una carrera, y una oposición activa; y del lado social, cierta cultura de rechazo a la corrupción. Se trata de una confluencia de factores relativamente excepcional, de allí que la corrupción sea un problema serio en todo el mundo.

Cuando estallan escándalos de corrupción, y vemos actuar a las instituciones de control, por ejemplo, encarcelando a presidentes regionales, ¿qué podemos deducir? Primero, que se fracasó en evitar la comisión de delitos. En nuestro caso, todas las variables parecen estar mal: instituciones débiles, opacidad, marañas burocráticas, funcionarios precarios, liderazgos caudillistas y arbitrarios, cooptación de la oposición, tolerancia social frente a la corrupción.

A esto hay que sumar que la dinámica de la economía parece ir en contra de una ética pública escrupulosa; desde la economía se presiona para que las regiones gasten, por los riesgos de una recesión, o para frenar el descontento social frente a la inversión privada en regiones mineras, cuyos beneficios “deberían” hacerse evidentes. Recordemos que César Alvarez fue reelecto presidente regional y se presentaba apenas el año pasado como un gestor eficiente, que ponía a Ancash como la región con mejores indicadores de ejecución del gasto público y ejemplo de grandes inversiones, resultado de una política amigable con la inversión minera. El resultado era prosperidad y paz social, a diferencia de Cajamarca, supuestamente. Más presupuesto, más actividad económica, más presiones por gastar, generan más oportunidades y tentaciones para la corrupción. No solo vía la apropiación de dineros públicos, también de extracción de dinero privado mediante sobornos a cambio de decisiones a favor de algunos o en contra de otros.

Una segunda cosa que se podría deducir es que aparentemente se tuvo éxito en detectar y sancionar la corrupción. Sin embargo, uno se pregunta si la ausencia de denuncias o escándalos es indicador de menores niveles de corrupción, y si su proliferación es consecuencia de lo contrario. Esta última puede ser consecuencia de una voracidad excesiva, o de exclusiones o mezquindades en el reparto. La corrupción parece requerir cierta discreción, sentido de la mesura, y generosidad en el reparto, como describió recientemente el expresidente de la región Moquegua, Jaime Rodríguez: una cosa es robar en carretilla y compartir, mientras que otros roban en volquetes o trailers, y no reparten nada. Por esto, muchas veces las acciones de control son más resultado de files armados por intereses opositores, que del celo y eficiencia de los organismos fiscalizadores.

A todo esto hay que sumar la amenaza del crimen organizado. Para otra semana.

miércoles, 4 de junio de 2014

Partidos, movimientos, y candidatos

Artículo publicado en La República, domingo 1 de junio de 2014

La próxima semana se cierra la inscripción de las organizaciones políticas que participarán en las elecciones regionales y municipales del 5 de octubre. Podrán participar los 18 partidos nacionales inscritos, los movimientos regionales y las organizaciones políticas locales. Están en disputa 25 gobiernos regionales (presidentes, vicepresidentes y 274 consejeros regionales), 195 alcaldías provinciales y 1647 distritales (que implican la elección de 10,526 regidores). Tomando como referencia a las últimas elecciones, podríamos decir gruesamente que el conjunto de partidos nacionales presentará la mitad de los candidatos en competencia, y los movimientos regionales la otra mitad.

Con la excepción parcial del APRA, ningún partido es capaz de presentar candidatos para la mayoría de presidencias regionales o alcaldías provinciales. De este modo, tendremos a partidos nacionales que se presentarán solo donde tengan alguna posibilidad de competir “dignamente”, con candidatos propios, en alianza con otros o simplemente “alquilando” la marca partidaria a algún postulante sin inscripción; y movimientos regionales, por lo general altamente personalistas, compitiendo en el plano regional, y presentando también candidatos a alcaldías provinciales o distritales con personajes cercanos o nuevamente, alquilando la marca regional a algún líder local.

