Artículo publicado en La República, domingo 5 de febrero de 2012
En las últimas semanas, mi maestro y colega Sinesio López ha fundamentado su alejamiento del gobierno debido a que “la hoja de ruta ha sido políticamente prostituida” (“Las hojas de ruta”, LR, 15 de enero), lo que habría permitido pasar de “la captura del Estado a la captura de Ollanta” por parte de “la derecha económica, política y mediática” (“La captura de Ollanta”, LR, 29 de enero). La tarea ahora sería construir un proyecto de izquierda autónomo, “desde… las conciencias de la gente de a pie, en las demandas y propuestas ciudadanas, en la sociedad civil, en los movimientos sociales y en sus representaciones políticas” (“Carta desde la sociedad civil”, LR, 1 de enero). La materialización práctica de esta nueva apuesta serían las conversaciones iniciales con Gregorio Santos y otros. En tanto las ideas de López han constituido en el pasado y representan ahora el fundamento intelectual para la construcción de un proyecto de izquierda, analizar su discurso resulta importante.
En “La captura…” López presenta una mirada según la cual vivimos un orden marcado por la conquista y la colonia, en el que los intentos por revertirlo han fracasado: Túpac Amaru, Haya y Mariátegui, el velasquismo, la Izquierda Unida y el propio Humala antes de su “captura”. Este razonamiento guarda cierto parentesco con el que presentó en “De imperio a nacionalidades oprimidas” de 1979 (en Nueva historia general del Perú, de Carlos Araníbar et.al., Lima, Mosca Azul eds.). López sostenía entonces que las fuerzas del cambio estaban en el movimiento popular, en particular el movimiento campesino. Eran los años de las protestas contra la dictadura militar y de la influencia del maoísmo.
Años después, con una izquierda ubicada al interior del régimen democrático, López presenta una visión más equilibrada: no estamos ante reiterados fracasos, si no de “sucesivas incursiones democratizadoras” de los excluidos, que “impulsan la integración, ensanchan la participación y desarrollan mejores condiciones para el funcionamiento de la democracia”; así, en el siglo XX, Haya, Mariátegui y Velasco no son fracasos sino éxitos parciales, y además se reconoce el aporte de sectores no izquierdistas a la democratización del país (Acción Popular, la Democracia Cristiana y el Social Progresismo. El dios mortal. Lima, IDS, 1991). Esta democratización también es social, y se expresa en una ampliación y desarrollo de la ciudadanía, aunque con grandes desigualdades (Ciudadanos reales e imaginarios. Lima, IDS, 1997).
Con la derrota política de la izquierda en 2006, y sin un movimiento popular al cual apostar, ante el dilema de construir un proyecto propio o apoyar a Humala, López optó por lo segundo. Se impuso el “realismo político”. Ese mismo justificó después la “Hoja de ruta” y la incorporación de “los Velarde y Castilla” como parte de un “paso decisivo para darle gobernabilidad al país”, y de “establecer equilibrios complejos entre los diversos campos de las relaciones de poder” (“Ollanta entre el temor y la esperanza”).
Podría decirse que hasta aquí en López se estaba dando una evolución política práctica equiparable a la que pasaron las izquierdas de Chile, Brasil o Uruguay, que los llevó a aceptar la democracia como régimen, al mercado como motor principal de la economía, y a la búsqueda de pactos o acuerdos como práctica por encima de la pura confrontación. Sin embargo, volver de pronto a considerar que nuestros males son coloniales, que nuestra historia es una de fracasos, en la que se imponen “los descendientes de Pizarro”, donde está pendiente “superar las deficiencias de 1821” y “construir un Estado nacional republicano”, parece fundamentar un lógica binaria y una retórica de confrontación, un viraje que podría llevar a perder lo ganado en nombre del “realismo”.
