Artículo publicado en La República, domingo 16 de junio de 2013
Un tema recurrente en el análisis de la política peruana actual es descifrar la “naturaleza” del gobierno de Ollanta Humala. En las últimas semanas, surge la hipótesis de que, finalmente, su esencia se entendería por su carácter “militarista” y autoritario. Más allá de consideraciones ideológicas, lo que guiaría la actuación gubernamental es la pura acumulación de poder, en función de un proyecto de reelección. Desde este ángulo, estaría en marcha un plan de “copamiento” de los altos mandos militares y un reforzamiento de las actividades de inteligencia con el propósito de implementar acciones de hostigamiento y amedrentamiento a la acción de sectores de oposición. Desarticulada esta, el camino parecería allanarse para la candidatura de Nadine Heredia.
¿Militarista y autoritario? ¿Cómo entender entonces que el Presidente del Consejo de Ministros, y los ministros de Interior y Defensa no encajen en absoluto con ese perfil, y que más bien tengan trayectorias claramente democráticas? La respuesta sería que son muy ingenuos, débiles u oportunistas, y que terminan legitimando o siendo “tontos útiles” de orientaciones que van en contra de sus principios.
El diagnóstico es importante no solo porque nos permite entender mejor lo que está pasando, sino porque de este se derivan conclusiones referidas a cómo debieran responder los actores políticos y sociales. Si la hipótesis anterior es correcta, lo que correspondería es denunciar con energía ese plan, pasar a una oposición decidida e intransigente, desnudar su esencia autoritaria, debilitar y golpear al gobierno.
Pero la explicación podría ser simplemente, otra. El gobierno se entiende mejor como uno más bien sin proyecto, en el que se desarrollan iniciativas paralelas, que avanzan con una lógica de ensayo y error, que coexisten y que eventualmente se enfrentan, en donde en ocasiones unas ganan y otras pierden, pero nunca de manera definitiva. En este contexto, dentro de Interior y Defensa hay una multitud de facciones en pugna, con objetivos diversos, unas más institucionalistas, otras más militaristas. Si las cosas son así, los ministros Jiménez, Pedraza y Cateriano son aliados potenciales a los que habría que fortalecer, no debilitar, para efectivamente aislar sectores militaristas dentro del gobierno, que seguramente existen.
Creo que los dilemas prácticos que plantean los problemas de diagnóstico de este gobierno son recurrentes, y se dan en todo orden de cosas: en política exterior, ¿chavista o autónomo? En política económica: ¿neoliberal o gran transformación agazapada? ¿Pro minero a rajatabla o buscanado un mayor equilibro en la relación con las comunidades? En materia social y de derechos: ¿progresista o clientelista? En general, me parece que desde la derecha se tiene más claro por dónde golpear y por dónde negociar para conseguir lo que quiere que desde la izquierda, que suele golpear casi por igual a aliados potenciales y a adversarios declarados.
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