Artículo publicado en La República, domingo 3 de febrero de 2013
En las últimas semanas distinguidos políticos, analistas, columnistas, han planteado que la revocatoria del 17 de marzo debería entenderse como una elección entre la “decencia” y la “corrupción”. No tengo duda de que al frente, detrás y a los lados de la causa de la revocatoria hay intereses personalistas y mafiosos; como ha sido dicho, mafias afectadas por el cierre del marcado de La Parada, por la propuesta de reforma del transporte público, por el cambio en la lógica de actuación de los funcionarios municipales en cuanto a adquisiciones, contrataciones, concesiones, respecto a la gestión anterior, deben ser promotores entusiastas de la causa del “Sí”. Además, los alineamientos políticos producidos alrededor del “Sí” y del “No” y sus justificaciones muestran que unos se suman oportunistamente a una ola de descontento, mientras que otros muestran preocupación por el bienestar de la ciudad, independientemente de la popularidad de esta postura.
Lo que nos lleva precisamente al punto que quiero resaltar: planteadas las cosas en el terreno de la moralidad, resulta extremadamente problemático el que el “Sí” haya mostrado hasta el momento un apoyo mayoritario. La salida ha ido por señalar que quienes optan por el “No”, según las encuestas, serían sectores más educados y informados. De este modo, quienes están hasta el momento a favor del “Sí”, mayoritariamente en los sectores C, D y E de las encuestas, lo estarían porque serían víctimas de una campaña de desinformación, así como de errores en la estrategia comunicacional de la Municipalidad (en el peor de los casos, se denuncia que ese apoyo es consecuencia de una “compra” –a cambio de una bolsa de fideos- o de presiones –“si no apoyas pierdes el vaso de leche”-).
El problema con este razonamiento es que, visto a lo largo del tiempo, resulta que el pueblo está siendo engañado o manipulado cuando muestra preferencias contrarias a las de uno, mientras que se le presenta como sabio, lúcido, conciente, cuando coincide. Así, desde la derecha se oscila entre querer regresar al tiempo del voto censitario (porque los pobres son resentidos e ignorantes), y aplaudir su espíritu emprendedor y empresarial; y desde la izquierda entre denunciar su alienación por los “poderes fácticos” y los medios de comunicación, y su creciente movilización y conciencia de clase. En realidad, en los sectores A y B, y en el “mundo letrado” en general, hace falta mucho más información y comprensión sobre cómo se informan, forman opinión, perciben la política y toman decisiones al respecto en el mundo popular, de allí que tienda a caerse reiteradamente en imágenes estereotipadas. Y como ha sido dicho correctamente por muchos también, la campaña por el “No” ganaría en eficacia si se concentrara en lanzar una oferta atractiva para a los sectores más pobres de la ciudad, antes que apelar a la moralidad e intentar convencer a sus votantes reacios llamándoles la atención por indolentes o desinformados.
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2 comentarios:
Martín, ¿no te faltó un párrafo?
No faltó un párrafo, aunque siempre me falta espacio para desarrollar mejor lo que quiero decir, pero así son las columnas periodísticas.
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