VER TAMBIÉN:
Un par de citas completas que por razones de espacio fue imposible incluir. La primera es del texto “De imperio a nacionalidades oprimidas. Notas sobre el problema nacional indígena”. En: Nueva historia general del Perú. Un comprendio [1979]. Carlos Araníbar et.al., Mosca Azul eds., 2ª ed., 1980.
“El Perú es una nación en formación. La independencia no pudo resolver el problema nacional producido por la conquista y la colonia que contrapusieron dos sociedades distintas económica, cultural y racialmente.
La divergencia histórica del movimiento nacional indígena y del movimiento nacional criollo en el proceso de la independencia, la derrota del primero y el triunfo del segundo, dieron origen a un Estado formalmente burgués y soberano sobre una sociedad feudal-multinacional. Hoy existen nuevas fuerzas sociales capaces de corregir las aberraciones de la historia colonial y semicolonial, prontas a subsanar las deficiencias de la independencia y decididas a forjar la nación peruana y a resolver nuestra crisis de identidad nacional. A su formación concurren el contingente campesino-indígena y las fuerzas nacionales del contingente criollo-mestizo constituidas por la clase obrera, las clases medias y algunos sectores de la burguesía nacional. De estas fuerzas sociales, son el campesinado y la clase obrera, a pesar de su aparente juventud, los que tienen profundos ancestros nacionales. Pero es el campesinado principalmente el heredero directo de las viejas tradiciones históricas de la sociedad andina de cuya transformación proviene (p. 231).
(…) Aquellos sectores que no se han enfeudado a los intereses gran-burgueses e imperialistas combaten, junto al movimiento popular, al centralismo gran burgués. Ya no tiene sin embargo, como sucedió en la década del 60, la hegemonía de las luchas regionales. Esta ahora reposa sobre los hombros del movimiento popular. En en las luchas regionales donde la nación se construye desde sus cimientos. En ellas converge el contingente campesino-indígena con las fuerzas nacionales del contingente criollo-mestizo” (p. 263).
La segunda es del libro El dios mortal. Estado, sociedad y política en el Perú del siglo XX. Lima, IDS, 1991):
“Como esta confrontación no alcanza generalmente los niveles de una revolución exitosa, los partidos y las organizaciones de los grupos sociales excluidos conquistan la participación social y política y logran cambiar parcialmente las reglas de juego a través de sucesivas incursiones democratizadoras y de múltiples oleadas sociales y electorales que los catapultan a los diversos pisos de la escena oficial: el Ejecutivo, al Parlamento, a los municipios y los gobiernos regionales. De este modo, los sectores excluidos institucionalizan la confrontación y el conflicto social y político, impulsan la integración, ensanchan la participación y desarrollan mejores condiciones para el funcionamiento de la democracia. Como no pueden tomar el edificio estatal desde fuera, los excluidos lo infiltran y lo van tomando por dentro en etapas sucesivas: primero las clases medias y populares de los años ’30 organizadas en el Apra se integran en 1956, luego las nuevas clases medias de los ’60 organizadas en Acción Popular, la Democracia Cristiana y el Social Progresismo incursionan al Parlamento en 1956 y al Ejecutivo en 1963 y finalmente las clases populares organizadas en el clasismo y en la izquierda que entran a la Constituyente en 1978, al Parlamento en 1980 y 1985, a los municipios en 1983 y a los gobiernos regionales en 1989” (Introducción, p. 29-30).
Mi punto es: ¿no es la visión de López de los años noventa más históricamente acertada, políticamente más inclusiva, más acorde a los desafíos que enfrenta la izquierda peruana hoy que la lógica binaria y confrontacional de los años setenta, hacia la cual parece estar encaminándose la "nueva" propuesta política en formación? Seguiré con el tema la próxima semana...
ACTUALIZACIÓN, 21 de febrero:
La respuesta de Sinesio López:
Perú: Confrontación y concertación
Domingo, 19 de febrero de 2012
http://www.larepublica.pe/columnistas/el-zorro-de-abajo/peru-confrontacion-y-concertacion-19-02-2012
China presenta el prototipo del tren de alta velocidad CR450, el más rápido
del mundo
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prototipo del tren...
