La dinámica política actual podría llevarnos a escenarios muy complicados, y lo peor es que sin razones de fondo para ello. Nos estamos deslizando por una pendiente autodestructiva fruto de un exceso de apasionamiento, de malos entendidos, de malos diagnósticos de lo que está ocurriendo.
Con la caída del Consejo de Ministros presidido
por Salomón Lerner y la entrada del de Oscar Valdés, no hubo cambios
sustantivos, salvo en un asunto, que es precisamente el que propició el cambio:
el manejo de los conflictos sociales. La coyuntura de Conga le habría
demostrado el presidente Humala que no se puede confiar en la izquierda
radical, y que la moderada no contaría con el punche necesario para hacerle
frente. Al perder los operadores y relaciones que Lerner le proporcionaba, con
todas sus limitaciones, el gobierno responde cada vez con menos reflejos
políticos, descansa cada vez más en los aparatos policiales y la asesoría de
inteligencia, al igual que el gobierno anterior, de allí que tienda a mirar las
protestas con lentes conspirativos y a responder de manera represiva. Esto
lleva al alejamiento del ala izquierda del gobierno y a una actitud cada vez
más beligerante de otros grupos de izquierda. Conforme la izquierda se
radicaliza, el gobierno se convence cada vez más de que la línea dura es la
línea correcta. Las recientes declaraciones de Gregorio Santos, insinuando el
llamado a una movilización para provocar la caída del gobierno parece confirmar
la necesidad de la “línea Valdés”: con
quienes protestan no habría que negociar, porque lo que quieren realmente es
tumbarse al gobierno, y no les interesa ni los problemas ambientales, ni el
desarrollo de los pueblos.
Al mismo tiempo, esta respuesta estatal hace
creíble para algunos el discurso de que este gobierno cambió definitivamente de
naturaleza, de que se trata de un gobierno autoritario, por lo que corresponde
es arrinconarlo y derrotarlo. Así, sectores progresistas todavía vinculados al gobierno
pasan a ser enemigos, no aliados; la creciente hostilidad contra el gobierno
hace que personalidades independientes se distancien, y que le resulte cada vez
más difícil a Perú Posible aparecer como colaborador. Si las cosas siguen así,
a Humala solo le quedará una alianza con el fujimorismo para poder gobernar; no
por convicción, sino empujado por la dinámica de polarización.
VER TAMBIÉN:
Ciegos al despeñadero
Domingo, 10 de junio de 2012
Ronald Gamarra
ACTUALIZACIÓN, 15 de junio
Ver también:
Polarización y conflictos
Juan de la Puente
LR, Jueves, 14 de junio de 2012
Aplicar la ley para aplacar la violencia Jaime de Althaus El Comercio, 15 de junio 2012 |
Polarización sin partidos
Carlos Meléndez
El Comercio, 12 de junio de 2012
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