viernes, 23 de marzo de 2007

Danilo Zolo: la “tragedia” de la ciencia política

Hola, sigo con el debate sobre la crisis de la ciencia política, iniciado a partir de un artículo de Giovanni Sartori, comentado por César Cansino. Ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2007/03/adis-la-ciencia-poltica-por-csar.html

Esta vez sigo con un texto de Danilo Zolo, "La `tragedia` de la ciencia política, también tomado de la revista Metapolítica, num. 49, septiembre - octubre 2006.

A continuación sus conclusiones, que llaman a un diálogo entre la ciencia política y la filosofía política:


CONCLUSIÓN

En las páginas finales del ensayo “Natura ed evoluzione della disciplina” con el cual se abre el Manuale di scienza della politica que he citado ya varias veces, Gianfranco Pasquino señala en forma enérgica la exigencia de que la ciencia política se confronte de nuevo y se redefina respecto de la filosofía política, aceptando medirse con la rica complejidad de sus temas, muy por encima de toda batalla por la defensa de confines disciplinarios o por la conquista de mayores espacios académicos. Pasquino alienta la idea de que por la interacción entre científicos políticos y filósofos políticos emerja una nueva capacidad teórica, una nueva “teoría política”, en condiciones de medirse con la creciente complejidad de la realidad política contemporánea.

Considero muy interesante esta perspectiva, y más aún porque, junto con los postempiristas, pienso que no es posible trazar entre las dos disciplinas un riguroso confín de orden teórico, conceptual o lingüístico. En realidad, no disponemos de un estatuto epistemológico definido, y mucho menos definitivo, de las ciencias sociales y en particular de la ciencia política. En otras palabras, nuestros conocimientos sociales no tienen confines precisos ni fundamentos. Estamos todos, y es el mismo Pasquino quien lo recuerda (1986, p. 31), en la metafórica nave de Neurath, donde los marineros se empeñan en reparar y restructurar su nave en mar abierto, sosteniéndose sobre las viejas estructuras y sin la posibilidad de llevarla al muelle para reconstruirla desde el principio. Estamos todos involucrados en esta situación de circularidad.

Pero para que el diálogo entre filósofos y científicos de la política pueda tomarse en formas no puramente académicas y volverse fecundo también desde un punto de vista político, considero necesario que ambas disciplinas hagan con firmeza las cuentas con su historia y se liberen de una parte de su tradición. Asimismo, es necesario que ambas se ocupen mucho más de los “problemas” que de los “hechos” de la política, para no hablar sólo de los asuntos de método o de las rituales reverencias académicas por los clásicos del pensamiento político. Más que limitarse a promover recíprocas actiones finium regundorum, ambas disciplinas deberían recuperar sensibilidad e interés por las grandes interrogantes sociales y políticas de nuestro tiempo: del destino de la democracia en las sociedades complejas, dominadas por las tecnologías robóticas y telemáticas, a los crecientes poderes reflexivos del hombre sobre su ambiente y su misma identidad genética y antropológica; de la violencia creciente de las relaciones internacionales al abismo económico que separa los pueblos del área postindustrial del resto del mundo.

La filosofía política debería dejar a las espaldas algunos aspectos no secundarios de su tradición “vetero-europea”: su genérico humanismo, su moralismo, su tendencia especulativa a diseñar modelos de “óptima república”, su predilección por las grandes simplificaciones del mesianismo político, su desinterés por el análisis cuidadoso y resaltador de los fenómenos. En efecto, no parece que haya espacio, dentro de las sociedades complejas contemporáneas, para una filosofía política que pretenda “rehabilitar” y volver a recorrer los viejos caminos de la metafísica aristotélica o de la teología dogmática. Y de esto no parecen del todo conscientes los filósofos políticos italianos (Galli, 1988; Duso, 1988; Gozzi y Schiera, 1987) que, después de haber puesto brillantemente en duda el código “modelo” de las certezas vulgo-democráticas, se dirigen nostálgicos, en compañía de Carl Schmitt, Leo Strauss y Eric Voegelin, a la tradición teológico-metafísica, con su cortejo de ingenuidades ontológicas, de dogmatismos morales y de concepciones políticas jerárquicas y autoritarias. Tampoco parece haber espacio para una recuperación del moralismo iusnaturalista, en sus variantes utilitaristas o contractualistas (Veca, 1988), que se revelan poco más que esquemas elementales de justificación de los arreglos económicos-políticos existentes. Esquemas que la creciente complejidad social vuelve entre otras cosas ineficaces, incluso desde el punto de vista apologético.

La ciencia política, por su parte, debería liberarse de su obsesión metodológica, de las presunciones de su ideología cientificista, de su imposible aspiración a la neutralidad valorativa, de su débil sensibilidad por la historia y el cambio social. Con todo, la ciencia política no debería renunciar a su lección de rigor y claridad conceptuales, ni disminuir su vocación por la indagación “empírica” sobre la política, si esto significa, una vez abandonados los prejuicios positivistas, actividad de información, documentación y estudio comparativo de los sistemas políticos contemporáneos, sin la cual no se construye alguna “teoría política” digna de tal nombre.

[Ver texto completo en: http://www.cholonautas.edu.pe/wordpress/2007/03/23/sigue-el-debate-la-tragedia-de-la-ciencia-politica/]

1 comentario:

Liber León dijo...

Me interesa el texto de Zolo, busco principalmente "Il principato Democratico" pero buscando me interesó este también; sin embargo, no tienes el vinculo funcionando y n es posible descargar el material, te agradecería mucho me pudieras enviar una copia a leonmarxian@gmail.com

Te agradecod e antemano tu atención.