Artículo publicado en La República, domingo 28 de agosto de 2011
Todos los partidos populistas tradicionales latinoamericanos han pasado por graves crisis en los últimos años, con desenlaces muy variados. El Partido Justicialista en Argentina está en el poder, y ha recompuesto su liderazgo e identidad bajo el kirchnerismo. El Partido de Liberación Nacional en Costa Rica ha perdido fuerza, pero no por ello ha dejado de ganar elecciones, y se mantiene en el poder. El PRI mexicano fue desplazado del gobierno federal, pero mantiene mucho poder en el ámbito subnacional, y podría ganar la elección presidencial de 2012. De otro lado, en Uruguay el Partido Colorado y el Partido Liberal en Colombia están en seria crisis, aunque sería prematuro declararlos difuntos. Finalmente, Acción Democrática en Venezuela y el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia sí parecen vestigios anacrónicos.
Tanto el MNR como AD han quedado identificados con una etapa que parece totalmente cancelada; fueron víctimas de la rapidez y profundidad del cambio político reciente. Entre el final de las segundas presidencias de Carlos Andrés Pérez (1993) y Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) y el inicio de las de Hugo Chávez (1999) y Evo Morales (2006) hay apenas seis y tres años, respectivamente, pero marcan prácticamente el paso de un país a otro, en el que los partidos históricos quedaron descolocados. Por el contrario, partidos como el PLN, el PJ o el PRI lograron mantener su organización y disciplina interna, renovaron sus liderazgos e identidades políticas. En estos tres casos, los partidos populistas históricos lograron mantenerse en el centro del espacio político; mientras que colorados y liberales en Uruguay y Colombia se hallan en problemas porque han sido desplazados de su “espacio natural” por fuertes coaliciones de izquierda (Frente Amplio) o de derecha (Uribe y Santos).
En este marco, la situación del APRA se muestra paradójica. Este partido acaba de dejar el poder después de una gestión que terminó con la aprobación de un 42% de ciudadanos, pero que tuvo un desempeño electoral desastroso, consecuencia de sus contradicciones internas. Queda como saldo un partido muy debilitado, con un caudillismo personalista fuerte, pero identificado con una gestión muy conservadora. Si bien en el Perú parece poco probable que se instaure una lógica refundacional, la consolidación del humalismo podría desplazar al APRA del centro y arrinconarlo a la derecha. El APRA tendría que decidir si se propone disputar el espacio de centro izquierda al humalismo, o erigirse en el líder de una coalición de derecha, en un intento de reinvención inédito.
Escribo esta columna como modesto homenaje a Javier Tantaleán, intelectual importante y líder fundamental para su partido, y al mismo tiempo persona abierta y generosa, cualidades escasas y evidentes en su trato con los estudiantes y las nuevas generaciones que se acercaban a él en busca de orientación, como lo hice yo mismo en su momento.
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