Podría así decirse que de un lado tenemos a partidos sin políticos: como decía, apenas el APRA y muy por debajo Acción Popular, por su trayectoria histórica, pueden decir que cuentan con cuadros y redes que cubran mínimamente el territorio nacional. Por haber ocupado el gobierno, el fujimorismo, Perú Posible y el Partido Nacionalista cuentan también con algo, pero solo el primero constituye hoy una marca atractiva para un candidato que busca postular. Todos los demás funcionan poco más que como etiquetas que se prestan o alquilan, buscando apenas “posicionar la marca” en el mercado electoral. En cuanto a los movimientos regionales, por lo general se organizan en torno a líderes con alguna trayectoria política reconocible: han sido congresistas, alcaldes, excandidatos con buenos desempeños, exfuncionarios. O son personajes que saltan del ámbito privado al público, desde alguna posición que les dio visibilidad: empresarios, periodistas, académicos, dirigentes sociales.

Frente a ellos se ubica la gran masa de candidatos interesados en desarrollar carreras políticas, y que tienen que evaluar qué marca partidaria nacional o regional les permite tener mayores opciones de ganar, y cuál le impone menos costos (pago por el uso de la marca, contribución a otras campañas de la marca, inclusión de allegados en las listas de candidatos). El crecimiento del presupuesto público en regiones y municipios resulta un incentivo a la participación tanto para quien tiene vocación de servicio y siente que puede hacer cosas, como para quien quiere obtener de alguna manera un beneficio particular. Qué hacer si es que ganas, ya se verá.

Populismo de derecha

Artículo publicado en La República, viernes 30 de mayo de 2014

En nuestros países, en los últimos años, el descontento frente a la situación económica y las promesas incumplidas de las reformas neoliberales llevaron a un “giro hacia la izquierda”. Pero a diferencia del pasado, este giro vino acompañado de liderazgos personalistas muy fuertes, con lo que este giro estuvo acompañado de fuertes rasgos populistas y autoritarios; el caso de Chávez fue la expresión más gráfica y extrema de esta tendencia.

En Europa, las cosas van en una dirección diferente. Se han realizado recientemente elecciones al parlamento europeo, y se han registrado preocupantes avances de fuerzas extremistas de derecha que han llamado la atención especialmente en Francia, en donde el Frente Nacional aparece como la primera fuerza política. Allí la respuesta a la crisis ha llevado a culpar no al mercado y al neoliberalismo, sino a los extranjeros, a las instituciones comunitarias, y a los supuestos países “ganadores” de la integración; y han llevado por lo tanto a la exaltación de valores tradicionales nacionalistas, étnicos, con fuertes componentes racistas. Populismo de derecha.

Populismos de derecha y de izquierda tienen muchos elementos en común, de allí su parentesco: liderazgos iluminados con discursos que establecen oposiciones simplistas y polarizantes, apelación al pueblo como encarnación de las virtudes de la nación frente a enemigos externos e internos; propuestas de acción directa sin mediaciones institucionales, lógicas antipolíticas. Cambian los enemigos y las recetas: los extranjeros y la integración en un caso, el imperialismo y la oligarquía en el otro; protección nacionalista y aislacionismo en un caso, fortalecimiento del Estado frente a mecanismos de mercado en el otro. El asunto es que, en contextos de crisis e incertidumbre, prosperan demandas antipolíticas.

Volviendo a nuestros países: ¿estaremos asistiendo a un resugimiento de populismos de derecha? ¿Estará terminando el giro hacia la izquierda? Recientemente hemos tenido la elección presidencial en Colombia, y el desgaste en las negociaciones con la guerrilla ha permitido el triunfo en la primera vuelta del candidato uribista Oscar Iván Zuluaga. En nuestro país, preocupado por problemas de inseguridad ciudadana, desorden público, escandalizado por los reiterados casos de corrupción, y una crisis económica sobre el horizonte, las encuestas de opinión ubican no por casualidad encabenzado las preferencias preelectorales a Keiko Fujimori, Alan García y Pedro Pablo Kuczynski. Se ha dicho, con razón, que existe espacio para alternativas de centro izquierda. Pero es pertiente recordar que los temores y la incertidumbre pueden llevar a buscar salidas populistas de derecha, no cuestionamientos al modelo económico y social imperante. Quienes buscan alternativas de cambio deben hacerse cargo también de los miedos de los ciudadanos.

¿Una reforma imposible?

