Artículo publicado en Perú21, martes 21 de noviembre de 2006
Perdieron los movimientos regionales y locales (sí, perdieron). En las elecciones de 2002 la mayoría de regiones y alcaldías fueron ganadas por “independientes”, y casi ninguno ha sido reelecto, o representantes de sus agrupaciones. Tenemos movimientos regionales y locales fantasmales, que ganan, luego sufren las consecuencias de su inexperiencia e improvisación, y luego desaparecen, y son sustituidos por otros similares, en un círculo vicioso. En medio de esto, el domingo ganaron algunos líderes regionales con posibilidades de repetir la buena experiencia de Yehude Simon en Lambayeque, debido precisamente a su experiencia y antecedentes políticos: José Murgia en La Libertad, Vladimiro Huaroc en Junín, Juan Manuel Guillén en Arequipa, César Villanueva en San Martín, Jesús Coronel en Cajamarca, entre otros.
Perdió (estrepitosamente) el humalismo. En junio de este año, la expectativa era que el humalismo “barriera” en estas elecciones; el humalismo se desvaneció de la misma manera en que apareció. Su sobrevivencia como movimiento es muy complicada, limitada a una bancada en el congreso muy heterogénea. Esto no significa que el caudillo Ollanta Humala desaparezca, pero sí que tiene por delante construir algo por ahora inexistente.
Perdió Unidad Nacional: nada nacional, poca unidad. La votación de UN confirmó lo visto en abril; prácticamente no existe fuera de Lima. Y en Lima, si bien ganó la alcaldía provincial con Castañeda, esto fortalece a éste y a su grupo personalista, Solidaridad Nacional, y debilita al PPC, el socio más articulado y políticamente solvente de la alianza. UN tiene un gran desafío por delante: construir una nueva identidad política desde los distritos populares limeños en los que ganó, y desde allí, conectarse con el país.
Perdió el APRA... El APRA perdió rotundamente si comparamos los resultados de 2002 con los de ahora, y el golpe de la provincia de Trujillo obviamente debe ser muy duro. Pero esto no es muy sorprendente, a la luz de los resultados de las elecciones de abril.
... pero no necesariamente Alan García. Ahora bien, ¿qué implicancias tiene esto para el gobierno? Los resultados en general dibujan un escenario de enorme fragmentación política: partidos nacionales minimizados, movimientos regionales y locales frágiles. Fragmentación horizontal y vertical: en general, quien ganó en una región, provincia o distrito no ganó en la vecina, y quien ganó en la región, no ganó en las provincias o en los distritos. Siendo las cosas así, hay dos situaciones posibles: que las nuevas autoridades sean fácilmente cooptadas por el gobierno, a cambio de concesiones puntuales, aprovechando su desarticulación; o que la dinámica sea de confrontación, en la que el gobierno se desgasta en una interminable sucesión de negociaciones particularistas. Entre los dos escenarios, por ahora, parece mucho más probable el primero: mientras el gobierno central sea popular, y tenga recursos, parecería mejor tratar de llevarse bien con él. Por ahora.
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