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Artículo publicado en Perú 21, martes 17 de junio de 2008
En estos días, el Congreso ha sido duramente criticado, después de que al final de la legislatura 2007-2008 no se lograra ni siquiera discutir en el Pleno la aprobación de un conjunto de importantes reformas constitucionales.
¿Qué es una Constitución y para qué sirve? ¿Conviene cambiar la actual Constitución y, más todavía, 'volver' a la de 1979? En general, una Constitución establece las reglas de juego básicas con las que funciona la comunidad política, y establece un conjunto de incentivos y sanciones, de posibilidades y prohibiciones, que debemos seguir los ciudadanos y los actores políticos. Se trata de reglas que deben funcionar para todos los actores, de modo que en la competencia unos ganen y otros pierdan, pero donde los que pierden nunca pierden todo y siempre pueden ganar en el futuro.
De esto se deriva que, en cuanto al cambio constitucional, conviene seguir un criterio conservador, ante el riesgo de caer en la inestabilidad. Como resulta obvio, si las reglas de juego se cambian constantemente, no hay juego posible. Ahora bien, ¿qué tan necesario es cambiar la Constitución? ¿Hay actualmente problemas serios que se resuelven cambiándola? No me parece obvio que la solución de los principales problemas del país requieran necesariamente de cambios constitucionales; y muchos de los problemas invocados para justificar las reformas pueden ser resueltos mediante cambios legales o reglamentarios. No es extraño que la mayoría no perciba este debate como trascendente. Sin embargo, más allá de esto, podría ser conveniente hacer correcciones y mejoras, si es que existiera el consenso necesario. Pero este no existe, al menos no todavía. Y si no existe, embarcarse en cambios constitucionales puede ser muy riesgoso. Actualmente vemos en Venezuela, Ecuador o Bolivia que sus asambleas constituyentes generaron mucha polarización social y abrieron la posibilidad de erigir regímenes autoritarios. O puede caerse en hacer reformas parciales e incoherentes, que empeoren las cosas.
Al Congreso le ha caído con palo en estos días. Ciertamente, la mayoría de las veces las críticas son ampliamente merecidas; esta vez me parece que no tanto. Algunos han criticado al Congreso por no velar o representar "el interés general" de la sociedad, y a los diversos grupos políticos por "priorizar sus intereses de grupo". En realidad, el Congreso no representa ni puede representar el interés general, que no existe en abstracto. Lo que sí existe es una sociedad con conflictos, con visiones contrapuestas y en disputa; además, fragmentada y recelosa de la política. Y el Congreso refleja en gran medida eso, expresa una correlación de fuerzas determinada y la debilidad de los actores políticos. En este contexto, algunos reformas son posibles; otras, no.
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2 comentarios:
Estimado Martín:
Me parece que por ahora, podríamos ser conservadores en el campo económico, porque no sólo es la economía de estos tiempos, sino porque tenemos crecimiento sostenido desde hace unos años, por ello sería contraproducente modificar ello. Pero en la dimensión política, sí es necesario cambios profundos. Tengo dos argumentos: primero, desde hace muchos años la economía va en crecimiento y la política decrece, muchos estudios así lo señalan y segundo, es prioritario fortalecer la democracia, por ende, la política.
Creo que las reformas en la dimensión política se hacen necesarias, debido a que no debemos continuar con el círculo vicioso de partidos políticos debilitados que conllevan a medidas cortoplacistas y a intereses particulares. Me parece que la idea de realizar reformas debe partir del objetivo de fortalecer los partidos políticos, para ello es necesario replantear la ley de partidos, incidir en la democracia interna, sobre todo en las nominaciones, donde los que asuman cargos sean los mejores calificados, promover la formación permanente con el uso de recursos públicos –aun que la medida sea antipopular-. Junto a estas reformas se deben acompañar otras como la de los sistemas electorales por ejemplo.
Las generaciones actuales, quienes se vienen involucrándose en la política no pueden tener cabida bajo estas condiciones de verticalidad, clientilajes intrapartidarias y una brecha intergeneracional que impide colocarse en las decisiones trascendentales, estos cambios pueden generar en mejorar las condiciones de búsqueda de consensos, de acuerdos que permitan pensar en el país en su conjunto y en mejorar la calidad de la democracia. Es una tarea ardua pero posible si es que tiene claridad en lo que se quiere cambiar. ¿Acaso no es prioridad repensar la política?
Totalmente de acuerdo. Hace poco escribí sobre el punto:
http://martintanaka.blogspot.com/2008/05/aportes-al-debate-sobre-la-reforma.html
Mi punto es que hacer una reforma política importante requiere hacer muchas cosas, la mayoría de ellas no requiere, a mi juicio, cambiar la Constitución. Saludos.
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