Artículo publicado en La República, domingo 23 de marzo de 2014
¿Qué se propone hacer el gobierno de Ollanta Humala, en la segunda mitad de su gestión? ¿Cuál es el norte que orienta al Consejo de Ministros presidido por René Cornejo? Antes se hablaba de consolidar el crecimiento y complementarlo con políticas de inclusión social, de allí que los programas sociales fueran “las niñas de los ojos” del presidente. Sin embargo, parece que hace rato que se perdió el entusiasmo en las políticas sociales, al punto que las críticas que recibe Qali Warma, por ejemplo, ya ni se responden.
¿Cuál es el norte? ¿La promoción de la inversión privada? No parece que a Ollanta Humala le interese mimetizarse con el segundo gobierno de Alan García. Una de las demandas más grandes de la ciudadanía es la mejora en la seguridad ciudadana: sin embargo, hasta el momento no hemos escuchado demasiado del ministro Albán. ¿La reforma de la educación, de la salud, de la carrera pública? Puede ser, pero hasta ahora no hay mucho más que los esfuerzos aislados de los responsables sectoriales.
Por esto creo útil para el gobierno revisar el libro del Ministro de la Producción, Piero Ghezzi, escrito con José Gallardo, uno de los directores del BCR y ahora Jefe del Gabinete de asesores del ministerio: ¿Qué se puede hacer con el Perú? Ideas para sostener el crecimiento económico en el largo plazo (Lima, Universidad del Pacífico – Fondo Editorial PUCP, 2013). Los autores cuestionan miradas complacientes con el desempeño económico del país de los últimos años, pero no les parece razonable arriesgarse a un cambio de modelo, por lo que proponen correcciones y reformas. Algunas, en la política económica, que pasan por un aumento y mejora en la eficiencia del gasto público; la implementación de una política fiscal contracíclica, y una política monetaria contractiva; la creación de “superburocracias técnicas” en educación, desarrollo rural y lucha contra actividades delictivas; finalmente, políticas sectoriales o territoriales que promuevan el crecimiento regional y el desarrollo industrial, “allí donde tenga sentido”.
Los autores partien de asumir la inviabilidad de plantear grandes reformas sistémicas, así como la inexistencia de grandes coaliciones políticas o sociales de cambio, por lo que correspondería a la elite tecnocrática del Estado empujar un programa “realista”, pero decisivo de reformas. Alberto Vergara ha señalado que la apuesta tecnocrática tiene límites cada vez más evidentes, y que lo que se necesita es más política; apunte más que pertinente después del accidentado voto de confianza que recibió por parte del Congreso. Los autores replican que la apuesta tecnocrática se daría más por default que por convicción, como puede verse en el debate ocurrido en las páginas de la revista Poder.
Yo diría que estoy de acuerdo con Vergara en el mediano y largo plazo, pero en el corto, mirando al gabinete Cornejo, lo mejor que podría pasar es que, al menos, las ideas de Ghezzi y Gallardo sean tomadas en cuenta.
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