Un añadido final que quiero hacer a mi artículo de Perú 21, y que no pude incluir allí por falta de espacio, y porque se trata de una apreciación muy subjetiva. Se ha dicho en varios lados que, para quienes están en el poder político, el tema de las relaciones e hijos extramatrimoniales es un asunto privado, mientras no se actúe hipócritamente, mientras no se quiera vender una imagen pública falsa. Mientras se sea discreto. En mi artículo digo que esto puede ser un tema de debate público en tanto plantea el asunto de los roles de género, los modelos de familia, el respeto entre las personas.
Acá quiero añadir que hay una dimensión política importante en las relaciones privadas cuando se trata de quienes están en el poder, sobre la que propongo reflexionar.
Lo pongo de esta manera. Hace algunos años leí un par de libros sobre la (fracasada) revolución sandinista, Adiós muchachos de Sergio Ramírez, y Nicaragua bajo mi piel de Gioconda Belli. Ambos libros son testimonios de la lucha revolucionaria contra el somocismo, del triunfo de la revolución, y luego de su caída. Cada uno intenta responder, a su manera, el cómo y por qué tanto idealismo, tanto sacrificio, tanta nobleza, terminó en corrupción, pragmatismo exacerbado, pérdida de principios. Ambos libros cuentan una historia de pequeñas traiciones, ligeros síntomas, que luego se convierten en grandes males. Líderes revolucionarios que poco a poco empiezan a ser seducidos por el poder. Poco a poco desarrollan una conciencia según la cual a ellos se les están permitidas cosas que a los demás no, pequeños privilegios, concesiones, debido a su papel de grandes líderes revolucionarios. Luego pasan a justificar pequeñas trasgresiones y faltas, en nombre de la defensa de la revolución. Por eso camino se termina en lo que terminó Nicaragua, o antes Cuba.
Leyendo a Belli me impresionaron algunas anécdotas que cuenta, que me hicieron ver lo importante que es el asunto de género y las implicancias políticas que tiene. Belli cuenta por ejemplo cómo el General Torrijos, presidente de Panamá se le “mandó”, y lo justificó apelando a la “soledad del poder”. Belli cuenta también cómo Fidel Castro también se le mandó, pero tratando de sacarle información sobre Nicaragua. Cuenta también cómo fue obligada a ocupar posiciones subordinadas como mujer y pareja en nombre de los intereses de la revolución y de sus líderes.
¿A qué quiero llegar? A que estos libros sugieren que a las grandes traiciones se llega empezando con las pequeñas, casi inadvertidamente, y que una de las primeras señales del relajo moral que luego termina en la debacle se puede ver en el asunto del género. Se empieza asumiendo esto que al gran líder se le está permitido tener varias mujeres; después, que puede tener varios autos y lujos; luego, que puede quedarse con algo de dinero; y así sucesivamente. Todas las trasgresiones tienen una justificación. Sin darse cuenta, se terminan abandonando los principios.
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4 comentarios:
¿no hay distinción, entonces, entre la ética del ámbito privado y la de los actos públicos? ¿deben denunciarse todas las infidelidades de los políticos? ¿dónde nos detenemos?
(y si no es mucho pedir, quisiera que usted aclare a sus lectores los manoseados términos "psicosociales" o "cortinas de humo". a veces parece que, para algunos, toda noticia tiene detrás un operativo psicosocial o pretende levantar una cortina de humo)
Concuerdo contigo. Como dice en el Evangelio: quien es honesto en lo poco, será honesto en lo mucho.
Ocramcito: un matrimonio "oficial" (ya sea religioso o meramente civil) implica compromisos asumidos libremente, entre ellos la promesa de fidelidad mutua.
Romper esa promesa es faltar a tu propia palabra (aún sin tomar en cuenta el daño que esto puede hacer a la propia familia).
Si tú mismo no haces honor a tu propia palabra, libremente empeñada, ¿no cabe esperar igual descuido y relajación en otros ámbitos? Si tu palabra no vale nada, ¿qué puedo esperar de tí?
Entiendo que un matrimonio puede acabar en separación o divorcio por problemas diversos. Aunque me parezcan desenlaces muy tristes, eso es mil veces más respetuoso, honesto e igualitario que llevar una doble vida (una comprensiva "mujer digna" en casa y "damas de altas cualidades" en otros lugares).
Y eso, sin entrar a discutir el uso propagandístico que García le dio a la imagen edulcorada de su ideal "familia Ingalls" durante la campaña. Que es lo que ha sido motivo de discusión en muchos posts.
No puedes hablar de valores cívicos si no partes primero de valores morales que sirvan de marco de referencia.
Martin, no conozco esos libros, me gustaria leerlos. Para mi, sin animo de ser reduccionista, es un asunto de desarrollo psicologico. Los principios que se pierden quiza nunca estuvieron alli en primer lugar, por lo que todo el tramado se desmorona apenas el conetxto es favorable al abuso de poder. Creo que si la persona por mi misma no puede poner freno a estos excesos, y si tampoco puede hacerlo su entorno mas inmediato, pues para eso deberian existir grupos de vigilancia que lo hagan a nombre de la sociedad,
Saludos, recién puedo responder, muchas gracias por los comentarios.
Muy de acuerdo con danza.
Sobre lo de ocram: mi comentario llama la atención sobre cómo se puede llegar a cosas grandes sumando cosas chicas. Cada una de ellas, individualmente, resultan no graves, o aparentemente muy privadas, por ello no son parte del espacio público.
Creo que hay que distinguir juicios en la esfera de lo público-político, y otros que tienen que ver con la ética y la moral, que merecen otro tratamiento. Ahora, es un tema de reflexión se entrelazan unas cosas con las otras.
Sobre las "cortinas de humo". Criterio principal: desconfiar de esas explicaciones. Su estructura de razonamiento es así: si ocurre A, que favorece a B, entonces, B debe ser causante de A. El problema con esta manera de pensar es que obvia la búsqueda de evidencia de cómo A es consecuencia de las acciones de B.
No basta analizar quién sale ganando con algo para atribuirle una acción: hay que encontrar datos. Si no, caemos en el mundo de la paranoia total: si hubo temblores en Lima, y ello hizo que la gente dejara de hablar de Alan, entonces Alan causó los temblores. No faltará quien elucubre un argumento como ese. En el mundo también ocurren casualidades, de vez en cuando, pues.
Susana: interesante punto. Sin embargo, en los libros citados se cuentan, durante la lucha contra la dictadura, muchos ejemplos de heroísmo, desprendimiento, sacrificio, solidaridad, entre quienes después en el poder, se muestran vanidosos, autoritarios, arrogantes, etc. Llama entonces la atención el cambio, no tanto la continuidad. Sobre la segunda parte de tu comentario, totalmente de acuerdo...
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