Hace 8 horas.
3 comentarios:
La contraparte de su interesante análisis está constituido por los aciertos o aproximaciones validas que están presentes en los recientes artículos de Sinesio López. El temprano retiro de la izquierda del poder, deja al país bajo un contexto de continuidad (historia) de gobiernos de derecha o centro derecha desde 1990. Los poderes fácticos avasallan nuevamente al gobierno y las tibias políticas de inclusión no representaran los cambios sociales verdaderos que se esperaba iniciar.
Comúnmente las reflexiones de los derrotados son las más profundas. Aun más de intelectuales con participación pública como Sinesio. Tal vez cometa errores de forma pero en lo substancial no anda desacertado. La deuda de una izquierda democrática e institucionalizada es evidente, si no apoyamos eso tal vez lo próximo que tengamos en una elección será una izquierda populista e irresponsable que recoja demandas históricas.
Por otra parte, como no ser confrontacional en política, aun mas después de una ruptura de este tipo. No se debe dejar de apoyar lo positivo que tenga este gobierno, pero no se puede exigir complacencia de quienes discrepan políticamente.
Saludos Martín.
Eddy.
Señor Tanaka:
1. La pregunta sería: ¿es el Perú uno solo como para abordarlo de manera integral, en especial, como un proyecto republicano a secas, sin considerar otros elementos previos insertos dentro y que tienen una raíz milenaria?
2. Porque no es ninguna novedad hablar de "los dos Perús"; uno que es blanco, oficial, impuesto por los "libertadores", y otro que sigue viviendo la historia de la conquista y sus consecuencias, proceso para ellos inacabado.
3. Por poner un ejemplo, en el imaginario colectivo de la mayoría de la población de origen nativa el futuro es visto de una manera radicalmente diferente a cómo lo ve el blanco de Lima. Para ellos éste consiste en un "pachacuti", o sea, en una vuelta a la gloria pasada (pero no gloria en un sentido incaico-imperial, sino como organización coherente).
4. No se trata entonces del mismo futuro occidental limeño que consiste en una "modernización" del país, lo cual en la práctica no es otra cosa que una asimilización cultural al estilo japonés (donde los "malls" son la materialización de este sueño).
5. Ante esta dicotomía la pregunta es ¿dónde está la izquierda?, siendo la respuesta: en la propuesta moderna, allí donde nació. Eso es lo que la desconecta de ese "otro Perú" que camina por sus propios pies y cuyos logros (la penetración y andinización de la sociedad urbana) no se deben en lo absoluto a las tesis izquierdistas.
6. De modo que, visto esto, la izquierda navega en la misma incertidumbre de la derecha por pertenecer a un proyecto occidentalizante que no prospera por tener banderas que no están concetadas con los reales intereses de la población mayoritaria del Perú.
Muchas gracias.
Falta un argumento consistente para dilucidar si el discurso y postura políticos de López hoy es menos e históricamente acertada. En La Historia y la Identidad Peruana, ofrece un recuento histórico a través de las tesis de algunos historiadores, el mismo que permite desprender una conclusión: aunque mestizos y pertenecientes a clases sociales, los peruanos actuaron hacia la democratización del Estado. Hacia el final, afirma que deberíamos entender la historia "como un escenario complejo y cambiante siempre abierto a diversos desenlaces, donde no hay oposiciones binarias ni determinismos ni esencias inevitables..."
Los peruanos de López puede que también actuaran, no necesariamente se inmutaran a ser de una clase u otra. Pero esta chance no quita que se opongan según sus filiaciones en las tres maneras que López describe como las soluciones a la polarización. Usted tal vez concuerda con López en la institucionalización del país, pero sintetizado su argumento uno puede desprender que no tendría que ser a través de una transformación de contradicciones. El problema es que la polarización de López no quita voluntad a sus peruanos.
Es certero aún ser un zorro de abajo que un rosa pastel junto a Bachelet.
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