miércoles, 25 de noviembre de 2015

Candidatos

Artículo publicado en La República, domingo 18 de octubre de 2015

Los periodistas entrevistan a lo precandidatos presidenciales, y les preguntan por cuáles les parecen los principales problemas del país, poniéndo énfasis en la desaceleración del crecimiento económico y la creciente inseguridad ciudadana, y qué harían para solucionarlos en su eventual gobierno. Los candidatos entonces, si están más hacia la derecha, hablarán de promover la inversión, para lo cual se requiere liderazgo y eliminar las trabas burocráticas, y si están más a la izquierda, de la necesidad de diversificar nuestra economía y no depender solo de las exportaciones de minerales. En cuanto a la seguridad, más a la derecha se hablará de usar a las Fuerzas Armadas para complementar el trabajo policial y endurecer las penas, y más a la izquierda se hablará de hacer trabajo de prevención y de coordinar mejor la acción de los actores involucrados en el combate al crimen. Todos hablarán después de la importancia de mejorar la calidad de la educación, del acceso a la salud, de erradicar la pobreza, de cubrir los défictis de infraestructura, con énfasis en la competitividad global desde la derecha o en la integración social desde la izquierda. Esperemos que conforme avance la campaña haya más precisiones (sobre todo: ¿qué piensan hacer mejor o diferente a lo que el gobierno actual está intentando hacer?), pero no me parece que quepa esperar demasiado. Esta relativa monotonía no es del todo mala: por fin no tenemos actores significativos que planteen acabar con todo y empezar desde cero, por fin podremos plantearnos políticas de Estado y continuidad, con correcciones, en el rumbo de las políticas públicas.

Por este relativo monocromatismo, y también por la devaluación de los discursos, es que buena parte del electorado juzga a los candidatos desde un punto de vista más centrado en persona, por así decirlo. Al margen de lo que digan, algunas figuras despiertan confianza, simpatía, adhesión, expectativa. Ya sea porque tienen o representan la experiencia o las mañas necesarias para hacer lo que se tenga que hacer, demostradas a lo largo de su trayectoria (K. Fujimori, Kuczynski, García), o porque puedo identificarme con ellos por compartir similares orígenes sociales o culturales (Toledo, Acuña). Pero toda estrategia impone también riesgos, porque la experiencia y mañosería también se convierten en corrupción y falta de escrúpulos, y la identificación social también se despinta por la falta de credibilidad. En este cuadro, se extraña una figura que se presente como quien será capaz de hacer lo que hay que hacer porque no temerá enfrentarse a las mafias, intereses y poderes que imponen el actual estado de cosas: ese es el espacio que ocupó Humala en 2006 y 2011, que intentó ocupar Urresti en algún momento, y que aparece todavía sin representar. Ese espacio lo podría ocupar alguna candidatura de izquierda, si es que deja de manejar un discurso tan ideológico, lo traduce en iniciativas concretas para las personas, y lo expresa en alguna figura creíble.

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