Artículo publicado en Perú21, martes 5 de diciembre de 2006
El domingo pasado en Venezuela terminó el ciclo electoral latinoamericano iniciado en noviembre del año pasado, en el que 12 de 18 países tuvimos elecciones presidenciales, además de otras elecciones de congreso, gubernaturas y municipios, y hasta de referéndum y asamblea constituyente. ¿Qué lectura global podemos hacer de los resultados?
Gran parte de la literatura existente se ha dejado llevar por el debate sobre el resurgimiento de la izquierda, y los tipos de izquierda existentes. En torno a esta perspectiva confluyen tanto las izquierdas, que quieren resaltar sus avances y propuestas particulares, como las derechas, que magnifican el avance de las izquierdas para hacer sonar las alarmas y prevenir una posible reversión de las políticas pro mercado aplicadas en los últimos años.
No creo que analizar los resultados electorales de los últimos trece meses desde este ángulo sea lo mejor. Lo que nos interesa es encontrar la variable que explique mejor la continuidad o el cambio de las políticas públicas aplicadas en los últimos años en nuestros países; el hecho de que un candidato ganador sea o no de izquierda, a mi juicio, nos dice poco sobre esto. En algunos casos, ganan candidatos de izquierda y las políticas no parece que vayan a cambiar en lo sustancial (Bachelet, Lula, Ortega), mientras que en otros ganan candidatos de derecha y los cambios respecto al orden político precedente pueden llegar a ser muy importantes (Uribe).
Ciertamente, el tema del avance de las fuerzas de izquierda en el continente es un tema importante, y es evidente que esto es consecuencia directa del agotamiento de las políticas del “Consenso de Washington”. Frente a esto, se legitima la búsqueda de alternativas, y esto sí es una tendencia general en toda la región. Sin embargo, no creo que lo que está realmente en juego en nuestros países se defina en un eje izquierda – derecha: mucho más decisivo es el dilema entre optar por un desangelado camino de correcciones graduales a las políticas actualmente existentes, o el seguir un discurso de refundación radical del sistema, pero de consecuencias inciertas. Así, encontramos salidas gradualistas hacia la izquierda (Lula) como a la derecha (Calderón), e intentos refundacionales de izquierda (Chávez, Morales) como de derecha (Uribe).
El riesgo del camino “fundacional” es el autoritarismo, la polarización, y el llegar al final a una situación igual o peor que aquella que se quería superar. Esto porque la voluntad fundacional nunca será unánime, pero su ideologismo la lleva a avasallar a sus adversarios, lo que genera polarización. Si es que la oposición no tiene la fuerza suficiente, se termina en el autoritarismo; y la destrucción de los equilibrios institucionales constituye un retroceso enorme para un país. Venezuela es expresión elocuente de esto. De otro lado, el riesgo del camino gradualista es el de la mediocridad. Perú con García está por ahora enfrentando este riesgo y, si no lo supera, podemos caer en el otro.
César Aira - El reverso de las nubes
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