Artículo publicado en La República, domingo 29 de diciembre de 2013
El 31 de marzo decía que este año que termina iba a resultar “corto”: empezó tarde, porque la dinámica de finales de 2012 se extendió hasta marzo, marcada por el aumento en la aprobación a la gestión presidencial iniciada en julio de 2012, con la llegada de Juan Jiménez a la Presidencia del Consejo de Ministros, y la atención puesta en la iniciativa de revocatoria de la alcaldesa y del Consejo Municipal en Lima. Y terminó temprano, digamos que a finales de octubre, con la designación de César Villanueva como reemplazo de Jiménez, decisión que cobra sentido pensando que hasta octubre de 2014 el escenario regional y local estará muy movido por las elecciones en esos ámbitos.
En marzo pensaba que este podría haber sido un buen año para el gobierno, considerando que iba a ser corto, y que este podría haber explotado la continuidad de la dinámica de crecimiento económico y una mayor visibilidad de iniciativas en áreas sociales. Como sabemos, el año terminó siendo muy malo: mientras que en marzo un 53% de los encuestados aprobaba la gestión del presidente, en octubre solo un 26% lo hacía; en diciembre, según IPSOS, este número llegó a 29%. Es pertinente recordar que en diciembre de 2003 apenas un 11% aprobaba la gestión de Toledo, y que en diciembre de 2008 un 25% de encuestados aprobaba la gestión de García.
El hecho de que la economía haya crecido por encima del 5% este año y las consideraciones esbozadas arriba apuntan a que las razones de la caída en la aprobación a la gestión del presidente Humala están en complicaciones, innecesarias, añadiría yo, generadas por un mal manejo político. Durante gran parte del año las especulaciones en torno a la candidatura presidencial de Nadine Heredia desgastaron al gobierno, así como un manejo un tanto politizado de la Comisión Investigadora de probables casos de corrupción durante el último gobierno de Alan García; a esto hay que sumar la decisión de negar el indulto a Alberto Fujimori recién en junio. El resultado fue que se activó y dio munición a la acción de la oposición, generándose un clima de confrontación política que creó una sensación de pérdida de control y desgobierno. Por ello en agosto el Presidente del Consejo de Ministros debió convocar a una diálogo nacional, torpedeado inexplicablemente por el propio Presidente de la República. Las posibilidades inmediatas de recuperación política del gobierno están en alejar ese clima de confrontación y volver a generar la percepción de que se está invirtiendo el tiempo en “trabajar” y no en pelearse con la oposición.
La experiencia previa de los gobiernos de Toledo y García sugiere que el tercer año de gobierno se caracteriza por la detención de una tendencia declinante, y una estabilización en un nivel bajo. Pienso que lo más probable es que esa tendencia se repita. Después de julio la dinámica estará muy marcada por las elecciones regionales y municipales de octubre, con lo cual podría decirse que terminará el año que empezó en octubre pasado.
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