Artículo publicado en Perú21, martes 10 de octubre de 2006
En las últimas décadas, diversos intelectuales peruanos propusieron grandes imágenes para entender nuestra sociedad, expresadas en algunas palabras clave: la herencia colonial y el patrimonialismo (Julio Cotler), el "desborde popular" (José Matos Mar), la democratización social sin democratización política (Sinesio López y Carlos Iván Degregori), la "revolución informal" (Hernando de Soto), la anomia y el "mal peruano" (Hugo Neira), entre muchos otros. Más recientemente, la CVR propuso la idea de un país signado por el racismo y la exclusión, junto con procesos truncos de democratización y modernización. Mirando el Perú actual, considero que estas imágenes y palabras no alcanzan para dar cuenta de la dinámica del país, aunque todas ellas aluden a asuntos fundamentales que se deben tomar en cuenta. En lo personal, si tuviera que elegir solo dos palabras clave para dar cuenta de la sociedad peruana actual, ellas serían fragmentación y democratización.
En las últimas décadas, fuimos testigos de la desestructuración del injusto orden oligárquico y de sucesivos intentos frustrados de reestructuración política: el del populismo autoritario militar, los de los diversos proyectos políticos de los años ochenta (el populismo aprista, la revolución liberal y la socialista, y la revolución polpotiana del senderismo); tampoco pudo consolidarse luego la reforma neoliberal con el fujimorismo, o cumplirse con las promesas de la "transición democrática" en los últimos años.
No debemos perder de vista que, si bien cada uno de estos intentos fracasó, sí logró avances parciales, y que todos ellos tuvieron en su base una fuerza común, que es la aspiración de progreso, reconocimiento, modernidad, democracia social. Esta fuerza, al carecer de un orden institucional que la encauzara, terminó generando una extendida anomia social. Así, el escenario peruano se caracteriza por la coexistencia de una suma de fragmentos, muy diversos entre sí, cada uno de ellos muy dinámico y cohesionado a su interior, pero con una enorme dificultad para agregar intereses, superar el inmediatismo, crear nuevas estructuras de autoridad legítimas.
En lo social, hemos tenido en las últimas décadas las migraciones internas, los efectos de la reforma agraria y de su fracaso, la hiperinflación, el quiebre del empleo formal y la extensión de la informalidad, el debilitamiento de los gremios y organizaciones, el colapso del sistema de partidos, las múltiples consecuencias del conflicto armado interno, la lógica antipolítica y antisistema, las migraciones internacionales. todo ello deja un saldo de aspiraciones democráticas sólidas pero truncas, y una sociedad con bajos niveles de confianza interpersonal y de legitimidad en las instituciones, entre los más bajos del mundo.
En el Perú de hoy, hay tendencias que apuntan hacia una regeneración del tejido social, y también hacia el ahondamiento de la fragmentación. La cosa por ahora da para los dos lados, aunque trato de ser moderadamente optimista.
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