Artículo publicado en La República, miércoles 28 de mayo de 2014

Acaba de aparecer un libro muy importante, Una reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo, de Luis Pásara (Lima, Fondo Editorial PUCP, 2014). Se trata de una síntesis del trabajo del autor a lo largo de muchos años, accesible al lector no familiarizado con cuestiones jurídicas. Digamos que plantea un enfoque sociológico y politológico del funcionamiento del Poder Judicial en la región. Intenta responder preguntas medulares: ¿es posible cambiar la justicia en nuestros países?, ¿qué obstáculos han enfrentado los procesos de reforma?, ¿es posible superarlos? Para esto el autor hace un diagnóstico de los problemas de la justicia, rastrea sus orígenes históricos, evalúa los intentos de reforma ocurridos en los últimas décadas, da cuenta de nuevos desafíos que se presentan en los últimos años. La conclusión es que para lograr cambios significativos se requiere de una coalición política y social muy amplia, que tiene que ir mucho más allá de los jueces y operadores del sistema de justicia, que presione de manera sostenida en el tiempo, para lograr metas solo visibles en el largo plazo.

De allí el título del libro, una suerte de sentencia condenatoria que recibe la justicia latinoamericana en el banquillo de los acusados. Ya antes Pásara ha hecho previsiones pesimistas respecto al futuro del país, y lamentablemente no resultaron desencaminadas. En un libro publicado en 1988 llamaba la atención sobre los riesgos de la “libanización” de la democracia peruana (Luis Pásara y Jorge Parodi, eds., Democracia, sociedad y gobierno en el Perú. Lima, CEDYS); y en otro publicado en 1991 preveía la desmovilización y posible cooptación de los movimientos sociales (Pásara et.al., La otra cara de la luna: nuevos actores sociales en el Perú. Lima, CEDYS).

¿Por qué el pesimismo? Es que, a diferencia de otras áreas del Estado (educación, salud, empleo público en general), aquello que se tiene que reformar no puede, en principio, ser empujado por la sola voluntad política gubernamental. En los últimos años, con toda la precariedad política que vivimos, hemos dado algunos pasos encaminados a mejorar el funcionamiento del Estado introduciendo evaluaciones del desempeño, incentivos para las mejoras, sanciones para la ineficiencia. Hay obviamente resistencias, pero es posible avanzar algo. Con los jueces y operadores del sistema de justicia es diferente: gozan de autonomía, poseen una fuerte cultura institucional, y se han habituado a funcionar como lo hacen, tolerando altos niveles de corrupción, ineficiencia y exclusión social.

Pásara termina el libro diciendo que “el peor colofón de esta historia sería que, en materia de justicia, las cosas siguieran como hasta ahora. Aunque no es improbable que así ocurra, habríamos de lamentarlo”. Llamar la atención sobre las funestas consecuencias de las tendencias en curso es un primer paso para evitarlas.

Regiones y corrupción

Artículo publicado en La República, lunes 26 de mayo de 2014

A propósito de los sucesos recientes en Ancash y otras regiones, marcados por escándalos de corrupción y el develamiento del modus operandi de sus mafias, surgen voces que cuestionan el proceso de descentralización en general.

Es cierto que la constitución de gobiernos regionales se llevó a cabo con una sorprendente improvisación y voluntarismo, y tuvo consecuencias inesperadas negativas: debilitó a los partidos políticos naciones, que fueron sustituidos por movimientos departamentales que profundizaron la fragmentación política del país entre niveles de gobierno. De otro lado, los gobiernos regionales adolecieron de serios problemas de gestión y de capacidad institucional para hacerse cargo de sus nuevas responsabilidades. Esto coincidió con un presupuesto público cada vez más grande y con una ley de canon que hizo que algunas regiones en particular tuvieran ingentes recursos. La coexistencia entre más recursos y responsabilidades, con limitadas capacidades políticas e institucionales tuvo como consecuencia altos niveles de ineficiencia y corrupción.

Sin embargo, así como fue un error apresurarse con la constitución de regiones y la descentralización, también lo sería apresurarse a desandar lo andado. Ya es indudable que los gobiernos regionales son el referente más importante en la vida de las localidades, por encima de los congresistas del departamento y de los alcaldes de la provincia capital. Y en algunas regiones empieza a haber signos de aparición de lo que podríamos llamar sistemas políticos regionales.

