Artículo publicado en La República, domingo 28 de noviembre de 2010
En las últimas semanas se da una actividad política febril, ante el cierre del plazo de inscripción de alianzas (11 de diciembre) previo a la inscripción de candidaturas presidenciales (20 de diciembre).
¿Cómo entender la lógica de la relación entre partidos y alianzas? El punto de partida es a mi juicio la constatación de que tenemos, de un lado, partidos personalistas asentados en Lima sin candidatos suficientes en los departamentos, ni bases en el territorio nacional; y del otro candidatos departamentales sin partidos, que negocian la mejor ubicación posible en las listas de candidatos al Congreso. En este marco, la lógica de negociación de alianzas junta a los candidatos presidenciales sin candidatos al Congreso con partidos sin candidato presidencial pero con algunos líderes con posibilidad de alcanzar alguna curul, y que necesitan la alianza para pasar la valla electoral del 5% de los votos (desde este punto de vista, la ley de partidos sí estaría cumpliendo una función de “colador” básico de partidos fantasma); partidos que compiten arduamente con los candidatos que mostraron algún caudal electoral en las últimas elecciones regionales y locales.
Algunas constataciones elementales que surgen de lo que estamos viendo en las últimas semanas: primero, es evidente que tener 27 partidos nacionales inscritos es un exceso; y la inscripción resulta muy dura para quienes quieren hacer política en serio, pero muy fácil para quien tiene recursos para conseguir firmas. La proliferación de partidos inscritos hace que no sea necesario tener partido para candidatear (para eso los partidos funcionan como “vientre de alquiler”), y al mismo tiempo la inscripción es clave para tener capacidad de negociación para el momento de definición de candidaturas. Segundo, los candidatos con potencial electoral no sienten necesidad de construir partidos “en serio”: simplemente reclutan personal entre políticos regionales sin partido y entre partidos que necesitan sumarse a alianzas para sobrevivir. Y, además, reclutan técnicos y expertos “a discreción”, dado que su potencial electoral es el verdadero imán de su convocatoria, no su perfil ideológico o programático (que eso sirva para gobernar bien es otro tema).
Tercero, si tuviéramos que pensar en serio en una reforma que apunte a construir agrupamientos políticos razonables, ¿que resultaría? Aparentemente habría cierto espacio para una izquierda radical y otra social-demócrata; con el APRA y Perú Posible al centro; y el fujimorismo y otra propuesta más a la derecha, ocupando el espacio que antes ocupaba Unidad Nacional. Hacia adelante, lo ideal sería tener esos grandes bloques, con tendencias y facciones en abierta competencia a su interior. Para esto, serviría que la legislación no sea tan “perdonavidas” con partidos sin representación que sobreviven escondiéndose en alianzas; y que tenga mecanismos que aseguren la democracia interna en los partidos.
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Hace 8 horas.
2 comentarios:
Me permito aportar un tema a tu excelente análisis:
Si el objetivo de la barrera legal es reducir la fragmentación, no se logra si no se acompaña de reglas en el funcionamiento del Congreso. Lo que hemos visto es que los grupos parlamentarios no responden a partidos y sus integrantes no fueron electos en sus listas. Los grupos no reflejan el resultado electoral. Si queremos institucionalizar el Congreso y a los partidos hay que dar incentivos. Es necesario establecer que:
1. Los grupos sólo se forman apartir de los partidos políticos o alianzas que participaron en el proceso electoral.
2. Por la prohibicion de mandato imperativo, no puede impedirse que renuncien por alguna discrepancia, lo que decididamente hay que evitar es que se integren a otro grupo, desnaturalizando la proporcionalidad resultante de elecciones. En ese caso, como ocurre en Alemania, España o México, van a integrar un grupo mixto.
3. Si los grupos representan a los partidos hay incentivos para una una negociacion politica mas institucional.
Tu idea Martín es buena, pero creo que por el momento la sociedad peruana no está perparada para eso. No tenemos cultura política en nuestro país, además los peruanos entienden la política en función de promesas y no en base a programas a largo plazo ni en lineas ideológicas. Para hacer lo que tu planteas, los ciudadnos necesitarían tener conciencia política o de clase, y la mayoría no lo tiene. ¿Si nó cómo se explica que gran parte de los sectores populares tienen preferencia por la derecha (ejm. el fujimorismo) y gran parte de la clase media se inclina más a hacia la izquierda o la social-democracia? Ahí entra el tema de la representación política, que en el caso particular de la izquierda, no lo tienen en los sectores populares (salvo el nacionalismo). De todos modos, si es importante desarrollar (para el futuro) un sistema de partidos, ya que así se evitaría la atomización y fragmentación política en el Perú.
Daniel Bracamonte
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