Artículo publicado en La República, domingo 31 de agosto de 2014
Se ha escrito mucho sobre Enrique Zileri (1931-2014), legendario director de la revista Caretas. Se ha resaltado con justicia su lucha contra las dictaduras, su tarea fundacional y pedagógica en el periodismo; se ha comentado sobre su particular personalidad y carácter. Yo quisiera añadir algo sobre el humor en Zileri y en Caretas.
Seguir semana a semana los muy a menudo dramáticos o trágicos sucesos que ocurrieron en el Perú de las últimas décadas harían pensar que el tono de una revista política tendría que ser necesariamente grave y solemne. Y que la injusticia y la impunidad llevan inexorablemente a un tono rabioso e indignado. Recuerdo que en algún aniversario del excelente suplemento El Caballo Rojo de El Diario de Marka se publicó en las dos páginas centrales el poema “A nuestros sucesores” de Bertold Brecht, que en cierta forma expresaba ese talante: “Realmente, vivo en una época sombría / La palabra inofensiva es estúpida. Una frente lisa / es signo de insensibilidad. El hombre que ríe / no se ha enterado aún, simplemente, de / la terrible noticia (…) Y, sin embargo, sabemos: / el odio, hasta contra la degradación, / deforma las facciones. / La ira, hasta contra la injusticia, / enronquece la voz. Oh, nosotros, / que queríamos preparar el terreno para la amabilidad / no pudimos ser amables”.
A pesar de esto, el propio Caballo Rojo, bajo la conducción de Antonio Cisneros, expresó una sensibilidad muy lejana a lo que este poema sugiere. Y más adelante, dentro del mundo de izquierda, la revista Sí y el suplemento No eran magnífica demostración de que había otras maneras de vivir consecuentemente esa “época sombría”. Acaso Caretas fue siempre la revista que mejor y más constantemente sintetizó otra actitud, otra filosofía ante las cosas que nos tocó vivir, que impuso el talante de Zileri: el humor, la ironía, como armas de la crítica; la argumentación y la persuación antes que la prédica rutinaria a los conversos; la disposición a reconocer validez en los puntos de vista de los adversarios.
No sé si Zileri haya leído al filósofo Richard Rorty, pero recordé alguno de sus escritos en estos días. Me atrevo a pensar que Zileri tenía el talante de lo que Rorty llamaba un “ironista liberal”. Alguien sin un “gran sistema” de creencias, que busca la verdad en el debate y la argumentación, siempre contingente, mucho más en los tiempos tan confusos e imprevisibles como los que nos tocó vivir. Alguien así difícilmente puede ser solemne, tomarse muy en serio a sí mismo, de allí su peculiar sentido del humor, expresado elocuentemente en el recordado “piletazo” de abril de 1995. Y su actuación pública no está motivada por una tarea de salvación llevando una verdad revelada, sino por la solidaridad, por la preocupación por un “nosotros”.
Vistas las cosas asi, creo que el humor de Zileri y de Caretas no solo son parte de un legado periodístico; son en el fondo parte de un ideario demócrata y republicano. ¿Firme y feliz por la unión? Pálidos pero serenos.
"No es un pueblo enfermo del oro": investigadores responden a La República
-
Caroline Weill, Carlos Alberto Castro y Esteban Escalante cuestionan el
enfoque del reportaje “Los pueblos que enfermaron de oro” y señalan la
importancia ...
Hace 8 horas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario