miércoles, 20 de septiembre de 2006

¿Por qué "Virtù e Fortuna"?


Virtud y Fortuna son dos conceptos utilizados por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), gran pensador injustamente satanizado, tremendamente útiles no sólo para entender la política, sino también la vida en general. Leer por ejemplo el siguiente extracto, tomado de El Príncipe:


Capítulo XXV
DEL PODER DE LA FORTUNA DE LAS COSAS HUMANAS Y DE LOS MEDIOS PARA OPONÉRSELE

No ignoro que muchos creen y han creído que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y por Dios, de tal modo que los hombres más prudentes no pueden modificarlas; y, más aún, que no tienen remedio alguno contra ellas. De lo cual podrían deducir que no vale la pena fatigarse mucho en las cosas, y que es mejor dejarse gobernar por la suerte. Esta opinión ha gozado de mayor crédito en nuestros tiempos por los cambios extraordinarios, fuera de toda conjetura humana, que se han visto y se ven todos los días.

Y yo, pensando alguna vez en ello, me he sentido algo inclinado a compartir el mismo parecer. Sin embargo, y a fin de que no se desvanezca nuestro libre albedrío, acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad, o poco menos. Y la comparo con uno de esos ríos antiguos que cuando se embravecen, inundan las llanuras, derriban los árboles y las casas y arrastran la tierra de un sitio para llevarla a otro; todo el mundo huye delante de ellos, todo el mundo cede a su furor. Y aunque esto sea inevitable, no obsta para que los hombres, en las épocas en que no hay nada que temer, tomen sus precauciones con diques y reparos, de manera que si el río crece otra vez, tenga que deslizarse por un canal o su fuerza no sea tan desenfrenada ni tan perjudicial. Así sucede con la fortuna, que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla. Y si ahora contemplamos a Italia, teatro de estos cambios y punto que los ha engendrado, veremos que es una llanura sin diques ni reparos de ninguna clase; y que si hubiese estado defendida por la virtud necesaria, como lo están Alemania, España y Francia, o esta inundación no habría provocado las grandes transformaciones que ha provocado, o no se habrían producido. Y que lo dicho sea suficiente sobre la necesidad general de oponerse a la fortuna.

Pero ciñéndome más a los detalles me pregunto por qué un príncipe que hoy vive en la prosperidad, mañana se encuentra en la desgracia, sin que se haya operado ningún cambio en su carácter ni en su conducta. A mi juicio, esto se debe, en primer lugar, a las razones que expuse con detenimiento en otra parte, es decir, a que el príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece en cuanto ella cambia. Creo también que es feliz el que concilia su manera de obrar con la índole de las circunstancias, y que del mismo modo es desdichado el que no logra armonizar una cosa con la otra. Pues se ve que los hombres, para llegar al fin que se proponen, esto es, a la gloria y las riquezas, proceden en forma distinta: uno con cautela, el otro con ímpetu; uno por la violencia, el otro por la astucia; uno con paciencia, el otro con su contrario; y todos pueden triunfar por medios tan dispares. Se observa también que, de dos hombres cautos, el uno consigue su propósito y el otro no, y que tienen igual fortuna dos que han seguido caminos encontrados, procediendo el uno con cautela y el otro con ímpetu: lo cual no se debe sino a la índole de las circunstancias, que concilia o no con la forma de comportarse. De aquí resulta lo que he dicho: que dos que actúan de distinta manera obtienen el mismo resultado; y que de dos que actúan de igual manera, uno alcanza su objeto y el otro no. De esto depende asimismo el éxito, pues si las circunstancias y los acontecimientos se presentan de tal modo que el príncipe que es cauto y paciente se ve favorecido, su gobierno será bueno y él será feliz; mas si cambian, está perdido, porque no cambia al mismo tiempo su proceder. Pero no existe hombre lo suficientemente dúctil como para adaptarse a todas las circunstancias, ya porque no puede desviarse de aquello a lo que la naturaleza lo inclina, ya porque no puede resignarse a abandonar un camino que siempre le ha sido próspero. El hombre cauto fracasa cada vez que es preciso ser impetuoso. Que si cambiase de conducta junto con las circunstancias, no cambiaría su fortuna.

4 comentarios:

Professor Zero dijo...

!bienvenido al blogosfera!

Anónimo dijo...

Siempre he escuchado atentamente tus comentarios por television y ahora los leere en tu blog. Te felicito por tu decisión

Anónimo dijo...

Saludos
Aunque este comentario resulte tardio, me gustaria compartirlo. Es interesante que Ud. coloque estos dos conceptos de Virtud y Fortuna como nombres de pila para su blog. Con ello, Ud. rescata una tradiciòn bastante olvidada dentro del pensamiento occidental, si bien, como ud. muestra, Macchiavello está empapado de ella. Es precisamente la tension entre Virtud y Fortuna (o entre TEchne y Tyche, entre los griegos) la que caracteriza la accion del hombre. La oposicion de la Fortuna a nuestras decisiones es aquello que los antiguos pudieron considerar como fundamental en la resoluciòn del destino individual y colectivo de las personas.
No olvidemos, sin embargo, que Maquiavelo y Aristoteles hablan tambien de la Theia Tyche (Fortuna Divina, es decir, del don para la accion de los hombres inspirados.

Anónimo dijo...

añado otro comentario tardío. La satanización de Machiavelli, el denominado "maquiavelismo", es tan sólo el producto de sus malas traducciones. A esto se añade el vicio puritano de sus primeros divulgadores - el republicanismo americano que importa un machiavelli a medida - y luego de sus continuadores en el tiempo que tienen que citar un clásico por auctoritas, porque clásico es y punto. Lo mismo con ese otro "clásico" del realismo político, Carl Schmitt, para citar un ejemplo más cercano a nosotros y evitar la desresponsabilización que toda amplia perspectiva temporal concede a las ciencias "comprendentes". En este último caso el "machiavelismo" de Schmitt es mucho más ordinario: todo por culpa de ese inevitable destino que condividen apologetas y críticos de no poder no leerlo en inglés ("las peores traducciones" según opinión de A. Caracciolo). Se dirá, claro, que no podemos saber todas las lenguas. Entonces almenos podríamos preguntarnos correctamente: ¿Por qué Virtud y Fortuna finalmente? Como conceptos no denotan nada, porque conceptos no son, permítame cortésmente la obsevación. No es posible conceptualizar "positivamente" la Fortuna, mucho menos la Virtudes. El comentario anterior de Anónimo da en el clavo. Abuelo Sartori dirá que de este modo dejamos la ciencia política y nos movemos hacía la Filosofía política. Se concecederá. Se trata, sin embargo y en efecto, de Fortuna como Tyche en Machiavelli, fortuna videns, y fortuna caeca. Precisamente por esto, por tratarse de algo inconceptualizable, Machiavelli nos propone la Virtud, la cual deberá adquirirse como se adquiere algo que no se posee, sino "a metá". Entender aquí virtudes como "cualidades" psicológicas es otro vicio demasiado moderno ("capital social" se dice ahora). Precisamente por esto Machiavelli dirá al inicio: "...de tal modo que los hombres con la Prudencia..." y no los "(más) prudentes" entre otros ejemplos. ¿una Sutileza? Se concederá. Lo único que no se concederá es el horror de pensar Virtud y Fortuna en Machiavelli como alguna denotación o forma apócrifa de la moderna Accountability o Responsiveness! Mis saludos y felicitaciones por su Blog, Mario