¿Cómo enfrentar entonces los problemas de corrupción? Evidentemente, parte del asunto involucra a la Fiscalía y a la Contraloría. Pero otra parte involucra a los actores y controles políticos, lo que nos lleva a examinar el papel de los Consejos Regionales y de los Consejos de Coordinación Regional. Recordemos que en la última elección se eliminó el llamado “premio a la mayoría”, lo que podría haber llevado a un mayor control sobre el ejecutivo regional; sin embargo, los consejeros fueron elegidos sobre la base de las provincias del departamento, lo que fragmentó la representación. Esto facilitó la cooptación de la oposición por parte del presidente regional.

Urge por tanto reconsiderar la forma de elección y funciones de los Consejos Regionales y Consejos de Coordinación, para que sirvan como instrumento de control del ejecutivo regional. Pero para ello debemos apuntar a fortalecer los movimientos regionales, y alejarnos de formas de representación personalizada por provincias.

PS. Que no cunda el pánico: estaremos reemplazando a Augusto Alvarez Rodrich, de vacaciones, Ricardo Cuenca y yo, solamente esta semana.

Desigualdad

Artículo publicado en La República, domingo 25 de mayo de 2014

En el mundo, la discusión sobre la desigualdad se ha puesto en el centro del escenario, motivada por la publicación del libro Capital in the XXI Century, de Thomas Piketty (Cambridge, Harvard University Press, 2014). Este analiza la dinámica económica de los países nor-occidentales a lo largo de los últimos siglos, y sostiene que la tasa de retorno del capital es significativamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y de la producción, por largos periodos de tiempo, lo que lleva a un empeoramiento en la distribución de la riqueza. El interés en el libro ciertamente se debe a sus méritos, pero también a que provee una explicación razonable a las angustias y percepciones actuales, marcadas por una crisis internacional originada en la voracidad de la banca de inversión.

¿Y en nuestro país? Diferentes estudios señalan que en los últimos años el crecimiento ha estado asociado a una mejora en la distribución, aún asumiendo que pueda existir una subestimación de los ingresos de los sectores altos (ver trabajos de Gustavo Yamada y otros). Esto hace que Perú destaque en el ámbito latinoamericano como uno de los países que ha tenido mejoras en la reducción de la desigualdad (ver trabajos de Nora Lustig, Miguel Jaramillo y el hoy ministro de educación Jaime Saavedra), y que no aparezcamos como especialmente desiguales en la región.

Sin embargo, hay mucho más que decir. Javier Escobal y Carmen Ponce muestran que, si bien en general la distribución del ingreso ha mejorado en los últimos años, ha empeorado en algunas dimensiones, como por ejemplo la espacial. Un dato ilustrativo es que en 2004 la sierra rural concentraba el 58% de la pobreza extrema, y en 2010 ese porcentaje subió a 63%. Los autores encuentran distancias crecientes entre Lima Metropolitana y las ciudades principales, y las zonas rurales. Es decir, la pobreza se reduce, hay mejoras generales, pero las distancias entre unos y otros en la dimensión espacial-regional tienden a aumentar. Los autores registran también diferencias crecientes entre individuos agrupados según lengua materna, en desmedro de la población de origen indígena (ver Polarización y segregación en la distribución del ingreso en el Perú: trayectorias desiguales. Lima, GRADE, 2012).

Siguiendo con esta pista, podríamos decir que para entender los problemas de desigualdad en un país como el Perú y sus consecuencias sociales y políticas hay que partir de mediciones y registros individuales, pero ir más allá: es imprescindible mirar qué ocurre en las relaciones entre las regiones, entre los ámbitos urbanos y rurales; la mediación de la etnicidad; y sobre todo, cómo todo ello en ocasiones se superpone. El problema de fondo en nuestro país es que, a pesar de los cambios y mejoras, no logramos romper un esquema en el que lo pobre, lo rural, lo indígena, está en un extremo crecientemente alejado de lo próspero, urbano, criollo-mestizo. Por eso nuestros imaginarios discriminadores se resisten a desaparece