Artículo publicado en La República, domingo 28 de setiembre de 2014
Las Naciones Unidas lanzaron recientemente una campaña internacional bajo el lema “El por Ella”, a través de su vocera, la actriz Emma Watson. La idea es generar un movimiento a favor de la igualdad de género, pero esta vez apelando a la acción de los hombres, a favor de una causa universal, de derechos humanos. Lo interesante de campañas como esta es resaltar el hecho de que la discriminación de género se expresa cotidianamente de múltiples maneras, y que para enfrentarla la participación de los hombres es imprescindible.
Según Martha Lamas, el movimiento feminista latinoamericano centró inicialmente sus demandas en torno a la maternidad voluntaria (educación sexual, uso de anticonceptivos y derecho al aborto), a la libre opción sexual y al combate a la violencia sexual. Virginia Vargas recuerda cómo en el Perú a inicios de la década de los años setenta el movimiento feminista estaba compuesto básicamente por exmilitantes de partidos de izquierda, lo que marcó sus demandas y estilos. Todo esto logró que el feminismo ganara cohesión y presencia pública, pero también que se ganara una imagen beligerante y cuya convocatoria no fuera más allá de pequeños núcleos.
Mucho ha cambiado desde entonces para el feminismo y para nuestras sociedades, y hoy somos más concientes de cómo la discriminación de género es resultado de múltiples exclusiones. Familias y madres sin información ni libertad para ejercer derechos reproductivos; que luego practican una crianza que reproduce esquemas patriarcales (mujeres, cuidado del hogar y maternidad; hombres, salida al mercado y al mundo público). Más adelante, niñas con menor acceso a la educación que los niños, por la sobrecarga de las tareas domésticas. En la juventud, adolescentes con maternidad temprana no deseada; luego, una división del trabajo social en el que el cuidado del hogar, de los niños, enfermos y adultos mayores recae sobre todo en las mujeres, actividades no reconocidas ni remuneradas. Todo lo cual afecta la inserción de la mujer en mercado laboral, donde recibe en promedio menor remuneración que un hombre. Todo lo cual se expresa también en menores niveles de participación social y política, y llegada a altos cargos de prestigio y poder.
A esto hay que sumarle la influencia de medios de comunicación que reproducen y amplifican lógicas patriarcales y machistas; mujeres usadas como “adorno”, objetos sexuales o soporte de publicidad comercial en programas de televisión, eventos empresariales, conferencias de prensa. Todo lo cual aumenta la vulnerabilidad y victimización de las mujeres en el espacio público.
Los hombres tenemos que defender también los derechos de las mujeres. Y asumir nuestra cuota de trabajo e involucrarnos en el cuidado del hogar y de las familias, denunciar el sexismo en las relaciones de pareja, en la educación, el trabajo, la calle, los medios, la publicidad. Renunciar a una posición de presunto privilegio que también nos degrada. Se ha avanzado, pero hay mucho por hacer.
Emanuel Swedenborg - Superlativamente elegantes y alegres
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Como el lenguaje de los ángeles corresponde a su afecto, y su afecto
pertenece a su amor, y como el amor del cielo es amor al Señor y amor hacia
el prójimo...
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