Artículo publicado en La República, domingo 7 de noviembre de 2010
En los últimos días se ha discutido sobre alianzas entre partidos con miras a la elección presidencial y del Congreso. En primer lugar, esto refleja que hay una inflación de partidos: las diferencias programáticas no dan para tener tantos, y la gran mayoría de ellos no son representativos, tienen que esconderse detrás de una alianza para sobrevivir. La formación de alianzas ha terminado siendo una manera de sacarle la vuelta a la ley de partidos, y sobrevivir sin tener ningún sustento o relevancia política. Una reforma del sistema electoral debería contemplar discutir este punto.
De este modo, para muchos partidos hay fuertes incentivos para seguir alguna candidatura capaz de superar la barrera electoral del 5% de los votos. De otro lado, vistas las cosas desde el punto de vista de estos candidatos, la formación de alianzas sirve para proyectar una imagen de amplitud y pluralidad, y para tener mejores posibilidades de reclutar candidatos con posibilidad de ganar en todas las regiones. Pero la verdad es que los potenciales aliados tampoco cuentan con muchos de estos codiciados personajes, así que claramente el mango de la sartén lo tienen los candidatos favoritos.
Esto ayuda a entender cómo Ollanta Humala apela a la formación de un frente de izquierda o progresista, pero sin asumir compromisos claros ante los grupos que lo apoyan, quienes lo siguen básicamente por no tener mejor opción; cuán descolocado ha quedado el PPC, y cuán víctima de la soberbia de Luis Castañeda, su antiguo aliado en Unidad Nacional; cuán incierto es el destino de Fuerza Social. O cuán atractivo se vuelve de pronto Alejandro Toledo. El desafío para los candidatos presidenciales principales es conseguir candidatos con capacidad de ganar, pero que luego sean mínimamente eficientes, honestos, eviten escándalos, y que guarden una lealtad y disciplina que hagan viable una bancada parlamentaria.
El asunto es que, a juzgar por la dinámica vista en las últimas elecciones regionales y locales, los mejores candidatos para un Congreso que se elige en circunscripciones departamentales están en los candidatos de movimientos regionales y locales que quedaron segundos o terceros en las últimas elecciones. A estos potenciales candidatos se llega mediante una negociación directa y particularista, no a través de los contactos establecidos por las redes de los partidos nacionales. En otras palabras, la posibilidad que tienen los partidos que buscan alianzas para lograr una buena negociación y colocar sus propios candidatos en las listas de las alianzas es muy pequeña. Tendrían que ofrecer algo más: cuadros con habilidades de negociación política, técnicos de confianza que puedan cumplir funciones de gobierno, vínculos con gremios y organizaciones sociales, vínculos que hagan viable un posible gobierno. De allí que, probablemente, la mortandad partidaria en las próximas elecciones será alta.
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