Artículo publicado en La República, domingo 3 de abril de 2011
En apenas siete días, como sabemos, elegiremos a los representantes al Congreso y al Presidente de la República; pero tendremos una “segunda vuelta” entre los dos candidatos más votados, si ninguno obtiene la mayoría de los votos válidos. No en todos los países se sigue este sistema de elección: en algunos casos se elige al presidente de manera directa, o la barrera para la segunda vuelta es más baja; y se separa la elección del Congreso de la del presidente. En nuestro país, para limitar los riesgos de presidentes sin mayoría, juntamos esas dos elecciones; sin embargo, elegimos el Congreso sin saber quiénes irán a la segunda vuelta, con lo cual el triunfador final podría ser quien quede segundo en la primera vuelta (como sucedió en 1990 y 2006), lo que podría dar lugar a problemas de gobernabilidad (como en 1990).
Lo que puede anticiparse del próximo Congreso es que la bancada más grande no será tan grande como la de Perú Posible en 2001, o como la de UPP en 2006 (recordemos que Toledo obtuvo 37% en la primera vuelta y Humala 31%, respectivamente). De otro lado, la disputa por el segundo lugar en 2001 estuvo alrededor del 25% de los votos (García 26 y Flores 24%), y en 2006 alrededor del 24% (García 24.3% y Flores 23.8%). Los siguientes después de los tres primeros estuvieron muy debajo (Fernando Olivera con el 10% en 2001 y Martha Chávez con el 7% en 2006). En resumen: mientras que en 2001 y 2006 fueron cuatro los grupos principales iniciales en el Parlamento, esta vez empezaremos probablemente con cinco, con la diferencia adicional de que los tres primeros tendrán menores votaciones y los dos siguientes presencia más significativa. Esto hará que, dependiendo del ganador, la política de alianzas se haga ciertamente compleja.
La definición del ganador presenta también algunas diferencias. En 2001 Toledo quedó primero y entró a segunda vuelta con una clara ventaja, y se trató de una elección poco polarizada, lo que hizo que no hubiera mucha consideración estratégica respecto al voto por el segundo lugar. En 2006 era también evidente que Humala entraría primero con clara ventaja a la segunda vuelta, en un ambiente polarizado, por lo que la decisión de votar entre García y Flores estuvo atravesada por una lógica estratégica: votar por quien pudiera enfrentar mejor a Humala. En esta ocasión, si bien parece que Humala quedará primero y entrará a segunda vuelta, lo hará con menos respaldo y con un discurso menos confrontacional. Como consecuencia, la consideración estratégica pesa menos que antes, y los electores parecen optar por sus preferencias directas para definir el segundo lugar entre los tres candidatos con opción. Esto podría cambiar si es que las encuestas y el debate de hoy sugieren que la disputa por el segundo lugar se da entre dos, no entre tres candidatos; dependiendo de quienes sean, la definición por el segundo lugar podría volver a ser fuertemente estratégica.
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