Artículo publicado en La República, domingo 1 de febrero de 2015
Los sucesos de los últimos días muestran a un gobierno que se quedó sin opciones, de allí su inmovilismo.
En primer lugar, sus estrategias políticas han llevado a un callejón sin salida. Después del fracaso de la opción por César Villanueva (octubre 2013 – febrero 2014, más por vacilaciones desde la presidencia que por la acción u omisión de este), se optó por una sustitución de corto plazo que efectivamente duró poco (René Cornejo, entre febrero y julio de 2014), hasta que llegó Ana Jara. Jara le daba un manejo más político al Consejo de Ministros, y supuestamente contaba con un grupo de ministros reformistas que podrían darle aliento a su gestión: Segura en Economía, Ghezzi en Producción, Saavedra en Educación, Habich en Salud, por ejemplo. Poco a poco, el impulso se fue perdiendo, siendo el primer sintoma la caída de Habich en noviembre de 2014, víctima de las limitaciones de visiones tecnocráticas de la política. Más adelante, propuestas desde el Ministerio de Economía se ven entrampadas en medio de un ambiente de creciente confrontación política. A partir de cierto momento, los exabruptos de Daniel Urresti y la pugnacidad de Pedro Cateriano empezaron a perfilar la imagen del gobierno, minando el liderazgo de Jara. La derogatoria de la ley de promoción del empleo juvenil es nuevamente expresión de los límites de lógicas tecnocráticas, pero también del aislamiento de esa ala del gobierno frente a la otra; y es más expresión de las cuentas pendientes de la oposición con el gobierno (y un temor de quedar descolocados ante la marea de la opinión pública) que un rechazo a la misma.
En medio del fuego cruzado de intereses y facciones, proliferan diversos actores, desde los más organizados, dedicados desde el 2000 a la construcción de expedientes de personajes públicos para ofrecerlos al mejor postor, hasta los espontáneos de última hora. De ese mundo surgen las denuncias recientes contra Urresti y contra Jara, así como las denuncias contra el gobierno por supuestamente espiar tanto a opositores como a oficialistas díscolos.
La salida a esta situación es problemática. El camino de la confrontación ha llevado al aislamiento, con lo cual Jara ha ganado oxígeno, pero tampoco ha logrado recomponer el gabinete en sus términos. De otro lado, la salida de Urresti es vista como una concesión excesiva ante la oposición, por lo que cuando menos se ha logrado su silencio en estos días. Una recomposición parcial parece insuficiente, sin embargo para el gobierno no parece conveniente hacer cambios de fondo, en tanto ellos deberían darse en julio, cuando debe empezar a definirse cómo encarar las elecciones de 2016. La estrategia por ahora es la del muertito, considerando que la oposición no tiene tampoco intención, hasta el momento, de censurar el gabinete y forzar una recomposición de alcances imprevisibles. Recuperar la iniciativa poniendo por delante una agenda mínima de reformas hacia el final del gobierno podría ayudar a encontrar un camino de salida.
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