Artículo publicado en La República, martes 6 de enero de 2009
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Como sabemos, es una tradición terminar el año y hacer balances de lo ocurrido, así como recibir el nuevo año y hacer pedidos para los próximos doce meses. El que pide poco es un loco, se dice; el asunto es que, muchas veces, nuestros deseos no se hacen realidad, ni para nuestras familias ni para el país. ¿Será que no nos escuchan? ¿O que hay un problema con nuestros pedidos?
En los Estados Unidos hay un refrán que dice que “no puedes comerte el pastel y guardarlo al mismo tiempo”. A veces tenemos deseos contradictorios, y hay cosas que no pueden darse juntas: por ejemplo, tener un contralor con amplia experiencia y conocedor de cómo funciona el sector público, pero que al mismo tiempo no haya tenido relación con algún gobierno, y que sea impolutamente independiente. Imposible. Así como tener excelentes profesionales trabajando para el Estado, pero sin asegurar buenos sueldos y condiciones laborales.
A veces queremos ganar la lotería, pero ni siquiera nos compramos un huachito. No podemos lograr algo si no hacemos nada para conseguirlo. Por ejemplo, soñamos con tener una mejor representación política, pero nos resistimos a hacer una reforma política (cuando menos podría eliminarse el voto preferencial, asegurando alternancia de género en las listas y elecciones internas organizadas por la ONPE). Queremos erradicar la pobreza, pero no tenemos buena política social; queremos mejorar nuestros niveles educativos, pero no aumentamos el presupuesto en educación, etc.
A veces queremos obtener algún beneficio colectivo, pero no queremos colaborar con nuestra parte para el logro de ese objetivo: queremos un tránsito más ordenado, pero seguimos incumpliendo las reglas de tránsito; queremos una ciudad más limpia, pero la seguimos ensuciando.
A veces conseguimos lo que pedimos, pero no lo valoramos ni lo aprovechamos, y dejamos pasar oportunidades. Como aquel que le pidió a Dios que lo salvara de un incendio, y rechazó la ayuda de los bomberos porque Dios lo iba a salvar. Murió carbonizado y le reclama a Dios, quien le responde: “¡pero si te mandé a los bomberos!”. Lo mismo: tuvimos varios años de crecimiento económico que no aprovechamos lo suficiente para avanzar más y mejor en ampliar los beneficios del crecimiento.
A veces generamos males al desear un bien. Por ejemplo, queremos una vigilancia milimétrica respecto a la actuación de los funcionarios públicos y representantes políticos, somos hipercríticos respecto a sus decisiones, y lo que terminamos generando es una retórica antipolítica muy favorable para proyectos autoritarios y antidemocráticos.
Finalmente, está el hecho de que al conseguir algo perdemos necesariamente alguna otra cosa; muy rara vez se obtiene algo sin algún sacrificio. Por eso de lo que se trata es de conseguir un equilibrio. Si no, al querer descentralización, generamos fragmentación; al querer renovación, debilitamos a los partidos; etc.
Para tomar en cuenta cuando evaluemos, al final del año 2009, si se cumplieron los deseos del día primero.
“La Mariscala es una obra para todos, incluso para quienes no disfrutan de
los musicales”: Gonzalo Polar
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En La Mula TV, Gonzalo Polar, coautor y coproductor de La Mariscala, el
musical, reflexionó sobre el impacto de la obra en la narrativa histórica y
cultura...
Hace 11 horas.
3 comentarios:
Tratando de seguir su idea.
Las últimas paradojas:
Queremos mejores funcionarios, pero les pagamos menos que antes.
Les subimos los sueldos a los ministros, pero no a los funcionarios de campo, osea los que se empolvan los zapatos y maltratan los ternos.
Saludos!!!
"al querer renovación, debilitamos a los partidos"
¿?
qué partidos?
a dónde están para ir a buscarlos...!!!
De otro lado, tampoco me queda muy claro que "generemos males al desear un bien", quizás sería más exacto decir que los males se generan cuando para la consecución de un bien se gestan sacrificios innecesarios, desproporcionados, improvisados, desiguales, fuera de lugar, etc.
"Por ejemplo, queremos una vigilancia milimétrica respecto a la actuación de los funcionarios públicos y representantes políticos, somos hipercríticos respecto a sus decisiones, y lo que terminamos generando es una retórica antipolítica muy favorable para proyectos autoritarios y antidemocráticos."
Creo que el ejemplo es flojo o mi lectura es limitada -quizás esto último-, pues no veo la contradicción entre una vigilancia ciudadana, social, super crítica (pero en serio) y milimétrica, versus una retórica antipolítica que de pie y cabida a proyectos contrarios a la democracia misma.
Creo por el contrario que el despertar y accionar de la ciudadanía/sociedad civil, a través de la vigilancia y la crítica gestara espacios de debate e interacción democrática (en perspectiva deliberativa, Nino, etc.) y no (necesariamente) un espacio propicio para autoritarismos y afines. Por otra parte, podría ayudar a consolidar liderazgos democráticos que se legitimen en el debate de lo público, exponiendo con claridad sus ideas y apuestas y debatiéndolas de modo persuasivo y alturado. Es decir, se podría gestar una suerte de (nuevos) políticos que se forjen al calor del debate de lo público, actores que tengan las herramientas y destrezas suficientes para salir airosos del arduo escrutinio y vigilancia milimétrica.
No le parece?
respetuosamente,
m.
Creo que a la clase de crítica a la que se está refiriendo no es exactamente la que se basa en la exposición de ideas, ni en debates persuasivos o alturados. Me parece, más bien, que se habla sobre la crítica artera, insidiosa, exacerbada y (una que otra vez) malintencionada.
Habría que estar loco para no criticar alguna mala decisión de un político. Pero también se debe tener en cuenta que, de exagerar en la crítica, de no colocarle límite o enfocarse exclusivamente en los aspectos negativos; sí puede generar un ambiente apolítico en la población. Un ambiente de deslegitimación de los canales tradicionales de la política.
En el contexto de una crítica pesimista, catastrofista, que ve todo mal y no encuentra (o no quiere encontrar) los aspectos positivos del Estado; la solución tiene que ser mágica: El cambio total. El giro de 180º. La "mano firme".
Así es como he entendido el post con el que, por cierto, no podría coincidir más.
Saludos
Luis Véliz
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