Artículo publicado en La República, domingo 16 de noviembre de 2014
A propósito de la 52ª edición de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) resulta pertinente preguntarse por la relación entre empresariado y política en nuestro país.
Sería interesantísimo contar con un estudio sobre los cambios en la relación entre empresarios y política desde 1961 hasta la actualidad, tomando como referencia a las CADE. Podríamos registrar los cambios en intereses temáticos, reivindicaciones gremiales, momentos de conflicto, tensión, colaboración y “enamoramiento” entre los empresarios y los gobiernos de turno. Grandes cambios han ocurrido en estos años: desde la promoción a la sustitución de importaciones a las reformas del velasquismo, la preocupación por el crecimiento de las izquierdas, la pasión y posterior confrontación con el primer Alanismo, el impacto de las reformas neoliberales y la reconfiguración del poder empresarial, las ambiguas relaciones con el fujimorismo, el divorcio entre la economía que “va bien”, la dinámica social y la institucionalidad política que van mal, los acomodos ocurridos en el postfujimorismo.
También podríamos registrar lo que la CADE y otras iniciativas y gremios empresariales han significado para el propio empresariado. El IPAE (Instituto Peruano de Administración de Empresas, hoy de Acción Empresarial), organizador de la CADE fue fundado en 1959, la CONFIEP (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas) en 1984; estos y otros gremios han servido como vehículos representativos o de expresión de los intereses empresariales a lo largo del tiempo, pero también de sus conflictos, pugnas, diferencias y matices internos.
¿Qué podría decirse de las CADEs de los últimos años? En el pasado las CADEs más parecían plataformas para plantear preocupaciones o reivindicaciones gremiales, mientras que más recientemente se ven como un espacio para reflexionar sobre los problemas que limitan el crecimiento económico del país, una oportunidad para mirar el mediano y plazo plazo. Esto ciertamente expresa el hecho de que el “modelo” ha dejado de estar en discusión en el país; inclusión social, educación, seguridad ciudadana, emergen como asuntos de interés. La pregunta es qué tan representativas son esas preocupaciones del conjunto del empresariado. ¿Son los organizadores de la CADE la elite de una nueva manera de entender la “responsabilidad social empresarial”, o una isla dentro de un mar de empresarios cortoplacistas? De otro lado, ¿hasta qué punto el gran poder empresarial se expresa en estos espacios? Es decir, en el Perú de los últimos años el capital transnacional ocupa un papel central en nuestra economía, desplazando relativamente a los capitales nacionales. ¿Cómo se ubica el gran capital transnacional frente a sus socios locales y frente a los grandes temas del desarrollo nacional?
Finalmente, se extrañan otros espacios de debate equivalentes en el país, donde el eje no sean las preocupaciones empresariales, sino la de los trabajadores y otros sectores. Signo de los tiempos.
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