miércoles, 18 de noviembre de 2020

De la oscuridad a la (débil) luz


 Artículo publicado en El Comercio, martes 17 de noviembre de 2020

Hace una semana escribía esta columna inmediatamente después de la votación del Congreso que declaró la vacancia de la Presidencia de la República; en este momento, el Congreso acaba de elegir como nuevo Presidente del Congreso, y futuro Presidente de la República, a Francisco Sagasti. Hace siete días decía que la vacancia expresaba una ambición de poder de cortísimo plazo, un acuerdo parlamentario suma de múltiples intereses particularistas, que enfrentaba un serio problema de legitimidad, y la posibilidad de múltiples manifestaciones de protesta, que podría llevar a la exacerbación, desde el ejecutivo, de lógicas populistas que habíamos visto dentro del parlamento.

¿Qué pasó en esta semana de vértigo? Manuel Merino, el efímero sucesor de Vizcarra, al menos pareció darse cuenta de que no podía armar un gobierno exclusivamente sobre la base de acuerdos parlamentarios particularistas. Apareció entonces la figura de Antero Flores Aráoz, un político conservador de larga trayectoria, pero que obtuvo apenas el 0.43% de los votos en la elección presidencial de 2016, y al que muchos daban ya por retirado. No era fácil armar un gabinete. ¿Quiénes aceptaron ser ministros en condiciones tan críticas? Personajes vinculados a sectores conservadores que obtuvieron un acceso inesperado al poder; críticos acérrimos de la gestión de Vizcarra; tecnócratas que privilegiaron velar por la estabilidad económica; y los que llegaron por razones más personales y cálculos propios. En conjunto, aceptaron quienes no les incomodó demasiado la declaratoria de vacancia, subestimaron los serios problemas de legitimidad y la magnitud de las protestas en ciernes.

Un gobierno de estas características galvanizó una oposición muy amplia: desde sectores más politizados, que temían la postergación de las elecciones, una elección “a medida” de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, o retrocesos en la reforma universitaria; sectores liberales y progresistas y colectivos que cuestionaban la presencia de personajes vinculados a sectores conservadores que parecían poner en peligro la agenda de género y otras banderas; llegando a movilizar incluso el sentimiento antipolítico descargado contra un Congreso percibido como la encarnación del estereotipo de los “políticos solo interesados en ellos mismos”. Las protestas iniciales ganaron mayor impulso ante signos preocupantes del nuevo gobierno: Flores Aráoz minimizaba y declaraba “no entender” el por qué de las protestas; que se le darían “nuevas oportunidades” a universidades que no obtuvieron el licenciamiento en medio de la reforma universitaria; el pedido de renuncia de la ministra de justicia al procurador general Daniel Soria, que ponía en riesgo el fallo del Tribunal Constitucional sobre la constitucionalidad de la declaratoria de vacancia del presidente Vizcarra; y declaraciones del Ministro del Interior minimizando múltiples y documentadas denuncias de excesos policiales en la contención de las protestas sociales. 

Así, las primeras señales del nuevo gobierno destruyeron la poca credibilidad que podría tener; segundo, atizaron las protestas, que se expresaron en manifestaciones masivas en todo el país, lideradas por jóvenes “autoconvocados”, actuando con mucha espontaneidad; y tercero, empezaron a generar en sectores cercanos o neutrales frente al gobierno dudas de si sería capaz de hacerse cargo de la situación. En efecto, al crecer las protestas, la represión policial resultó excesiva, descontrolada y en extremo criminal, dado lugar a la muerte de dos jóvenes manifestantes y decenas de heridos. Así, con el paso de los días y de las horas, el gobierno de Merino fue perdiendo apoyo; los propios parlamentarios que apoyaron la vacancia empezaron a recular y, de manera inédita, líderes empresariales expresaron públicamente su apoyo a las protestas. Una vez que se conoció de las muertes de dos manifestantes por culpa de la mala actuación de la policía, la continuidad de Merino resultó insostenible.

La mayoría congresal que declaró la vacancia de Vizcarra se resistió hasta el final a perder el control, pero la presión pública lo hizo inevitable. La elección de Francisco Sagasti, y las jornadas de protesta, lideradas por jóvenes que demostraron gran civismo y compromiso democrático, abren una luz de esperanza en el país.

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