Artículo publicado en La República, domingo 9 de enero de 2011
Debe llamar poderosamente la atención la crisis que atraviesa el APRA. Si después del desastroso gobierno 1985-1990 este partido fue capaz de obtener el 22.5% de los votos presidenciales con Luis Alva Castro y el 25% de los votos para las cámaras de diputados y senadores, es desconcertante cómo, al final de un gobierno incomparablemente mejor a ese, que puede exhibir algunos logros importantes, y que dispone del manejo de los recursos del poder, esté enfrentando la posibilidad de una debacle electoral mayúscula. La manera en que se han dado las cosas no conviene ni a Alan García, ni a Mercedes Araoz, ni a la dirigencia partidaria ni a su Secretario General. Es la ilustración típica de un resultado colectivo desastroso consecuencia de las apuestas y presiones de cada cual. García no quiere a nadie que le haga sombra o le dispute el control partidario; Araoz necesita dar muestras de controlar las decisiones importantes de la campaña; la comisión política necesita una candidatura viable que arrastre las listas parlamentarias, y Del Castillo una buena posición en la lista de candidatos a Lima. Persiguiendo cada uno su objetivo particular, podrían terminar perdiendo todos.
Grandes partidos con tradición y arraigo popular, pilares de los sistemas de partidos de diversos países, han colapsado como consecuencia de decisiones desacertadas en contextos en los que eran vulnerables, cuando podrían haber evitado ese desenlace. Los problemas del APRA en la actualidad recuerdan la crisis del COPEI en Venezuela, que obtuvo con Oswaldo Alvarez el 22.7% de los votos en la elección de 1993, para prácticamente desaparecer en la elección siguiente; en 1998 el COPEI decidió no tener candidato propio y apoyar la candidatura de Irene Sáez, ex reina de belleza, confiando en que una figura independiente y carismática podría defender mejor los intereses partidarios. Al final, ni la candidata tuvo arrastre suficiente ni el aparato partidario se movilizó como lo haría detrás de un candidato propio, y el resultado fue calamitoso. Semanas antes de la elección el COPEI llegó incluso a romper la alianza con Sáez. De otro lado, el intento de Araoz y la cúpula partidaria de marcar distancia con su propio Secretario General recuerda en cierto modo el intento desesperado de Acción Democrática de marcar distancia con el presidente Carlos Andrés Pérez, apoyando su destitución en 1993. Al final, ni el partido pudo creíblemente distanciarse de su líder, ni pudo unirse en una defensa común, y esas fracturas fueron cruciales para dar cuenta de su crisis posterior.
La paradoja de un gobierno relativamente estable con la posibilidad de un pésimo resultado electoral reproduce la paradoja de una situación de crecimiento con un profundo malestar social; ambas se explican por el manejo político de un presidente que optó por gobernar solo, prescindiendo tanto de su partido como de alianzas y acuerdos más plurales y abiertos.
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