sábado, 29 de agosto de 2015

El Perú y la caverna platónica

Artículo publicado en La República, domingo 9 de agosto de 2015

En las últimas dos semanas los peruanos hemos asistido al espectáculo de la representación del poder político: el discurso del Presidente de la República, la elección del Presidente del Congreso, la instalación de su mesa directiva, la asignación de las presidencias de la comisiones, etc.

Sin embargo, como pocas veces antes, este ceremonial ha despertado escaso interés. Y no solo por la escasa legitimidad de nuestras instituciones y la baja popularidad de los líderes que las encarnan. También porque percibimos que el poder real pasa cada vez menos por quienes lo ejercen formalmente. Precisamente, mientras el Congreso y sus comisiones concentran la atención, el ejecutivo está haciendo uso de facultades delegadas para legislar en diversas materias.

Una antigua metáfora puede ser útil para ilustrar esto: la caverna platónica. Mientras los medios nos hacen ver un espectáculo de sombras y apariencias proyectadas en la pantalla, en realidad las decisiones que afectan la vida de todos los peruanos, se están tomando en otro lugar, fuera del escrutinio público, por encima o al lado de los mecanismos de representación formales. En ese mundo los políticos intervienen solo marginalmente: deciden los ministros que no son políticos, sus asesores, los estudios de abogados, y otros grupos de interés. También organismos multilaterales, redes nacionales e internacionales de expertos y tecnócratas; ONGs y universidades, en alguna medida. Cada vez es más claro que la toma de las decisiones más importantes respecto a lo que ocurre en el país no pasa por la política: los políticos están mayormente encerrados en jugadas de muy corto plazo y alcance, asociadas a maximizar sus escasas oportunidades para desarrollar carreras políticas exitosas.

Esta manera de funcionar la política peruana tiene efectos mixtos y ambiguos: de un lado, ayuda a entender la extraordinaria continuidad de las políticas orientadas al mercado y de ciertas políticas de Estado, que han permitido el crecimiento económico y la reducción de la pobreza; pero también ayudan a explicar la escasa legitimidad de las instituciones representativas, vaciadas de contenido. Esto explica la estabilidad de los últimos años, pero también la creciente dificultad para emprender reformas más ambiciosas; la continuidad, pero también la vulnerabilidad de lo avanzado.

Esto no significa tampoco que los políticos sean absolutamente irrelevantes; mantienen un importante poder de veto, que busca evitar una mayor censura pública y que usan para negociar alguna parcela de poder. Y en tanto representación no funciona, tampoco la sociedad logra ser parte del juego político formal: esto tampoco significa que sea irrelevante, porque también mantiene cierto poder de veto a través de la movilización directa y la protesta callejera.

Entender la política en el Perú requiere dejar de ver el fondo de la caverna, y buscar la verdad allá afuera.

PS. La próxima semana comentaré sobre la partida de José Matos Mar.

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