Artículo publicado en La República, domingo 2 de octubre de 2016
Han pasado dos meses desde la instalación del nuevo gobierno y del nuevo Congreso, y se superaron los dos primeros escollos en la relación entre ambos, con el voto de confianza otorgado al Presidente del Consejo de Ministros y la reciente delegación de facultades legislativas. Afortunadamente no se dieron los escenarios de crisis de gobernabilidad que algunos avisoraban: mérito del gobierno, que supo combinar firmeza y negociación, y de una oposición fujimorista que colectivamente supo controlar tendencias a la confrontación gratuita y a la proliferación de iniciativas individualistas. Dentro de este panorama, creo que se puede esbozar un primer balance, muy preliminar.
- el Presidente. Muy bien en lo importante, pero cierta espontaneidad excesiva en sus declaraciones puede meter al gobierno en problemas serios más adelante.
- seguridad ciudadana. El Ministerio del Interior, como se esperaba, está en gran actividad, pero la gestión de Basombrío se ha complicado innecesariamente por no haber sabido elegir bien qué batallas dar, cómo manejar las expectativas, con quién aliarse y con quién no conceder. Sorprende en quien se pensaba era uno de los ministros más “políticos”. Todavía está a tiempo de afirmarse en el puesto más complicado de todos.
- economía. A diferencia del pasado, en los que el Ministro de Economía, desde las alturas tecnocráticas, podía tener tanto poder como el presidente del consejo de ministros o el propio presidente de la república, esta vez Thorne dialoga con otros dos economistas. En el campo económico, no parece haber unanimidad respecto a qué hacer en materia tributaria, informalidad, grandes proyectos de inversión pública… para elaborar los decretos legislativos en materia económica seguramente habrá mucha negociación y se tendrá que hilar muy fino. Si en vez de reactivar la economía ésta se paraliza y se hace crecer el déficit, el presidente se convertirá demasiado rápido en un lame duck.
- las respondonas. Un gobierno que enfrentará una economía complicada, y que probablemente no podrá exhibir grandes logros en política social, tiene sin embargo mucho margen para avanzar y construir legitimidad con una reforma de la salud, con la defensa de los derechos de la mujer, con una reforma de la justicia. En salud se declaró a Lima en emergencia sanitaria, un buen primer paso, pero se extraña más ambición en complicado Ministerio de Justicia y en el Ministerio de la Mujer.
- educación. Saavedra pasó demasiado rápido de ser el ministro estrella, el más consensual, a uno de los más cuestionados. Una cosa es tratar con el magisterio y la educación básica, otra con la educación técnica y superior, y sacar adelante los Juegos Panamericanos. Necesita oxígeno, y alguien en la bancada oficialista debería cumplir el papel que antes desempeñaba Daniel Mora.
- el fujimorismo. Pasó con éxito las pruebas de la confianza al Consejo de Ministros y la delegación de facultades, pero ahora deben presentarle al país su propia agenda legislativa. No basta con actuar a favor o en contra de lo que venga del ejecutivo.
- el Frente Amplio. Si su imagen queda consumida por sus líos internos y por definirse solo por ser oposición al gobierno y al fujimorismo, se desgastarán muy rápido. Tienen también que aspirar a marcar la agenda y las políticas públicas con temas propios, para lo cual deben entenderse mínimamente con el oficialismo y el fujimorismo. En la elección del Defensor del Pueblo, por ejemplo, cometieron el error de proponer un candidato propio (lo que hizo imposible su elección), en vez de buscar una mejor opción consensuada.
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