Artículo publicado en La República, domingo 13 de enero de 2013
Se ha comentado mucho sobre el Congreso en estos días, se han denunciado problemas y se han propuesto algunas soluciones, pero me parece que todavía no tenemos clara la naturaleza de la enfermedad que queremos curar, por lo que algunas de las medicinas y tratamientos propuestos pueden ser inadecuados. Me parece que en el Congreso hay tres grandes tipos de problemas: el primero se refiere a quiénes llegan a éste; luego, cómo funciona, y tercero, qué hacen los elegidos una vez que llegan al Congreso.
Al Congreso llega mucha gente cuestionable: algunos con buenas intenciones pero nada de experiencia ni conocimiento sobre temas políticos y públicos, con lo que terminan siendo percibidos como inútiles; otros sí llegan con la intención de hacer de la gestión parlamentaria una extensión de sus actividades particulares previas, obtener beneficios personales. ¿Por qué sucede esto? Porque la mayoría de partidos no tienen militantes ni presencia en todas las regiones, y además hay muchos partidos. Por esta razón las listas se arman de cualquier manera, y terminan siendo electos aquellos que tuvieron la suerte de pertener a una lista con capacidad de arrastre, y de ganar la lucha del voto preferencial, basándose en alguna reputación ganada en la región o en tener dinero para hacer una buena campaña. La solución a esto pasa por seguir la lógica de reducir el número de partidos (ser exigente con el cumplimiento de la ley de partidos), hacer funcionar la democracia interna, eliminar el voto preferencial; es decir, mecanismos que le den al partido más control del personal que están proponiendo.
Segundo, el problema de cómo funciona el parlamento. Se pierde de vista que los congresistas son elegidos como representantes de un partido, que debe tener una bancada y una agenda parlamentaria clara, no son representantes individuales. Esto hace que algunos congresistas de cuando en cuando, o salgan con iniciativas estrafalarias, o se dediquen a favorecer intereses particulares. Se debe cambiar la lógica para fortalecer los grupos parlamentarios y a los líderes de las bancadas, y son ellos quienes deben reponder políticamente por las conductas de sus colectivos.
Tercero, qué hacen los congresistas. Además de representar a un partido, representan a una región. El problema está en que el Congreso privilegia las funciones legislativas y fiscalizadoras nacionales en desmedro de la de representación de los intereses de las regiones, y las iniciativas intentadas hasta el momento no han estado bien encaminadas. En muchos países, el momento cumbre de la función de representación es la aprobación del Presupuesto General de la República, que en el Perú viene muy cerrado desde el Ministerio de Economía y Finanzas. Mientras no se den espacios y alguna capacidad de negociar políticamente el presupuesto desde la representación regional, los ciudadanos sentirán que sus representantes no atienden sus intereses.
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