Artículo publicado en La República, domingo 15 de junio de 2014
Tampoco pude resistirme y fui contagiado por la fiebre mundialista.
- ¿Por qué el fútbol genera tanto interés y pasión en todo el mundo? Acaso porque como deporte logró la mezcla perfecta entre talento individual y esfuerzo colectivo; entre previsibilidad e incertidumbre (se puede decir simultáneamente que “la historia cuenta” y que “cualquier cosa puede pasar”); un deporte en el que el chico puede a veces ganarle al grande; porque es un negocio multimillonario para corporaciones transnacionales, pero también mecanismo de ascenso social para algunos que surgen desde muy abajo; porque se asienta en atávicas identidades tribales, y es el espectáculo global por excelencia; porque puede ser cruel y despiadado, pero también es cierto que “siempre da revanchas”; porque en muchos sentido, constituye una metáfora de la vida misma.
- Jugar el mundial es la punta de un iceberg que se asienta en muchos niveles; es cierto que tiene una base estructural: el éxito en la cúspide puede tener en la base cierto nivel de desarrollo y prosperidad, que permita contar con jóvenes con las condiciones físicas necesarias para el deporte. Al mismo tiempo, se requiere tradición y cultura futbolística: esa misma población debe practicar y amar el fútbol; y contar con cierta red de respaldo social, el barrio, la familia, que apoye la profesionalización y disciplina que requiere la alta competencia. Pero nada de esto es suficiente: se necesitan instituciones públicas que promuevan la práctica del deporte y recluten talentos, y clubes privados que formen y profesionalicen a los jugadores desde muy temprano, y les impongan estándares internacionales de alta competencia. Si las cosas se dan bien en todos los niveles, sostenidamente en el tiempo, el crecimiento se empieza a evidenciar en categorías menores y en clubes, y termina en el mundial. Por el contrario, alguna falla en algún nivel hace que países con tradición decaigan.
- Perú empezó su historia futbolística, en otras épocas, basado en el arraigo popular de su práctica. Pero su precaria institucionalización e internacionalización lo hizo, aún en su mejor momento, un equipo mediano. Después vino la debacle económica, la descomposición social, la quiebra del Estado y de los clubes. Se fortalecieron las identidades futbolísticas, pero dentro de prácticas clientelísticas y entornos violentos y delincuenciales. Cierta mejora en el trabajo formativo en Alianza Lima permitió la aparición reciente de figuras como Claudio Pizarro, Jefferson Farfán y Paolo Guerrero, pero la última clasificatoria hizo evidente que es muy poco para pretender llegar al mundial.
- Lamentablemente, estamos muy lejos de pretender volver a los mundiales; en el mejor de los casos, niños o muy jóvenes de hoy podrían ser la base de una selección competitiva en el futuro. La esperanza es que la quiebra de Alianza y Universitario, la constatación de ser prácticamente los últimos de sudamérica, el haber tocado fondo, pueda ser el inicio de una nueva etapa.
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