Artículo publicado en El Comercio, martes 22 de septiembre de 2020
El pasado viernes se votó una moción de vacancia presidencial, que mantuvo en vilo al país. Afortunadamente fue rechazada, como lo fue el martes pasado la moción de censura a la ministra de economía. Digo afortunadamente porque en ambos casos parece claro que su aprobación no solucionaba ningún problema y, al contrario, más bien los agravaba. Digamos que al borde del precipicio primó la sensatez en los grupos obligados por su representación y aspiraciones a tenerla, concretamente Acción Popular y Alianza para el Progreso.
Pero, ¿cómo pudimos llegar hasta aquí? Conversando con colegas extranjeros, es difícil de explicar de qué manera una presunta contratación irregular de servicios profesionales en un ministerio (cosa que no está bien, pero que ocurre todo el tiempo en todos los países del mundo), puede terminar con la destitución de un presidente. Entenderlo requiere explicar que después de tantos escándalos de corrupción en los últimos años, y del uso reiterado de esa bandera por parte del gobierno, la opinión pública se muestra extremadamente sensible respecto a ese tema; habría que añadir que el gobierno ha dado explicaciones que no suenan convincentes; y además que desde los “vladivideos” en nuestro país se ha vuelto una práctica utilizar audios, videos y pantallazos como mecanismo de denuncia, extorsión, y mecanismo para dirimir disputas políticas. Los audios en cuestión, que siguen apareciendo y son “dosificados” para maximizar su impacto, afectan seriamente la imagen de la Presidencia y a estas alturas se requieren más y mejores explicaciones. No parece bastar “ponerse a disposición” de la Fiscalía.
Pero hasta acá la explicación no es suficiente; habría que añadir la extrema vulnerabilidad y debilidad de un gobierno que se encontró accidentalmente con el poder; que no tiene partido ni representación parlamentaria. Además, sumar el hecho de que estamos ante un gobierno encabezado por un primer vicepresidente que ya no está más acompañado por la segunda vicepresidenta, con lo que su caída implicaba que el gobierno pasara al Presidente del Congreso. Como que la tentación de un gobierno parlamentario parece difícil de resistir, a pesar de que ya están convocadas las elecciones y de que del manejo de la emergencia sanitaria y de la reactivación económica sería prácticamente imposible no salir políticamente chamuscado. Finalmente, hay que sumar el hecho de la peculiar composición de nuestro parlamento. Vistas las cosas desde enero, uno hubiera esperado que la suma de los votos de bancadas “moderadas” como las de AP, APP, SP y PM le hubiera dado cierta estabilidad al parlamento. De hecho esos votos fueron claves para que se rechazaran las mociones votadas la semana pasada, pero las divisiones y la imprevisibilidad de las decisiones en grupos como AP, APP y SP pusieron una cuota de dramatismo que nunca debió darse.
Digamos en suma que estamos ante un conjunto de situaciones excepcionales que explican que hayamos llegado hasta aquí. La complicación es que los problemas de fondo siguen estando allí: desde Palacio de Gobierno no llegan todavía explicaciones suficientes, los audios siguen apareciendo, los cuestionamientos se multiplican. El Congreso parece dispuesto a recuperar la iniciativa, reivindicando legislación en temas económicos con posturas populistas. Los próximos meses pueden ser nefastos para la estabilidad política y económica del país, y comprometer los esfuerzos necesarios para salir del hoyo en el que hemos caído por la crisis sanitaria y la recesión.
¿Qué hacer? Urge que desde Presidencia se den mayores y mejores explicaciones, que permitan separar las investigaciones fiscales del manejo del gobierno. Y se hace más necesario un mayor protagonismo del Presidente del Consejo de Ministros y de los ministros en sus temas sectoriales. Son ellos los que deben buscar recomponer la relación con el Congreso; y nuevamente, buena parte de la salida está también en que Acción Popular, Alianza para el Progreso y otros grupos asuman que seguir la agenda de grupos como UPP o Podemos no es buen negocio para ellos.
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