Artículo publicado en La República, domingo 24 de agosto de 2014
Por los cincuenta años del Instituto de Estudios Peruanos organizamos un seminario en el que participó Alejandro Foxley, emblemático “tecnopolítico” latinoamericano: economista, académico, luego Ministro de Hacienda, senador y Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, luego funcionario de organismos internacionales multilaterales.
Foxley planteó la necesidad de estudiar la problemática y desafíos de la “trampa” que enfrentan los países de ingreso medio. Según las estadísticas, Perú dejó de ser “pobre” en los últimos años, al llegar a unos 10,000 dólares de ingreso promedio per cápita. ¿Solo una ilusión estadística? Según Foxley, esta situación nos pone retos diferentes de los que hemos estado habituados a pensar hasta el momento, y abre oportunidades antes inexistentes. Vista la cosa internacionalmente, Perú sería parte de un grupo de países que corre el riesgo de quedarse indefinidamente en una situación en la que se combinan razgos de país pobre con uno de país desarrollado: países como Malasia, Tailandia, Rumania, Bulgaria, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Uruguay. Esta combinación, como sabemos, no es novedad para nosotros; llevamos décadas hablando sobre el “dualismo” o la fragementación del país, entre la coexistencia de un polo moderno-desarrollado y otro tradicional, con una mayoría empobrecida. Lo nuevo sería que la pobreza se ha reducido, los sectores medios han crecido, y el dinamismo económico estaría generando oportunidades que permitirían seguir un camino que podría llevarnos al desarrollo.
En las últimas décadas, muchos países han caído en esa trampa; los que la lograron sortear no están en América Latina: Finlandia, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelandia, Irlanda, España, Portugal, aunque estos tres últimos enfrentan en los últimos años serias deficultades. ¿Qué podemos aprender de esas experiencias? La necesidad de implementar políticas de crecimiento contracíclicas, con una regulación financiera eficiente; evitar una rigidez laboral y cambiaria, que nos haga vulnerables a situaciones de crisis; realizar una fuerte inversión en educación e innovación; construir un gran consenso social y político, que sostenga políticas de largo plazo.
En particular, para los países latinoamericanos, las tareas principales pasarían por avanzar en la diversificación de nuestra producción y exportaciones; para ello, una clave sería utilizar los recursos de la actual etapa de abundancia para defendernos de situaciones de crisis; el combatir las desigualdades, para lo cual se tiene que continuar con el combate a la pobreza, atender la extrema vulnerablidad de las “nuevas” clases medias; y atender la calidad de vida en las grandes ciudades, entre otras cosas. En el Perú en particular, diría que la absorción o integración (antes que “combate”) del mundo “informal” es una prioridad evidente.
Como puede verse, no se trata de hacer más de lo mismo que hemos hecho hasta ahora, sino de pasar a otra etapa, enfrentar otra agenda.
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