Artículo publicado en La República, domingo 13 de marzo de 2010
Recientemente se ha comentado mucho sobre el XXIII Congreso del APRA y sobre la actuación del presidente García, tanto para definir sus resultados como en los vaivenes a propósito del indulto a José Enrique Crousillat.
Hemos visto en las últimas semanas y meses que, mientras en otros partidos los conflictos se traducen en deserciones individuales (la derecha) o en divisiones entre grupos (la izquierda), en el APRA después de las patadas vienen los abrazos. Para los apristas la vida fuera del partido es fría y solitaria, por lo que al final se impone la unidad, aunque sea a la fuerza. No debería sorprendernos, en el Congreso de 2004 se impuso también la secretaría colegiada Mulder-Del Castillo, con Cabanillas a cargo de la dirección política. Desde entonces, Mulder se desgastó en la organización interna, Cabanillas llegó a ser ministra pero quedó fuera de competencia después de los sucesos de Bagua, mientras que Del Castillo consiguió la Presidencia del Consejo de Ministros y sobrevivió a los “petroaudios”. Apareció con fuerza un nuevo grupo generacional representado por Quezada, pero ya García insinuó que el candidato presidencial sería Del Castillo. Atrás quedaron también los ensayos de buscar candidaturas “amplias”, detrás de figuras como Ántero Flores o Yehude Simon.
García tiene un juego doble: necesita un candidato suficientemente competitivo para lograr una buena representación parlamentaria, pero no tanto que amenace su liderazgo dentro del partido. Del Castillo parece cumplir ambos propósitos. Si bien la encuesta nacional urbana de Ipsos-Apoyo de febrero le da a Del Castillo una intención de voto de 2% y al APRA un 6%, no debe perderse de vista que la aprobación a la gestión de García está relativamente estable alrededor del 26% (recordemos que García pasó a la segunda vuelta con 25.8 y 24.3% en 2001 y 2006, respectivamente); y la popularidad de García podría favorecer al candidato del APRA. Una encuesta nacional urbana de la Universidad Católica de diciembre del año pasado registraba que hasta un 18% de los encuestados podría votar por el candidato del APRA. Como sea, en 2011 sabremos si el APRA sin García está más cerca del Alva Castro de 1990 (alrededor del 22% en la elección presidencial y en el Congreso), o de Cabanillas y Salinas (4 y 1% en las presidenciales de 1995 y 2000, y 7 y 6% en el Congreso).
El peso del liderazgo de García, que finalmente impuso la secretaría colegiada, también ha estado en debate a propósito del caso Crousillat. Mientras que algunos analistas se empecinan en analizar la conducta de García como condicionada por un intercambio de favores con el fujimorismo, más productivo es detenerse en sus propios intereses: el indulto sirvió como gesto para los fujimoristas y para presionar a América Televisión. Pero con el escándalo generado, no se hará ningún problema con que vuelva a la cárcel, y quemar el fusible del ministro de Justicia.
ACTUALIZACIÓN, 16 de marzo
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Por Alberto Vergara
15 de febrero de 2010
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