Artículo publicado en La República, lunes 26 de mayo de 2014
A propósito de los sucesos recientes en Ancash y otras regiones, marcados por escándalos de corrupción y el develamiento del modus operandi de sus mafias, surgen voces que cuestionan el proceso de descentralización en general.
Es cierto que la constitución de gobiernos regionales se llevó a cabo con una sorprendente improvisación y voluntarismo, y tuvo consecuencias inesperadas negativas: debilitó a los partidos políticos naciones, que fueron sustituidos por movimientos departamentales que profundizaron la fragmentación política del país entre niveles de gobierno. De otro lado, los gobiernos regionales adolecieron de serios problemas de gestión y de capacidad institucional para hacerse cargo de sus nuevas responsabilidades. Esto coincidió con un presupuesto público cada vez más grande y con una ley de canon que hizo que algunas regiones en particular tuvieran ingentes recursos. La coexistencia entre más recursos y responsabilidades, con limitadas capacidades políticas e institucionales tuvo como consecuencia altos niveles de ineficiencia y corrupción.
Sin embargo, así como fue un error apresurarse con la constitución de regiones y la descentralización, también lo sería apresurarse a desandar lo andado. Ya es indudable que los gobiernos regionales son el referente más importante en la vida de las localidades, por encima de los congresistas del departamento y de los alcaldes de la provincia capital. Y en algunas regiones empieza a haber signos de aparición de lo que podríamos llamar sistemas políticos regionales.
¿Cómo enfrentar entonces los problemas de corrupción? Evidentemente, parte del asunto involucra a la Fiscalía y a la Contraloría. Pero otra parte involucra a los actores y controles políticos, lo que nos lleva a examinar el papel de los Consejos Regionales y de los Consejos de Coordinación Regional. Recordemos que en la última elección se eliminó el llamado “premio a la mayoría”, lo que podría haber llevado a un mayor control sobre el ejecutivo regional; sin embargo, los consejeros fueron elegidos sobre la base de las provincias del departamento, lo que fragmentó la representación. Esto facilitó la cooptación de la oposición por parte del presidente regional.
Urge por tanto reconsiderar la forma de elección y funciones de los Consejos Regionales y Consejos de Coordinación, para que sirvan como instrumento de control del ejecutivo regional. Pero para ello debemos apuntar a fortalecer los movimientos regionales, y alejarnos de formas de representación personalizada por provincias.
PS. Que no cunda el pánico: estaremos reemplazando a Augusto Alvarez Rodrich, de vacaciones, Ricardo Cuenca y yo, solamente esta semana.
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