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Artículo publicado en La República, martes 23 de junio de 2009
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Después de la derogatoria de los DL 1090 y 1064, algunos analistas han expresado la preocupación siguiente: el Estado estaría incentivando implícitamente las protestas, dando el mensaje “si tomas medidas de fuerza, y aguantas suficientes días, doblegarás al Estado y te saldrás con la tuya”. Así, en Bagua habría habido una “capitulación” que tendría funestas consecuencias que empiezan rápidamente a verse en Andahuaylas, Sicuani y un largo etcétera. Si bien es correcto analizar la conducta de los actores sobre la base de los estímulos, costos y beneficios que enfrentan, también lo es considerar que esos cálculos se hacen sobre otras consideraciones.
Postulo que el punto de partida de las protestas en el Perú es, por lo general, un sentimiento de agravio moral. Difícilmente una protesta llega muy lejos sin este. Pero este sentimiento, bastante extendido en el país, no basta; se necesita además una coyuntura detonante, dada por algún factor que facilita la acción colectiva, o por la existencia de alguna “amenaza” que empuja a la movilización. Se requiere finalmente un tercer elemento: una dirección capaz de organizar la movilización. Aquí se produce una competencia entre liderazgos, unos con estilos más negociadores o confrontacionales. Estos liderazgos dan forma a plataformas de lucha, establecen estilos de negociación, definen formas específicas de protesta. ¿De qué depende el que se impongan unos u otros? El escrutinio de las “bases” es siempre exigente, y los conductores están siempre en una situación precaria. Un dirigente puede ser cuestionado por ser demasiado blando, y también por ser demasiado radical. Es aquí donde intervienen complicados cálculos de costos y beneficios, realizados en un contexto signado por falta de información, rumores y desconfianza extrema.
En este marco, enfrentar un Estado que no dialoga, que no cumple con acuerdos previamente establecidos, que solo muestra una cara represiva, que apela a la vigencia abstracta del Estado de derecho y del principio de autoridad, no hace sino legitimar el discurso de que la legalidad no sirve, incentiva una estrategia de confrontación y radicalización de las medidas de lucha. Se imponen los consigliere de guerra, por así decirlo. Por el contrario, mostrarse dialogante, reconocer errores, acercarse a las demandas de la población, ayuda a aislar discursos extremistas. Así, difícilmente podría justificarse que el desenlace en Bagua, con 34 muertos y más de 200 heridos, sea ejemplo de una lógica concesiva que estimula las protestas. Considerar más bien que la percepción de la justicia de la demanda generó una amplia solidaridad con la población indígena entre la población urbana y mestiza; por el contrario, las protestas en Sicuani no necesariamente despiertan la solidaridad de todos los cusqueños, por ejemplo.
Lecciones para el Estado: la importancia de la comunicación e información; la construcción de mecanismos de confianza; negociar en serio, donde el cumplimiento de promesas y compromisos son cruciales.
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1 comentario:
hola Martín, el jueves nos reunimos con el jorobado en San Marcos. Si puedes date una vuelta por ahì. Un abrazo, Mr. T
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