Artículo publicado en La República, domingo 20 de setiembre de 2009
En 2009 se cumplen en la región treinta años del inicio de lo que Samuel Huntington llamó la “tercera ola democratizadora”, un periodo en el cual todos nuestros países (salvo Cuba) dejaron regímenes dictatoriales y adoptaron modelos democráticos. La “ola” empezó en Ecuador en 1979 y terminó en Chile en 1989, y podemos estar satisfechos de haber logrado el más largo periodo democrático sin interrupciones mayores de nuestra historia, que permite abrigar esperanzas de asentar una tradición democrática. Por supuesto, nuestras democracias enfrentan muchos problemas y desafíos.
En la década de los años ochenta, los debates atendían los problemas asociados a una “doble transición” en nuestros países: de un lado, la transición a la democracia, donde el análisis se centraba en la herencia dejada por los gobiernos autoritarios salientes y, del otro, la transición de modelos económicos “Estado-céntricos” hacia otro en el que los mercados y agentes privados adquieren el papel central. Con los años, el peso de las Fuerzas Armadas en las decisiones políticas pasó a un segundo plano, y todos nuestros países adoptaron, con más o menos énfasis y convicción, el sentido común del “Consenso de Washington”. En la década de los años noventa, se hicieron visibles los límites de una institucionalidad estatal vertical y elitista, así como de políticas económicas que tuvieron enormes costos sociales. La agenda estuvo entonces marcada por la necesidad de reformas que renovaran la representación, abrieran espacios a la participación, a la expresión de las regiones. Al mismo tiempo, se tomó conciencia de la importacia de las políticas sociales para equilibrar las inequidades producidas por los mecanismos de mercado.
En la década actual, la insatisfacción con estas reformas y con la persistencia de la pobreza y la desigualdad llevó a un “giro a la izquierda” en la región. Algunos países fueron más radicales, cuestionaron los límites de la democracia representativa, y buscaron fundar un nuevo orden vía asambleas constituyentes; también rechazaron al neoliberalismo, y propusieron una renovada intervención estatal. Otros países fueron moderados en lo político y buscaron legitimarse siendo más audaces en sus políticas sociales.
En la actualidad vivimos un nuevo ciclo electoral que puede confirmar o cambiar nuevamente las agendas de la región. Este año hemos tenido elecciones presidenciales en El Salvador, Panamá y Ecuador, y en los próximos doce meses las habrá en Uruguay, Honduras, Chile, Bolivia, Costa Rica, Colombia y Brasil. Argentina y Perú recién tendremos elecciones en 2011, y ciertamente sus resultados serán marcados por los desenlaces previos. En los próximos años veremos si se consolidan modelos institucionales y económicos “alternativos” o si por el contrario se consolida una dinámica en la que el gradualismo y los consensos en torno a grandes políticas de Estado son la clave.
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