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Con este título llamativo mi amigo Ricardo Portocarrero expresa su desacuerdo con mis dos últimos artículos publicados en La República:
http://martintanaka.blogspot.com/2011/02/sobre-lo-andino.html
http://martintanaka.blogspot.com/2011/02/que-dificil-es-ser-dios-de-degregori.html
Ricardo publicó lo que sigue en su página de facebook, que entiendo no es de fácil acceso: intenté encontrar referencias a su página en google, pero no encontré nada. Así que, con su permiso, reproduzco su texto y un mensaje personal, que creo son de interés general, y llevan a una discusión sobre temas sustantivos. Saludos...
Estimado Martín:
No ha sido mi intención, como he insistido reiteradamente, hacer de esto un asunto personal y menos algo que afecte nuestra amistad. Es un tema de debate que viene de muy atrás y que hoy sigue vigente. No quise sino aportar material para el debate, presentando los argumentos que Tito aportó sobre este tema ya que él no podía hacerlo. Nada más. Sobre la nota en mi facebook, la publiqué de manera pública para que cualquiera pudiera consultarla, no restringido a los amigos. Basta hacer una búsqueda con el Google. Por lo tanto, puedes vincularlo a tu blog sin pedirme permiso ni mucho menos. Es abierto; además, es tu derecho. Lo del título era sólo una forma de llamar la atención sobre este tema. La verdad es que tampoco sé usar muy bien esto del facebook. Si requiere de algo que pueda ayudar al debate público, avísame. Sé que a veces me falta tacto. Si este es el caso, te pido las disculpas del caso. Un abrazo, Ricardo.
PS Si quieres también puedes citar este correo para evitar malentendidos con terceros.
Domingo, 27 de febrero de 2011 a las 15:20
Ricardo Portocarrero Grados
Martín Tanaka [nos quiere hacer creer]* nos da a entender en sus artículos del diario La República (20 y 27 de febrero de 2011), que el debate sobre lo andino y Sendero Luminoso se encuentra entre las viejas posturas y las recientes investigaciones sobre el tema. Se trata más bien de una vieja polémica que data de los años 80, donde los argumentos presentados por Tanaka no son nada nuevos. Más bien, se trata de repetir viejos prejuicios. A pesar de haber muerto hace casi 21 años, un 26 de marzo, Flores Galindo puede responder por sí mismo.
* Corrección.
Prólogo a Carlos Arroyo: Encuentros. Historia y movimientos sociales en el Perú. Lima, Memoriangosta, 1989, p. 9-21.
EL RESCATE DE LA TRADICIÓN
«En toda época deberá hacerse de nuevo el intento de rescatar la tradición frente, a un conformismo que está a punto de aplastarla... Sólo tendrá el don de avivar la chispa de la esperanza en el pasado el historiador que esté firmemente convencido que ni siquiera los muertos estarán seguros frente al enemigo si éste triunfa. Y este enemigo no ha dejado de ser vencedor.»
Walter Benjamín
EL PERÚ es un país en crisis. Nos encontramos en medio de una de esas encrucijadas históricas en las que se termina poniendo en juego todo el destino de una colectividad. Aunque ignoramos el resultado de la confrontación, sí estamos seguros de que a la vuelta de algunos años, este país, para bien o para mal, en beneficio de unos o a costa de otros, será muy distinto que lo que ahora es. En estas circunstancias, los intelectuales (y no sólo ellos), buscan afanosamente respuestas a sus interrogantes. A veces vuelven la mirada hacia el pasado pero evidentemente no puede esperarse que allá encuentren una imagen libre de las tensiones y angustias del presente. Todo lo contrario.
A lo largo de este libro, Carlos Arroyo entrevista a diversos historiadores peruanos. Específicamente diez historiadores, a los que se suman tres antropólogos y un periodista. Los temas tratados comprenden un amplio marco cronológico, desde el país de los incas hasta el Perú actual. Los entrevistados pertenecen a distintas generaciones y responden a diversas preocupaciones pero, a pesar de todo, hay a lo menos, dos temas en común: la cuestión de la identidad y el redescubrimiento del mundo andino.
Llama la atención la profusión de estudios recientes sobre el mundo andino. Una sucinta enumeración nos llevará a recordar los libros de Juan Ansión, María Rostworowski, Scarlett O'Phelan, los que siempre acostumbra publicar Luis Lumbreras, la obra de los hermanos Montoya, los prólogos de Pablo Macera, los artículos de Alfredo Torero, los estudios de Manuel Burga y Nelson Manrique, los ensayos míos, sin omitir a Víctor Domínguez, Wilfredo Kapsoli, Rosina Valcárcel o las revistas Tierra Adentro, Allpanchis o Márgenes. Todo esto incomoda a muchos. Lamentablemente no sólo a los intelectuales de derecha. Es así como se ha acuñado el término –con evidente connotación despectiva– de «neo-indigenismo» [1].
