Continúo con reflexiones sobre las opciones que tiene hacia adelante el
presidente Castillo; ¿qué experiencias regionales son referencias útiles?
En los últimos meses hemos discutido el escenario de un Castillo que, mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente, intenta recomponer y copar el conjunto de las instituciones. Se ha dicho que la precaria representación parlamentaria con la que cuenta no haría eso posible, pero en Ecuador Rafael Correa logró, sin contar con un solo parlamentario, imponerse en su disputa con el Congreso; esto sobre la base de la presión desde el ejecutivo, la movilización callejera, y una hábil construcción de alianzas, que le permitieron contar con la complicidad del Tribunal Supremo Electoral.
¿Está tentado Castillo por este camino? Juzgando desde sus discursos durante la primera vuelta parecería que sí, pero después de esta no ha dado señales claras. Además, la movilización del fujimorismo y de la derecha cuestionando la legitimidad de los resultados electorales ha terminado convirtiendo a la Asamblea Constituyente en una suerte de “parteaguas” para la mayoría en el Congreso: se termina aceptando el resultado de las elecciones, pero la posibilidad de la AC sería por el momento un asunto innegociable. Correa la pudo sacar adelante porque hizo de esa bandera un asunto central y no negociable de su propia campaña (al punto que no presentó lista parlamentaria para las elecciones de 2006). En Venezuela en 1998 con Hugo Chávez, y en Bolivia en 2005 con Evo Morales, la convocatoria a una Asamblea Constituyente era una bandera que contaba con un importante respaldo ciudadano y entre las elites políticas. No es para nada el caso nuestro, al menos por ahora.
Castillo podría intentar imponer este camino sobre la base de anuncios altisonantes el 28 de julio, sobre todo en ámbitos sectoriales, buscando construir legitimidad, y simultáneamente lanzar la iniciativa del recojo de firmas para la convocatoria a un referéndum para elegir una Asamblea Constituyente, pasando por encima del Congreso. Sería un camino largo y altamente controversial, que para prosperar necesitaría en última instancia del respaldo del JNE y del Tribunal Constitucional, cuestión que por ahora no suena creíble. Tampoco que, en medio de las circunstancias actuales, Castillo pueda escapar de una constante de los gobiernos de este siglo: llegar al poder con relativamente altos niveles de aprobación, pero perderlos muy rápidamente a lo largo del primer año, en gran medida por errores propios. A lo que se sumará el ejercicio de una oposición exigente desde el inicio.
Pero no solo está el escenario de presidentes que lograron imponerse sobre las restricciones institucionales vigentes: también tenemos presidentes identificados con proyectos de cambio que terminaron derrotados de diferentes maneras. En los últimos años, Lucio Gutiérrez en Ecuador en 2005, Manuel Zelaya en Honduras en 2009, Fernando Lugo en Paraguay en 2012, Dilma Rousseff en Brasil en 2016, Evo Morales en Bolivia en 2019. Si bien son todas experiencias muy diferentes, comparten el resquebrajamiento de sus coaliciones de apoyo, el fortalecimiento del bloque de oposición, cierto aislamiento político, ya sea por un contexto de movilización y protesta social, como porque no lograron el respaldo de actores institucionales clave (Congreso, Poder Judicial, Fuerzas Armadas). Como bien sabemos los peruanos por nuestra experiencia reciente con Kuczynski y Vizcarra, ante un presidente aislado, una mayoría congresal agresiva siempre puede encontrar algún pretexto, con mayor o menor fundamento, para justificar una declaratoria de vacancia.
¿Cuál será el destino de Castillo? Por supuesto, el presidente no está condenado a optar entre avasallar al Congreso o ser vacado por éste. Pero para tener éxito en la intención de sacar adelante un gobierno que implemente cambios significativos y al mismo tiempo logre una mínima estabilidad, necesita leer muy bien el escenario en el que está. Los resultados de la elección de la Mesa Directiva del Congreso son muy elocuentes: Castillo necesita ir mucho más allá de los cincuenta votos con los que cuenta por ahora.
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