Artículo publicado en La República, domingo 16 de febrero de 2014
Intento no comentar libros de colegas de las instituciones a las que pertenezco, pero es necesario hacer excepciones. El colega Francisco Durand, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú publicó en noviembre del año pasado Los Romero. Fe, fama y fortuna (Lima, DESCO – Ed. El Virrey, 2013); el libro, de más de 500 páginas, reconstruye la historia de la familia Romero, desde sus inicios como “modestos labriegos” en Castilla la Vieja, siguiendo el recorrido de Calixto Romero desde España hasta Puerto Rico, y de allí a Piura en nuestro país, alrededor de 1888, hasta la actualidad, cuando el Grupo Romero aparece como uno de los conglomerados empresariales más importantes del país. Esto se hace reconstruyendo la historia de cuatro generaciones, dando cuenta del traspaso del liderazgo a Feliciano del Campo Romero en 1934, a Dionisio Romero Seminario en 1959, hasta Dionisio Romero Paoletti, en 2009.
Aparecen muchos temas de interés en el libro. Me llama la atención la imagen de relativa precariedad del poder empresarial en medio de los vaivenes económicos y políticos del país. El libro revisa, entre otras, algunas coyunturas muy especiales: las reformas del gobierno militar del General Velasco; las reformas neoliberales de la década de los años noventa; y la crisis de los años 1998-2000. Durand añade al final otro ejemplo de precariedad, de los años recientes, contraponiendo la debilidad del capital peruano frente al capital transnacional. Cada una de estas coyunturas resultaron cataclísmicas: buena parte de los “dueños del Perú” que analizó Carlos Malpica desaparecieron con Velasco, la mayoría de los “doce apóstoles” que se reunían con García en su primer gobierno desaparecieron con su crisis y la adopción de políticas neoliberales con Fujimori, y varios de los que prosperaron con el fujimorismo cayeron con la crisis financiera del último cambio de siglo. El mérito de los Romero fue aprovechar las oportunidades que se les presentaron, primero con Velasco, y luego modernizarse y hacerse más competitivos en medio de las reformas orientadas al mercado.
La crisis de 1998 sí tomó a los Romero en una situación de gran vulnerabilidad, lo que llevó a Dionisio Romero a establecer relaciones con Vladimiro Montesinos, cuyo alcance está todavía por dilucidar. Durand, a propósito de esta coyuntura, explora la relación entre poder empresarial y poder político, y propone la tesis de la “captura del Estado”, a través de gestores y lobistas, del uso de la “puerta giratoria” (funcionarios que pasan del sector privado al público y de vuelta al privado), y la intervención personal de los líderes empresariales, prácticas complementadas con la intimidación a sectores opositores mediante abogados y la presión de medios de comunicación. El problema es que esa tesis va un poco a contracorriente de lo que el libro mismo presenta, que es más bien un empresariado vulnerable frente a los cambios políticos y económicos. Seguiré la próxima semana.
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