Se atribuye a la preocupación que algunos tenemos por lo andino un contenido, en el mejor de los casos, romántico, pasadista, resultado del afán de huir del presente y de buscar algo de que asirse en el pasado[2]; en el peor de los casos se trata de ingenuos que se han puesto al servicio del senderismo, si no son aliados conscientes del terrorismo. Esto se escribe a veces. Lo hizo, por ejemplo, José Tamayo en un libro sobre problemas regionales[3]. Pero, con más frecuencia se comenta, sugiere y desliza siguiendo los viejos mecanismos del chisme limeño o del correo de brujas. Para construir esta imagen del «neo-indigenismo» ha sido preciso hacer un bloque homogéneo de casi todos los preocupados por el mundo andino. Pero éste es un supuesto bastante fácil de desbaratar. Para ello sería suficiente leer con alguna atención –no mucha– los libros de Burga y míos, para descubrir que al lado de acuerdos, existen evidentes diferencias. Nelson Manrique ha discutido el ámbito espacial y temporal de la utopía andina[4]. Henrique Urbano, en la Revista Andina, hizo un agresivo comentario del libro de Ansión, obra en la que si bien se trabaja con material oral, se lo hace en una perspectiva bastante distinta de la utilizada por los hermanos Montoya. Creo que las entrevistas que aquí reúne Arroyo servirán para mostrar los acuerdos y las diferencias entre los supuestos «neo-indigenistas». La mayoría de los entrevistados son marxistas pero cada uno asume de manera peculiar este método.
Decía leer con alguna atención porque quien haya ido más allá de la carátula de mi libro podría haberse dado cuenta de que la tesis central no era precisamente seguir Buscando un Inca, sino dominando los recuerdos, utilizando la carga pasional de la utopía andina y recurriendo a elementos del pasado (como la tecnología tradicional), tratar de fundar un discurso nuevo, radicalmente diferente, que permita sustentar un proyecto socialista. Es decir, pensar la tradición desde el futuro. Sin embargo, ocurre que no se lee. ¿Por qué? Obviamente porque se suponen los contenidos[5]. Es lo que ocurre en un debate. Mejor dicho –porque todos los debates lo son casi por definición–, cuando el ambiente se carga de pasiones. La vida intelectual ha terminado arrastrada por cualquiera de los muchos remolinos que nos rodean ahora en el Perú.
Creo que esto es expresión de un ambiente de intolerancia que tiende a dominar la escena intelectual. Frente a un fenómeno como el senderismo no existe la posibilidad de estudiarlo o analizarlo; sólo cabe la condena más rotunda, hasta bordear en el reclamo de la pena de muerte. Con unos o con otros. No hay término medio. La lógica del terror o de las zonas de emergencia traspuesta al mundo universitario. Si un autor no muestra que a lo menos escribe desde el poder, razonando como si fuera un miembro de las fuerzas armadas o un sociólogo asimilado a la policía, se vuelve un sospechoso. Lo peor es que quienes comparten estas apreciaciones se consideran a sí mismos como demócratas. La democracia, en realidad, es una difícil práctica cotidiana que se debe ejercer en todos los espacios, incluida la cátedra universitaria o los cafés de las instituciones.
Pero el ejercicio de la democracia resulta muy difícil en un ambiente cercado por el miedo. El temor es, en realidad, el reverso de la intolerancia. La mejor manera de mostrar que uno no está apestado por el virus del senderismo, que no forma parte de esos nuevos leprosos, es acusar a otro de ser tal: la vieja lógica de los pogrom medioevales. Para entender esto hay que reparar en que el «senderismo» se ha terminado encontrando con otros fenómenos, como el incremento de la pobreza urbana, los cercos de miseria que rodean a las ciudades, el ascenso de la criminalidad y la delincuencia todo lo cual, ha resucitado a los «fantasmas de la clase media». «Una sensación de inseguridad invade el ánimo de los sectores medios. En los barrios residenciales las ventanas se enrejan, las casas se amurallan y las calles se pueblan de wachimanes»[6]. Este es el medio social en el que viven los intelectuales. Sus centros de trabajo –universidades o institutos de investigación– también deben rodearse de sistemas de vigilancia y protección...
Ver texto completo aquí:
http://martintanaka1.blogspot.com/2011/02/el-rescate-de-la-tradicion-de-alberto.html
También en:
http://librosyrecuerdos.blogspot.com/2011/02/alberto-flores-galindo-responde-martin.html
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