Artículo publicado en La República, domingo 24 de enero de 2009
Apareció recientemente el libro La transición inconclusa. De la década autoritaria al nacimiento del pueblo, de Alberto Adrianzén (Lima, Otra Mirada, 2009). Libro complejo y valioso que abre muchos temas de discusión.
Difícil resumir el planteamiento central del libro, que parte de una discusión sobre las relaciones entre democracia, autoritarismo y capitalismo, analiza luego el gobierno militar 1968-1980, la transición, la década de los años ochenta, el fujimorismo y su colapso, la transición con Paniagua y Toledo, y la situación actual. Al inicio el autor plantea que existiría una suerte de incompatibilidad, o cuando menos una fuerte tensión, entre el capitalismo, basado en una dominación de clase, y el principio de igualdad esencial a la democracia. Los Estados populistas habrían buscado superar esa incompatibilidad con políticas de integración “desde arriba”, que quedaron truncas, como las del velasquismo en nuestro país; más adelante, en las transiciones y en las democracias establecidas en nuestros países veríamos de un lado estilos “delegativos”, plebiscitarios de ejercer el poder y, del otro, la aplicación de duras políticas de ajuste neoliberal, con altos costos sociales. En nuestro país, el fujimorismo sería la máxima expresión de esta incompatibilidad entre economía de mercado y democracia, que llevó a la constitución de un gobierno autoritario neoliberal y corrupto, legitimado de manera clientelística. Con Paniagua y Toledo se abrió la posibilidad de un gran cambio, de una “refundación republicana”, que conciliara liberalismo con democracia, pero quedó trunca.
¿Qué se deduce de esto? Que consolidar la democracia, llevar a buen puerto la transición inconclusa, requiere cuestionar tanto el modelo económico como formas elitistas de democracia; desde este ángulo, lo que sucede en Venezuela, Ecuador o Bolivia serían diferentes formas de cumplir con esta meta, de recuperar la soberanía y satisfacer demandas nacionalistas. Estaríamos viviendo un “momento constitucional” en el que mediante “poderes constituyentes originarios” (no “derivados”, propios de un constitucionalismo liberal), se puede dar lugar a un “nacimiento del pueblo”, liberado de ataduras que lo oprimen.
Hay muchos temas de debate, me concentro en uno que me parece central, referido a la conciliación entre democracia y liberalismo. El autor los plantea como incompatibles, cuando en el mundo en general han demostrado ser una conjunción hegemónica, vía las políticas socialdemócratas; el autor rescata esa posibilidad solamente para ensalzar al gobierno de Paniagua, pero luego la descarta al entusiasmarse un tanto acríticamente con lo que sucede en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Es inevitable relacionar los planteamientos del libro con el reciente respaldo del autor, junto a otros profesionales, a la candidatura presidencial de Ollanta Humala. Seguiré con el tema la próxima semana.
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3 comentarios:
El liberalismo, por definicion es una doctrina que promueve la libertad y la igualdad ante la ley, por lo que debe de ser siempre contrario a cualquier forma de dictadura, es claro que solo una vision, moldeada por los textos basicos del marxismo, puede afirmar que el liberalismo es incompatible con la democracia
Señor Tanaka:
1. Lo que sucede es que las ideas son procesos históricos que empiezan primero como ideales o utopías, luego muchas logran encarnarse o realizarse para, finalmente, verse claramente cuáles son sus ventajas y limitaciones.
2. Como todos sabemos, la Modernidad es también un proceso que se inicia en Europa y que le toma más de un siglo difundirse en el mundo a través de los ejércitos conquistadores. Hoy vemos que se ha convertido en la única opción válida bajo el epíteto de "globalización", entendido este como el avasallamiento del pensamiento moderno por sobre el tradicional, considerado como aquello que se debe superar.
3. Discursos como los de García, en los que compara lo malo (lo tradicional, lo que se ha venido haciendo desde siempre en el Perú) con lo moderno (aquello que significa la industrialización) demuestran cómo viene actuando esto.
4. Pero también hoy es más claro que nunca que así como la Modernidad (con todos sus conceptos de libertad, igualdad y Sociedad de Mercado) nos mostró su lado más beneficioso, también es ya visible su otra faceta: la perniciosa, el lado oscuro, las consecuencias de estas ideas.
5. Y no de aquí sino de la misma Europa donde nació es de donde vienen las más acerbas críticas a la Modernidad y sus principales derivados (entre ellos, la Democracia Liberal). Está demostrado por quienes la crearon y la conocen que el llamado “sistema” funciona muy bien pero como elemento de dominio de los más aptos (los inteligentes, los ricos, los poderosos, los astutos) por sobre los menos (los llamados genéricamente como "pobres", débiles, incapaces, etc.) y que es poco eficiente como mecanismo de control para lograr la igualdad y frenar los apetitos y ambiciones de los más poderosos.
6. En pocas palabras, el sistema como está genera más desigualdad, cosa que supuestamente debía eliminar. He ahí la base universal de la crisis actual de la idea liberal, hoy difundida plenamente en todo Occidente. Prueba de esta crisis es el vuelco imperialista de los Estados Unidos y la eliminación del derecho del individuo en aras de su "seguridad" y el renovado esfuerzo europeo por reeditar sus afanes coloniales, presionado por los avances norteamericanos.
7. Estamos entonces ante el fin de un proyecto, llamado Modernidad en su pleno sentido (no solo en el tecno-científico), y el inicio de una etapa (no necesariamente posmoderna) donde un renovado afán de dominio y posesión de los recursos naturales priman sobre las ideas y los principios. Se trata de un "agárrate lo que puedas" que se desborda hacia una loca carrera por ver quién domina a quién en el mundo.
8. Por eso, ante ello, solo queda crear nuevas opciones que no provengan de las propias canteras enfermizas occidentales, tal como está pasando hoy en diversas zonas del planeta como el mundo andino.
Muchas gracias.
Me queda muy claro que Luis Enrique Alvizuri no sabe de lo que habla. Rollo. Tiene que ir a estudiar sobre liberalismo.
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