Artículo publicado en La República, domingo 26 de febrero de 2012La izquierda en el Perú muestra una gran vitalidad política e intelectual en la década de los años veinte del siglo pasado; entre las décadas de los treinta y sesenta fue relativamente marginal, articulada alrededor del Partido Comunista, y vivió a la sombra de un populismo de masas, el APRA. La derechización o las ambigüedades del partido populista y la revolución cubana abrieron un nuevo espacio, articulado alrededor de experiencias guerrilleras, que fueron derrotadas. En los setenta la percepción de la amenaza del comunismo llevó a la implantación de dictaduras militares (o al “endurecimiento” de otras formas de régimen), que persiguieron a las izquierdas, y a las cuales combatió. Hasta aquí, la trayectoria peruana es similar a la de otros países de la región. Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador, México, podrían ajustarse a este esquema, con sus matices.
En este grupo de países, en medio de los procesos de democratización, algunas izquierdas lograron crecer de manera importante, aprovechando el debilitamiento de los populismos: en los años ochenta, la Izquierda Unida y el PT en Brasil, acaso porque ambas enfrentaron dictaduras que no impulsaron políticas neoliberales. En Bolivia tuvimos a la UDP, pero fracasó en medio de un caos hiperinflacionario. Se trataba de izquierdas ideologizadas que seguían un paradigma revolucionario, alentado por lo que ocurría en Centroamérica: los sandinistas tomaban el poder en Nicaragua, y las izquierdas, combinando lucha guerrillera y lucha legal, avanzaban en El Salvador y Guatemala. Un camino muy diferente se registraba en Uruguay, con el Frente Amplio; aquí la experiencia dictatorial favoreció más bien una desideologización y una valoración de las libertades democráticas. Vistas las cosas retrospectivamente desde el presente, vemos izquierdas importantes o en crecimiento en casi todos esos países, México, El Salvador, Colombia, Brasil, Chile, Uruguay; e izquierdas asociadas a liderazgos personalistas en Nicaragua, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia.
Así, un camino al poder parece estar dado por la asociación a algún proyecto personalista, una apuesta muy riesgosa. Otro pasa por construir un proyecto propio, para lo cual parece crucial aceptar las reglas de juego democrático, apostar por ser gobierno y demostrar capacidad de gestión, generalmente partiendo de la alcaldía de la capital del país, o de importantes gobiernos subnacionales, para de allí hacer el salto al gobierno nacional. La ideologización excesiva dificulta la apuesta por ser gobierno y lleva a la implosión, como en Perú o Guatemala; también el fracaso en la gestión como con la UDP en Bolivia o el FREPASO en Argentina. La pregunta es cuál es el camino que seguirá la izquierda peruana, una parte cercana al humalismo, otra tratando de sacar adelante la Municipalidad de Lima, y otra en gobiernos y movimientos regionales, pero pensando más en la movilización que en la gestión, aparentemente.
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