Artículo publicado en La República, domingo 15 de marzo de 2015
La semana pasada preguntaba por las razones que explican algunos éxitos que el Perú puede exhibir en los últimos años: una reducción notable en la mortalidad, desnutrición crónica y anemia infantiles; la mejora en comprensión lectora y matemáticas en estudiantes de segundo grado de primaria; el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, entre otros. Decía que una clave es la continuidad de algunos esfuerzos, por encima de los cambios gubernamentales; y que esos esfuerzos se basan en un consenso pluralista, encabezado por una comunidad de expertos, que funcionan como “empresarios de políticas”, capaces de convencer a los políticos de que vale la pena seguir por un camino iniciado por otros. Los partidos hace rato que dejaron de ser productores de ideas y de iniciativas de política, ese ámbito ha terminado siendo ocupado por estos actores.
Ahora, esto no quiere decir que ese consenso sea de hierro, o que este no sea un camino lleno de accidentes y paradojas. Ya desde 1959 Charles Lindblom decía que buena parte de las políticas públicas avanzan “a salto de mata” (muddling through). Los políticos pueden ser indiferentes o pueden hacer avanzar ciertas reformas no porque crean en ellas, sino porque les sirven para otros propósitos. Y puede que a lo largo del tiempo haya diferencias de énfasis o iniciativas que se desvían un poco del sentido original. El asunto es que, a lo largo del tiempo, los esfuerzos resulten acumulativos, convergentes; entonces empiezan a aparecer los resultados.
Podría decirse que estas experiencias también sugieren las razones del fracaso de ciertas iniciativas: puede haber consenso político, pero que no recoge el consenso de los expertos; esto hace que las reformas sean inútiles. Piénsese por ejemplo en la actual “reforma electoral” emprendida por el Congreso: ni la “curul vacía” ni la prohibición de la reelección de presidentes regionales y alcaldes, tendrán efecto alguno en la mejora de la calidad de la representación política. Peor, puede empeorarla. Esto no debe llevar a despreciar a los políticos: el consenso entre expertos, sin respaldo político, no llega a ninguna parte. O el consenso puede no ser lo suficientemente amplio y plural, con lo que arriesga la continuidad con los cambios políticos.
El Perú, con sus ventajas y problemas, ha logrado una importante continuidad en la esfera macro-económica y está logrando avances en las políticas sociales, aunque todavía precarios y vulnerables. Nuestro déficit más clamoroso está en área política e institucional. No tengo esperanzas de que el actual Congreso pueda llevarla a cabo (ni siquiera se muestra claridad sobre la orientación de los cambios que se necesitan). Este debería ser uno de los grandes temas de la próxima campaña electoral, y un punto de compromiso entre los principales actores políticos, para implementar iniciativas ambiciosas en los primeros cien días del próximo gobierno. El trabajo de construcción de consensos debería tener ese horizonte.
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