Artículo publicado en Perú21, martes 13 de febrero de 2007
En las últimas semanas, en los países del vecindario andino con gobiernos de izquierda, las cosas han estado muy movidas; los presidentes electos recientemente, que gozan del apoyo de la mayoría de la población, están usando ese respaldo para intentar pasar por encima de los marcos institucionales existentes. En Venezuela, el presidente Chávez logró que el Congreso aprobara una "ley habilitante", que le permitirá legislar directamente. Si se quisiera derogar una de sus leyes, se tendría que convocar un referéndum. En Bolivia, el gobierno de Morales promovió cambios legislativos que buscaban poder revocar a los prefectos (nuestros presidentes de región) de oposición, así como cambios en el reglamento de la Asamblea Constituyente, para poder aprobar parcialmente la nueva Constitución por mayoría simple. En Ecuador, el presidente Correa pretende convocar a una nueva Asamblea Constituyente (apenas 10 años después de la de 1997), y se teme que, de obtener mayoría en ella, cierre el Congreso e inicie un proceso de reorganización y copamiento de todos los poderes públicos, como ocurrió en Venezuela desde el año 2000.
¿Traspasarán estos gobiernos la línea que separa un ejercicio democrático del poder y se convertirán en autoritarismos plebiscitarios, es decir, regímenes sin controles institucionales efectivos, pero que gozan del apoyo mayoritario de la población en virtud de sus retóricas y prácticas populistas o revolucionarias? La respuesta no está, a mi juicio, en las buenas intenciones de sus líderes, ni en la firmeza de sus convicciones democráticas, sino en la fuerza de la oposición para impedirlo.
En Venezuela es clara la precariedad de la oposición. A pesar de que esta obtuvo un 36% de los votos en la elección presidencial de diciembre pasado, no tiene presencia en el Congreso (el 100% de los representantes son chavistas porque la oposición boicoteó la elección de diciembre de 2005) ni presencia importante a nivel de las gubernaturas como para poner límites efectivos al chavismo. Bolivia es diferente: si bien Morales ganó superando la mayoría absoluta de los votos en diciembre del 2005, con lo que el MAS obtuvo mayoría en la Cámara de Representantes, no tiene mayoría en el Senado; y en las elecciones de prefecturas (nuestras regiones), la oposición ganó seis de las nueve en disputa. Esto le permitió a la oposición imponer condiciones en la Asamblea Constituyente electa en julio pasado, en las que el MAS también obtuvo mayoría: como la obligación de que la nueva Constitución sea aprobada por dos tercios, no por la mayoría de los representantes. En Ecuador, el poder de Correa es muy limitado. Cabe recordar que Alianza País obtuvo apenas un 23% de los votos en primera vuelta en octubre pasado, y no presentó candidatos al Congreso por considerarlo intrínsecamente corrupto. Sus posibilidades de ganar en un enfrentamiento abierto con la oposición son escasas, y los costos que esta lucha tendrá para ese país, enormes.
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